Miguel miraba el angosto caudal de agua casi ínfimo, del río Loa, secándose metro a metro en su largo peregrinar desde la cordillera antofagastina hasta la frontera de la polvorienta Calama, y seguir de ahí su camino hasta el mar, al norte de Tocopilla, alrededor de 440 kilómetros de recorrido, casi tan extenso como el sentimiento de desgracia en su alma.
No había mucha esperanza luego de ver rodar sus sueños cerro abajo, claro, la metáfora es totalmente acertada, considerando que su trabajo era “tirar pala” bajo las correas transportadoras de material rocoso y devolverla a la línea de producción. Era Chuquicamata, la de las frías noches y sofocantes medios días, parte de la región que hace de Chile el mayor productor de cobre en el mundo, cientos de barras del metal rojo que se podrían amontonar en un gran cerro de dimensiones proporcionales al rajo minero, y mirar desde ahí a Miguel; 20 años, temucano con pala en mano, casco naranjo, legionario y lentes de seguridad contorneados por una delgada línea gris mezcla de chusca y sudor; pobre; sin estudios formales, y ahora, con el mismo fin del río Loa.
Cada día terminaba al llegar a su pequeña habitación, arrendada en la población Nueva Alemania, en Calama. Luego de cada extenuante jornada de polvo y sol, Miguel se sentaba en su cama y prendía un pequeño parlante bluetooth para escuchar el inmortal disco de Manowar llamado Kings of Metal. Ese rock musculoso, tosco y épico, era la materialización sonora de su alma en acordes rasposos y voces aguardentosas, era su fuerza, y lo que lo hacía empuñar cualquier cosa como micrófono y cantar los coros pegajosos de Hail and Kill.
Hail
Hail
Hail and kill!!!
Saluda y mata, esa frase tronaba en su mente como la dinamita en el sector H del rajo, y tras innumerables elucubraciones diarias al respecto, solo llegaba a una conclusión; su futuro tenía que estar rodeado de riffs y del mismo sudor que corría bajo la correa transportadora pero provocado por los saltos frenéticos sobre el escenario. De no conseguir tal objetivo, en un corto plazo, su existencia en este plano estaría de más.
Así, en medio del desierto, bajo la correa, y olfateando a diario ese desagradable tufillo ácido de las piscinas decantadoras, comenzó a convertirse, poco a poco, en su alter ego, a punta de paladas de piedra, contorneaba cada músculo de su cuerpo y el carraspeo de su voz se fusionaba mágicamente con la frecuencia blanca producida por el movimiento de la correa y las rocas sobre la misma.
Su fantasía se hacía realidad de la forma más precaria, pero entendía que era vivir en su sueño o morir asorochado, de silicosis o incluso por algún infortunio con las mismas rocas que caían de la correa.
Aquel día llegó a la faena como siempre, escuchando y tarareando su compilado ochentero preferido, olvidando con esto su penumbroso pasar en ese agujero al fin del mundo. El aire rancio evocaba en su mente las pocilgas rockanroleras de su natal Temuco, y estimulaba su espíritu rebelde y las ansias de convertirse en un Max Steel del heavy metal.
Transcurrieron algunas horas y alrededor del mediodía, sintió un ensordecedor estruendo, la tronadura más grande que jamás hubiera escuchado; al mirar hacia el nivel superior del rajo, vio una masa de polvo y rocas que caía eternamente, un cielo polvoriento que bajaba al mismo infierno, el infierno del sector H. Solo atinó a correr y saltar al siguiente nivel como se imaginó alguna vez en el escenario saltando hacia un “mosh” enardecido de fanáticos.
Hail
Hail
Hail and kill
Saluda a tu destino y da muerte a tus sueños, mientras pensaba esto, caminó por la orilla del Loa hasta su desembocadura, miró sus angostas y calmas aguas por última vez y no volvió más.
Gonzalo Barriga Molina
Chileno, 41 años, Ingeniero industrial de profesión, vive en Santiago, la capital de Chile, pero su corazón y raíces se encuentran en la V región, específicamente en la comuna de Villa Alemana.
Letrista y guitarrista auto-didacta, desde su adolescencia trató de contarle algo al mundo desde aquella perspectiva, siempre desde la vereda del frente.
Este 2021 espera consolidar un destino artístico en una obra conceptual, fusionando ciencia-ficción y rock.