En la Sombra de la Cúpula, de Agustín León Pruzzo, se desarolla en Estudios Caracol, ubicado en una de las cúpulas del Edificio Bencich. Creado por Eduardo Le Monnier en 1927, este edificio es una obra de valor patrimonial. El año de su creación ya nos introduce en un pasado en el que personajes famosos, como Carlos Gardel, El zorzal criollo, merodearon esas calles. Esta historia vibra en el relato del escritor Roberto Arlt, nacido un 2 de abril, en Buenos Aires, hijo de inmigrantes pobres. A los 9 años fue expulsado de la escuela, situación que reveló una personalidad inquieta, curiosa, interesado en personalidades marginales y, al mismo tiempo, que lo llevará a la elección del Anarquismo como filosofía de vida.
En 1926, Arlt se proyecta como un escritor reconocido por su novela “El juguete rabioso”. En 1927 él se desempeñaba como periodista de la sección policial del diario El Mundo. Un día como tantos, debió cubrir la noticia del suicidio de una mucama. Así nació la historia de Sofía que se materializa, desde hace cuatro años, en la cúpula del Edificio Bencich en la ciudad de Buenos Aires, en la piel de un grupo de actores jóvenes. La publicidad de esta propuesta teatral corre de boca en boca. Se trata de ingresar a un espacio fantástico. Allí recibe al público el “fantasma” de Roberto Arlt, quien afirma, desesperado y sin piedad, que “la vida es cruel”. Así, acontece el germen de una tragedia que se va a desarrollar a partir de una situación de acoso y un final “contra las cuerdas”.
En la escena inaugural del drama dos mujeres entablan una conversación que muestra la relación desigual, de poder, que existe entre la protagonista y la dueña de casa. Es clara la desigualdad de clase entre ambas. Es clara la tarea que la dueña de casa le indica a su criada. Sofía es acosada por una esposa que no quiere entrar en intimidad con un esposo que llega borracho a altas horas de la noche.
El matrimonio estableció un pacto: se le designa a la joven los favores de la criada como parte de sus tareas domésticas.
No hay compasión ni sentimiento de hermandad entre Sofía y la dueña de casa. La sororidad no era una forma de vínculo en esa época. No existe el encuentro, el reconocimiento de esa mujer frágil que es Sofía, que no puede consigo misma ni con su historia. Su condición es un camino que se abre ante ella sin la posibilidad de cambio.
Sin embargo, Sofía se refugia en su sueño. Así aparece su salvador, el héroe Rocambole, y un hombre poderoso, el Capitán. También aparece la herencia de 300 millones y su hijita. Sofía busca protección. La fuerza no está en ella. Estos elementos van configurando la trama que terminará en tragedia.
En el sueño, aparece un “modelo”. Sofía en ese universo onírico intenta mimetizarse con esa otra mujer que tiene todo lo que a ella “podría hacerla feliz”. Y allí surge la perspectiva de lo que se conoce como “deconstrucción”. Sofía no cuestiona la “jerarquía” de la dueña de casa… (¿Le recuerda a su madre, tal vez?). Sofía quiere “ser” la otra, nada de lo propio la hace sentir humana, merecedora.
Es el modelo que se estructura en el principio del siglo XX – la mucama y la señora, amante y esposa, como ejemplos – una construcción que habla de la desigualdad como motor de la protección de la debilidad, que no deja de padecer el infortunio.
Los hombres en la obra son fantasmas, fantasías que se levantan por encima de cualquier realidad existencial dolorosa. Son poderosos.
Sofía no lucha; se rinde ante la llegada del patrón que la volverá a someter. Se enfrenta a una disyuntiva: la locura, es decir, el encierro en su mundo onírico o la huida, el suicidio. No puede seguir soportando su existencia.
En esta renuncia de Sofía, Arlt confirma que “la vida es cruel”.
Sofía no se considera un sujeto social, aunque lo es. No conoce sus derechos ni sabe que puede defenderlos.
Todo modelo aprendido en la infancia rige conductas inconscientes y se constituye como el inconsciente personal, tema del que hablaba Freud. Esta verdad, que sale a luz por mediación del psicoanálisis en la primera mitad del siglo XX, permitirá hacer consciente una construcción, un modelo que condiciona una vida.
El concepto de deconstrucción fue concebido como un modo de resistencia política; se resiste al método y pretende anular los opuestos. Esta estrategia filosófica supone una construcción previa. Esto significa que la idea de deconstrucción va más allá. Intenta reconocer lo que nos ata a vínculos que promueven la desigualdad y, no dejan salir – como en el caso de Sofía – la pequeña verdad personal. Así deja al ser “entre las cuerdas”.
Casi un siglo después de la mirada de Arlt, aún persiste esta deuda social.