Una luz incandescente iluminó mi sueño profundo, me arrancó del mundo en el que deambulaba sin rumbo, me cegó por completo y me hirió tan lento que me impidió abrir por un momento, mis ojos.
A mi lado, una carta, sin sobre ni remitente, unas palabras que no entendía y mi mente enloqueciendo confundida.
Abrí la carta y esto decía:
“Hola, gracias por despertar, hoy es 14 de mayo de 2029 y llevas diez años dormida, todos los días escribo la misma carta esperando que al llegar, hayas despertado, sí, también lo he hecho desde que decidiste dormir.
Todos los días cambio las flores de la sala, los gatos se fueron ya imaginaras a donde, seguimos en la misma casa, no hemos querido irnos para que, al despertar, te sientas en un lugar conocido. En el día, mientras los niños estudian y yo voy a mis turnos en el hospital, te acompaña Matilde, ella te cuida como tú madre y así lo ha hecho con todos desde hace ocho años, aunque los primeros dos fueron realmente difíciles. Matilde te canta las canciones que le hemos dicho, te gustan, te habla del clima, de las noticias, de sus historias del pueblo costero donde ella nació, reza a tu lado, ora por ti. Cuando despiertes, por favor trata de no asustarla.
Los niños te han cantado en tu cumpleaños, el día de la madre, te muestran sus tareas y hasta te maquillan, bueno, cuando eran niños, hoy Sophia tiene dieciséis años y Julián dieciocho. Ahora, aunque han dejado casi de ser esos pequeños que de seguro recordarás en tus sueños, siguen siendo tus consentidos, corren a ti a contarte sus secretos, a abrazarte cuando tienen miedo, a besarte cuando necesitan de tu amor de mamá.
Te dormiste luego de un error médico, una sobredosis de un medicamento que tu suministraron luego de una simple apendicitis. El cirujano te salvó la vida, pero te dejó en silencio y a nosotros con la decisión de mantenerte a nuestro lado o dejarte ir.
Al final, no lo tuvimos que decidir, mientras estabas profunda, el doctor nos dijo que estabas embarazada y yo, me encontraba solo con dos niños de seis y ocho años, un bebé en camino y tú en estado de coma; me lancé al vacío y te cuidé, los cuidé. Salomé nació perfecta y volvió la pregunta del doctor, en mí estaba la decisión y leyendo esta carta ya sabrás cual fue.
Nuestra pequeña te cuida y reza todas las noches por verte despertar, sueña con tu voz y tus caricias, ve tus fotos y se emociona al imaginarte jugando a su lado. Espero con ansias el día que su sueño se cumpla.
Tendrás muchas preguntas, lo sé, pero no te preocupes, al lado de la carta hay un teléfono, un solo número y sé que podrás llamar, yo espero esa llamada todos los días y te aseguro que en cuanto la escuche, correremos a ti. Te amo.”
Mis ojos se inundaron de agua de mar, escuchaba una voz suave cantar al otro lado de mi puerta y supuse que era Matilde, otra voz infantil tarareaba canciones y sentí un profundo amor y también un poco de ansiedad al pensar en si esa voz era la de Salome, la hija que di a luz sin estar consciente. El olor de los girasoles llegó a mí y me transporto a tantos días que aun sentía cercanos.
Un respirar profundo y ahora mi mirada se clavó en ese aparato pequeño, diminuto y un tanto extraño, con miedo, pero con decisión, tomé el teléfono, marqué el único número que tenía almacenado. Uno, dos, tres timbres y mi corazón a mil. En un flash a mi mente llegó él y el día de nuestra boda, su promesa de estar siempre juntos, en las buenas y en las malas. La llamada fue atendida:
-¿Maggie? ¡Mi amor, volviste!!!
-Amor, desperté.
Alejandra Bautista
Alejandra Bautista nació en Bogotá, Colombia, Ingeniera Industrial de profesión, pero sobre todo mamá, escritora de relatos, poesía y cuentos infantiles. Ha realizado talleres de escritura creativa en Bogotá. La fotografía, la literatura y la pintura son sus gustos principales. Actualmente está recopilando sus escritos con miras a la publicación de su primer libro.