Cuando alguien alquila una habitación en un piso compartido berlinés, se dice que vive en una WG. Las dos siglas se pronuncian ‘vegué’ y son la abreviatura de un término que, a diferencia de su equivalente en español (piso compartido), maquilla un poco la realidad y nos hace imaginar algo así como vivir en una comuna, dado que incluye la bonita palabra Gemeinschaft, cuyo significado literal es ‘comunidad’. Pero no, nada de eso: una WG no es otra cosa que una solución habitacional para todo aquel que necesita compartir los costos del alquiler, sea estudiante o no, para cuyo fin convive con otras almas perdidas de la capital teutona.
La evolución de la convivencia en una WG ha sido explicada en un trabajo póstumo del mismísimo Charles Darwin, quien investigó este fenómeno durante su época de estudiante en la Universidad de Edimburgo. Según el naturalista británico, existen tres fases zoológicas en la metamorfosis de toda WG:
1) Fase del mono. Los inquilinos-monos apuestan a lo colectivo, debaten sobre la inmortalidad del cangrejo, estudian con detenimiento la variedad existente de sustancias psicoactivas y, desde luego, celebranlegendarias «WG-Partys» que les quedarán para el recuerdo. Para muchos migrantes, la WG de monos resulta muy acogedora porque da la ilusión de estar en familia. Y si bien esta etapa no siempre acaba de igual manera, las causas naturales más frecuentes son confundir al inodoro con un reciclador de basura, coleccionar opulentas larvas y cucarachas en el escurreplatos, practicar maratones de sexo tántrico con otros inquilinos o, sencillamente, rendirse al proceso de descomposición anímica que afecta a todo ser humano en la gran ciudad.
2) Fase del tigre. Caracterizada por la tensión y las disputas territoriales, en esta etapa se abandona lo colectivo para ceñirse estrictamente a lo individual. Se pasa del habla a los rugidos, a gruñir y mostrar los dientes, reduciendo el uso de la palabra a las notas pasivo-agresivas que se dejan en el baño o en la cocina. En la WG de tigres, las visitas son a menudo percibidas como invasión extranjera. El inquilino-tigre toma partido y crea alianzas, denuncia el peligro inminente, fomenta la construcción del enemigo y adora servirse del teléfono descompuesto. Siempre tan elegantes como egocéntricos, los inquilinos-tigres sobreviven a largo plazo únicamente si se firma un armisticio o, en su defecto, se sacrifica al chivo expiatorio de la WG.
3) Fase del topo. Aquí ya no se trata de lo colectivo o de lo individual, sino más bien de lo asocial (aunque sin llegar a la misantropía). La WG habitada por topos suele ser pacífica y monótona, no recibe visitas ni organiza actividades grupales y, naturalmente, disuelve los espacios comunes. El inquilino-topo hace de su habitación una confortable madriguera para almorzar y cenar, acumular vajilla sucia y aún elementos básicos de supervivencia, de tal manera que ir a hacerse un cafecito a la cocina se vuelve tan trabajoso como atravesar un pantano de cocodrilos haciendo malabares con albóndigas de carne.
Hay quienes desestiman esta teoría por considerarla reflejo de cierto malestar personal de su autor. Si mal no recuerdo, alguna vez escuché que cuando Darwin era estudiante en Edimburgo y vivía en una WG, sus compañeros de piso no lo invitaban a las fiestas porque decían que «estaba insoportable con el tema de los monos». Pero más allá de rumores y espejismos, lo cierto es que difícilmente exista una WG berlinesa que no haya experimentado una metamorfosis similar a la descrita por este distinguido señor. Eso sí: da igual si convivís con monitos felices, tigres pendencieros o topos huraños, en Berlín siempre encontrarás el hábitat natural de tu especie.
Mateo Dieste
(Montevideo, 1987) estudió filosofía e historia en Berlín, ciudad donde reside desde 2011. Autor del libro “Filosofía del Plata y otros ensayos” (2013). Entre 2019-2020 dictó un curso sobre historia global de la filosofía en la Universidad Humboldt. Ha publicado en Revista Ñ (Argentina), semanario Brecha (Uruguay) y también ha sido columnista radial de tango en Emisora del Sur (Uruguay). Aprecia la Berliner Schnauze y, si bien se mantiene leal al asado y al mate, dice que la vida sin chiles y harina de maíz sería un error. En la ducha puede alternar entre Héctor Lavoe o Rio Reiser.