La historia de cómo la colección de toda una vida fue desechada en Argentina y revalorizada en Alemania hace noventa años comienza con la vida de Ernesto Quesada y culmina con el nacimiento del Instituto Iberoamericano en Berlín.
Una biblioteca sin dueño en Buenos Aires dio nacimiento en el año 1930 al Instituto Iberoamericano de Berlín, cuya primera sede fue el ala de la antigua caballeriza del Berliner Stadtschloss, el Palacio Real de Berlín.
Berlín sirve como punto de encuentro del continente latinoamericano y hasta se podría decir que los latinoamericanos tenemos mayores posibilidades de encuentro y diversidad en la ciudad que en nuestros propios países. Hace un poco más de noventa años, en 1930, el gobierno prusiano asumió la responsabilidad de curar, preservar y difundir la cultura latinoamericana en su país y en Europa. Hoy en día, el instituto es un espacio de encuentro entre investigadores, científicos y artistas latinoamericanos e hispanoparlantes. Cientos de académicos utilizan la nutrida biblioteca como fuente para sus investigaciones siendo que muchas de estas colecciones no se encuentran disponibles en sus países de origen.
“El instituto es un espacio de encuentro entre investigadores, científicos y artistas latinoamericanos e hispanoparlantes”
Ernesto Quesada, un hombre sin lugar
El siglo XIX fue una época convulsa para la Argentina, entre los vaivenes de la larga guerra civil y los acuerdos de paz que finalmente dieron paso a la famosa consolidación nacional. Fue tan particular que atrajo la atención de muchos, entre ellos, la del periodista estadounidense William Belmont Parker, quien en 1920 publicó su libro Argentines of today, donde hace un breve repaso de las biografías de los argentinos, según su consideración, más notables de la época. Este libro es una fuente exclusiva de información sobre la vida de Quesada.
“El joven Quesada fue tomando un camino que lo marcó en la historia como un miembro de la Generación del 80”
Ernesto Quesada nace en 1858 en Buenos Aires. Cumplidos los catorce años, su padre, el escritor y diplomático Vicente Gaspar Quesada, lo llevó de viaje a Europa para ocuparse de su educación. Este tiempo le serviría de inspiración intelectual. En él, presenció una conversación entre el exiliado Juan Manuel de Rosas, ex gobernador de la ciudad de la furia, y su papá, transcribiéndola en un documento que se tornaría crucial para investigaciones futuras.
En Alemania, país con el que creó un fuerte vínculo, estudió en un Gymnasium de Sajonia por un año. Regresaría, tras culminar el bachillerato en Buenos Aires, a estudiar derecho en Leipzig y Berlín, pero fue en Buenos Aires donde recibió su título y fue nombrado doctor en Derecho en 1882.
Cuenta Belmont Parker que Quesada trabajó, entre 1877 y 1878, en la Biblioteca Pública de Buenos Aires, antecesora de la Biblioteca Nacional y donde su padre era director. En este periodo, involucrado en círculos literarios, publicaría su primer libro, La sociedad romana en el primer siglo de nuestra era —que hoy se puede encontrar en Amazon— inaugurando una prolífera carrera como autor.
“Personas como Quesada vivían para acumular y generar conocimiento, aunque no todos compartieran su entusiasmo”
A partir de allí, el joven Quesada fue tomando un camino que lo marcó en la historia como un miembro de la Generación del 80, término con que se refiere en Argentina a un grupo de políticos literatos y oligárquicos. Siendo delegado del Tercer Congreso de Americanistas, fue nombrado Profesor de Literatura Extranjera en el Colegio Nacional de Buenos Aires, secretario de la Delegación de Río de Janeiro y emisario de la Delegación de Washington, y hasta pasó un largo invierno en Rusia en 1898. Cada una de estas experiencias dieron como resultado apreciaciones por parte de Ernesto Quesada que se plasmaron en diversos libros, los cuales abordaban temas financieros, literarios e históricos.
Ya graduado de doctor, Ernesto se había casado con Eleonora Pacheco, nieta del general Ángel Pacheco, un personaje importante de la historia del país, que nunca perdió una batalla y de quien Quesada heredaría un abundante archivo historiográfico sobre su familia. Gracias a esto y a aquella conversación que había presenciado en su adolescencia, escribió su libro La época de Rosas: su verdadero carácter histórico (1898), un estudio desde la perspectiva sociológica que presentaba a Rosas como un resultado de su época y que posicionaría a Quesada como uno de los padres del revisionismo histórico en Argentina, no sin enfrentar críticas a su obra.
