Un teatro que parece estar oculto, una puerta angosta por la que entras y te encontrás con un bar. Un par de escaleras y un pasillo por el que pasas a la sala. Un gran espacio vacío, un escenario que solo se usa para proyecciones y una platea que tiene una soga y 4 sillas donde se interpretara la obra. Las paredes húmedas, cascoteadas, rotas, de colores hechos por el tiempo que cuentan con diferentes puertas sin saber a dónde te dirigen y unas butacas posicionadas especialmente que dan la idea de que no están allí regularmente.
El espacio es ideal: para los que conocemos de historia, recuerda el lugar donde podría haber pasado sus días Paulina. Para los que no, transmite una sensación fría y desconcertante.
“En los procesos de transición que vivieron los países latinoamericanos y algunos países de la vieja Europa se articularon discursos en nombre de la paz que apelaban al olvido y al perdón, dejando a los culpables impunes y a una parte importante de la sociedad sin dignidad”
La muerte y la doncella es una obra de teatro del escritor chileno Ariel Dorfman escrita en 1990, estrenada en Chile el 1 de marzo de 1991 y llevada al cine en 1994 por Roman Polanski.
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La obra nos cuenta como Paulina Salas (Marianne Zahn), torturada y violada durante el régimen militar chileno, cree reconocer en la voz de Roberto Miranda (Eneko Sanz) a uno de sus captores. Ella solo quiere que el confiese y lo tendrá atado en su casa hasta que él se haga responsable de sus actos. Persuadida por su esposo Gerardo Escobar (Alberto Wolf) para que lo suelte, se desarrollan discusiones en base a la justicia donde él la trata de convencer de que deje a la democracia hacer su trabajo, que los culpables tengan un juicio justo y sean encarcelados “como corresponde”.
En base a esto surgen los planteos de la obra: ¿Puede la sociedad perdonar a los culpables? ¿Quiénes tienen que ceder para construir el nuevo mundo que se plantea en Latinoamérica? ¿Por qué son las victimas las que tienen que callar y aceptar las formas impuestas? ¿En qué momento deja de ser justicia para pasar a ser un consenso para callar y avanzar?
Esta puesta nos introduce dos nuevos personajes: la bailarina y Franz Schubert.
Octavia Bervulsky se pone en la piel de este nuevo personaje, que desconcierta al principio y con el que luego uno empatiza y entiende porque está ahí. La necesidad del director de fracturar a Paulina Salas, una persona invisibilizada, neutra. La diagonales que se marcan cuando los personajes se hablan entre si nos confirman esta idea. La bailarina es la responsable de decir con el cuerpo lo que ella no puede poner en palabras. Es la que nos introduce a la mente del personaje principal. Paulina y la bailarina son una sola desde que comienza la obra: distantes al inicio, juntas sobre el final. Ambas son la representación de una persona quebrada y fracturada que supieron romper durante la tortura.
Por otro lado, la música de Franz Schubert está presente en toda la obra siendo la pieza central para comprender el daño psicológico que atraviesa Paulina.
Videos e imágenes: otro elemento diferencial de la puesta en La Muerte y la Doncella
El inicio de la obra nos traslada a una película tanto por las imágenes en coordinación con la música como por la presentación de la obra con su texto introductorio y el titulo al iniciar las actuaciones. Se reproducen imágenes de las diferentes dictaduras militares desde 1920 hasta 1980 en América Latina, siendo un poco extenso el video al ser imágenes muy repetitivas. No se muestran características del régimen militar de cada país, sino que es un conjunto de imágenes que perfectamente podrían intercalarse para quien no conoce lo sucedido.
El video final, una crítica a las costumbres, consumos o hechos sucedidos en la era capitalista post dictaduras, no lleva un hilo conductor para la proyección de imágenes, sino que simplemente van apareciendo y desapareciendo sin ningún orden aparente al ritmo de la música.
Caben destacar la iluminación, el vestuario y el espacio escénico por cómo son capaces de ser funcionales al texto y a las necesidades dramáticas en todo momento como así también la coreografía, que logra llevarte al punto tal que no te das cuenta de que el personaje está bailando sino que lo incorporas como el movimiento natural en su expresión.
Hacer esta puesta en Berlín, 30 años después de la escritura de la obra y a más de 10.000km de distancia de donde sucedieron los hechos no es puro capricho de realizar la puesta en escena de “La muerte y la doncella”. Es poder comparar procesos de cambio, de memoria. Como cada sociedad se recompuso y llevo adelante los procesos de justicia.
Y no es menor decir que realizar esta obra hoy en día, a la distancia física de Latinoamérica permite hacer una crítica a la sociedad por parte del oprimido. No se trata de reivindicar los ideales, de ponerse en una posición de lastima ni de hablar de una revancha a las juntas militares. Se trata de poner en primer plano a las victimas invisibilizadas, sus problemas para reincorporarse en una sociedad que los obliga a hacer una justicia diferente a la que necesitan y su utilización, como parte de otros mecanismos, para consolidar un nuevo sistema socioeconómico.
Tamara Bursztein
Productora teatral y stage manager por más de 5 años. Fue parte del equipo estable de producción de Lino Patalano en el teatro Maipo y ha trabajado tanto en salas independientes de Buenos Aires como así también en las más importantes del país como el Opera-Orbis, Coliseo, Gran Rex, estadio Luna Park y en el gran teatro Colon.
Se desempeñó obras como The Rocky Horror Picture Show, Variete Walsh. Irreverente Maria Elena, Cita a Ciegas, La vida a palos, Hamlet ruso y con figuras como Ricardo Darín, Norma Aleandro, Mijail Baryshnikov, Imanol Arias, Ballet Nacional de España y Gerónimo Rauch.
Fue productora artística de la primera versión en español de TOMMY, la ópera rock compuesta por The Who.
Estudiante de escenografía, historia del arte y publicidad, apasionada por el del teatro y la música, amante de la arquitectura y la buena comida.