LA PREVIA
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Las cenizas volaban desde la ventana del cuarto piso de la calle Bollini al doscientos en Buenos Aires. Las paredes carbonizadas resaltaban el frente del departamento que tantas veces ofició de espacio fraternal de quienes éramos cercanos a Ernesto Cárdenas, ex inspector de la Policía Porteña.
La noticia me había llegado apenas media hora después de iniciado el hecho. Damián, el portero del edificio, tenía mi número agendado y me llamó ni bien pudo tranquilizarse. Cuando llegué, los bomberos ya habían terminado de salvar lo poco que quedaba del departamento y desalojar a los inquilinos. Ahora la policía era quien tomaba el cargo del operativo.
Ninguna cara se me hacía conocida. Quise chapear con mi credencial de periodista y algunos nombres propios de la época de Cárdenas en la fuerza pero fue al pedo. A cada intento me mandaban a mudar sin darme mucha atención. Los fantasmas de nuestro último encuentro con la policía se hacían presentes. No quise insistir mucho más y acepté la invitación a tomármelas.
Desde que Cárdenas se había esfumado hacía como un año que el departamento permanecía inhabitado. Prendí un cigarrillo caminando para Santa Fé. Este hecho no podía ser otra cosa más que una de las tantas amenazas que había estado recibiendo desde que terminó todo aquello. Pero esta vez se habían ido al carajo. Prendí el segundo cigarrillo con el final del anterior cruzando Coronel Díaz ante la mirada de unos ojos que ignoraba hasta ese momento pero cuyo dueño reconocía.
A efectos de salvaguardar su identidad, no revelaré de quién se trataba aunque aparece nombrado bajo un seudónimo más adelante en esta historia. Llegando a la otra esquina se unió a mi caminata en paralelo sin mirarme. Lo reconocí de inmediato pero entendí que no era el momento de hablar ni demostrar que nos conocíamos. Bajo el brazo izquierdo portaba un sobre color madera bastante grueso. Justo antes de llegar a la boca del subte en Bulnes, deslizó el sobre por debajo de mi brazo y se perdió entre la gente sin dejar mayor rastro, (exactamente igual como lo había hecho hacía casi un año).
Bajé al andén asegurándome de que nadie me estuviera siguiendo y esperé hasta entrar solo al siguiente subte que llegaba. Soporté la tentación de abrir el sobre durante el viaje y lo escondí debajo de mi saco. Mi curiosidad de periodista tuvo que aguantárselas hasta que me sentí seguro en mi departamento más tarde en la noche. Fue entonces cuando descubrí que se trataba de una carpeta de esas que usan los policías para los legajos. Entre hojas escritas a mano, reportes policiales oficiales y recortes periodísticos se encerraba ésta historia, la cual, curiosamente, también comienza con un incendio.
Esa misma noche destapé el J&B que siempre compartíamos entre las columnas con Cárdenas y me dispuse a leer el legajo completo en la aparente seguridad de mi departamento. Allí tendría que haber un mensaje secreto que él querría sacar a la luz de alguna manera. Cárdenas siempre tuvo un modo particular de hacer las cosas. Mi nombre aparecía escrito en la tapa de la carpeta: Blas Jones, como a él le gusta llamarme.
Con él desaparecido –nunca encontraron el cuerpo- el departamento en cenizas y su cuenta bancaria en cero esta era la única prueba que tenía de que seguía con vida. A los pocos días del incendio, cerraron el caso con alguna excusa fraudulenta y poco creativa, (una de las tantas a las que ya estábamos acostumbrados a denunciar en el diario online Última Plana).
Después de leer y organizar el desorden que era este testimonio que había dejado, me encontré con más de un mensaje, una denuncia de esas que no se difunden y finalmente la razón por la que había dejado la policía. Era una historia que yo conocía bien por haberla vivido, casi por casualidad, junto a él pero que durante más de un año decidí no publicar por el bien de Cárdenas y un poco el mío también. Este documento era el permiso de mi amigo y hermano de sacar a la luz todo aquello con lo que nos habíamos encontrado.
Luego de ordenar todo el material me preguntaba cómo haría para publicar esto al mundo, o al menos a los algo de cincuenta mil lectores que teníamos en nuestra publicación. Decidí que la mejor manera de transmitir este material, que parecía un diario de investigación era narrarlo con el propósito de que se conociese la verdad sobre un caso que fue tan controversial como efímero en los medios opositores y oficiales en su momento.
Lo que leerán a continuación es una reconstrucción a partir del material encontrado en este legajo e investigaciones propias necesarias para establecer de la manera más exacta, las hipótesis vertidas en las desordenadas páginas de Cárdenas.
Blas Jones.
Buenos Aires 20…
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