“Quesada es considerado uno de los padres del revisionismo histórico en Argentina”.
– William Belmont Parker.
En 1896 se mudó a España, donde vivió un año y la Reina lo honró con la Orden de Isabel la Católica. De vuelta en la Argentina, en 1899, comenzó su carrera como Magistrado y llegó a ser nombrado Juez de la Corte Penal y Juez de la Corte Civil en 1902. Siguió escalando hasta ser elevado a Juez de la Corte de Apelaciones en 1910, mismo año en que cofundó la Academia Argentina de la Lengua (era miembro correspondiente de la RAE).
La Facultad de Filosofía y Letras, donde Quesada dio las primeras clases de sociología en Argentina. © AGN
En 1903 comenzó su labor como docente universitario en calidad de Profesor de Economía Política en la Universidad de La Plata. Un año después, fue nombrado Profesor de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, siendo esta la primera cátedra de su especie en Argentina. Quesada fue el ideólogo de la materia, teniendo a su cargo la programación de la misma hasta 1924, cuando tenía sesenta y seis años.
“Queriendo cumplir los deseos de su padre, Quesada intentó vender su colección al Estado Argentino para una ‘Biblioteca y Museo Quesada’”
El investigador francés Axel Gasquet de la Universidad de Clermont Auvergne cuenta en su ensayo “Ernesto Quesada, a Positivist Traveler. Between Cosmopolitism and Scientific Patriarchy” que “los escritos de Quesada […] son, por un lado, un claro ejemplo de los viajes de las generaciones argentinas de las décadas de 1880 y 1890, como también una muestra del discurso cosmopolita que crece y triunfa en los años previos al centenario (1910). Por otro lado, estos textos son diferentes de otros testimonios de la época […] ya que tienen pretensiones científicas […]. En efecto, la originalidad y ambivalencia de Quesada reside en este último aspecto. No estamos ante el testimonio de un dandi —como en Miguel Cané— o de un escritor que sólo busca el simple entretenimiento de sus lectores —como Lucio V. Mansilla—. Tampoco es su obra un desordenado catálogo turístico de vanidades al servicio de la imagen del viajero”.
Los honores, viajes, libros publicados y logros de Ernesto Quesada, que de alguna manera son comunes a las personalidades de comienzos del siglo XX en Argentina y el mundo, son realmente muchos más de los que hemos presentado. Curiosos y aventureros como José María Sobral (el primer argentino en pasar dos inviernos en la Antártida, 1901) y personas como Quesada vivían para acumular y generar conocimiento, aunque no todos compartieran su entusiasmo.
El final de Quesada en Berlín y el nacimiento del Instituto Iberoamericano
A los sesenta y un años, Quesada fue nombrado por primera vez titular de la cátedra de Política y Tratados Panamericanos en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, llegando a ser decano. Dos años más tarde, renunció y se mudó a Berlín con su segunda esposa, Leonore Niessen Deilers, una escritora alemana. Joseph T. Criscenti menciona en la Enciclopedia de Historia y Cultura Latinoamericana, que ella fue quien incentivó a Quesada a donar su colección de 82.000 volúmenes, propios y heredados de su padre, antes de morir.
Queriendo cumplir los deseos de su padre, Quesada intentó vender su colección al Estado Argentino para una “Biblioteca y Museo Quesada”, pero este lo rechazó. No había un interés real a su propuesta y se dice que Quesada tenía miedo de que el repertorio se desintegre sin el cuidado pertinente. Fue la Universidad de Berlín quien se hizo de esta colección en calidad de donación, dando impulso a la fundación del Instituto Iberoamericano con la misión de proteger, expandir y difundir esta colección y la cultura iberoamericana. Parte de ella se perdería durante la Segunda Guerra Mundial.
Ernesto Ángel Quesada Medina murió el 7 de febrero de 1934 en Spiez, Suiza, dejando un legado que es incalculable casi cien años más tarde. Hoy en día miles de personas, escolares, investigadores y escritores acuden al Instituto Iberoamericano en Berlín buscando información que no existe en ninguna otra parte.
Edición: Carla Vuyk
Corrección: Agustina Cruz