El aumento en el consumo de cocaína durante la pandemia ha sido al alza afectando a la salud mental y a la optimización del mercado ilegal de drogas.
De acuerdo al último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la crisis del COVID-19 ha llevado a la pobreza extrema a más de 100 millones de personas en el mundo. Lo anterior ha tenido diferentes repercusiones a nivel internacional. Para aquellos países en los que los problemas económicos y sociales son estructurales, como en América Latina o el Medio Oriente, la ausencia de trabajo ocasionada por la pandemia ha empujado a buscar dinero en el mercado ilegal, por lo que encuentran empleo en el cultivo de opio o coca, plantas que alimentan al narcotráfico.
En tanto que, en aquellos países que cuentan con un mayor bienestar social, el aumento en el consumo de estupefacientes hace referencia al estado de la salud mental de sus ciudadanos. En este escenario se han encontrado las condiciones necesarias para que las ventas online de drogas ilícitas sean más sencillas que nunca. Según datos de la UNODC en el 2021 las ventas de estupefacientes por la Darknet suman alrededor de $315 millones de dólares.
Para llegar a esta suma se ha dado una conjunción de dos factores: el alza en la oferta y la vulnerabilidad psicológica que ha producido el confinamiento. Por un lado, los carteles de la droga han conseguido producir más cocaína con menos hectáreas cultivadas de coca y, al mismo tiempo, tienen acceso a nuevas rutas marítimas, en particular aquellas que ofrecen los puertos en Brasil. Posteriormente esta mercancía desembarca en los puertos de Hamburgo y Amberes en donde sobornan a figuras clave que permiten la distribución de los estupefacientes en Europa.
Este aumento de cocaína en el mercado europeo ha producido una de las tasas más altas de criminalidad y violencia vinculada al narcotráfico, situación que ha llevado a varios centros de investigación a cuestionarse los patrones de consumo durante la pandemia.
De acuerdo a los informes del Observatorio Europeo de las Drogas, durante el confinamiento el consumo de cocaína presentó un aumento significativo. Este aumento podría explicarse en parte por el aislamiento de las redes socio-afectivas y también por la dificultad para acceder a los tratamientos asistenciales para las personas que padecen adicción. La mezcla de factores psicosociales, el acceso médico precario e incluso las condiciones ambientales han profundizado la incertidumbre, la ansiedad, la depresión y los comportamientos compulsivos, que conducen a un consumo más alto de estupefacientes.
Algunas universidades como la de la Tubinga, han realizado estudios gracias a voluntarios consumidores de cocaína que están dispuestos a proveer información sobre los patrones de consumo durante los años de pandemia. A pesar de que los resultados aún no muestran respuestas sustanciales que puedan explicar el aumento del consumo durante el confinamiento, sí confirman el alza en la oferta, el aumento de la pureza y la eficacia del crimen organizado.
Canadá y Estados Unidos han realizado estudios que les permitieran conocer mejor los patrones de consumo durante el COVID-19 dentro de los grupos de usuarios recurrentes. De acuerdo con los resultados, el aislamiento social ha influido en un incremento en las dosis que se consumen y la mezcla con otros psicotrópicos aumentando el riesgo de muerte. Estos resultados iniciales dan algunas pistas para entender el aumento en el consumo pero al seguir siendo un tema tabú en la mayoría de las sociedades, no es fácil recolectar los datos necesarios para llegar a una conclusión robusta.
La Universidad Goethe en Frankfurt, revela que en Berlín no solo el consumo de estupefacientes ha aumentado durante de la pandemia, sino que conjuntamente se evidencia un uso más frecuente de drogas sintéticas como el éxtasis y las benzodiazepinas mezcladas con alcohol. Varios servicios de emergencia de Berlín han declarado que las llamadas ocasionadas por el aislamiento humano, por la pérdida de empleo y por profundas crisis existenciales también suelen estar acompañadas por alguna emergencia relacionada al abuso de drogas sintéticas o psicotrópicas.
La facilidad para conseguir estupefacientes es parte del problema, en Berlín los “cocaine Taxi” se han convertido en la forma más rápida para pedir a domicilio un par de gramos, que no solo llegan en menos de 45 minutos, sino que además la pureza del producto es mayor. Por el momento no se cuentan con datos suficientes para determinar las causas específicas que han influido en este tipo de comportamiento pero las cifras muestran una correlación entre la crisis del Covid-19 y la tendencia a consumir más drogas.
La crisis desatada por la pandemia ha llevado a que los mercados ilegales, en especial el del narcotráfico, encuentren nuevas formas de llegar a sus consumidores, los cuales aumentaron durante el mismo periodo al verse enfrentados a situaciones extremas a nivel psico-emocional y económicas. A pesar de los datos, los centros de investigación aún no cuentan con respuestas concretas para explicar a profundidad el cambio en los patrones de compra y venta de estupefacientes durante la pandemia. No obstante, los hechos y los datos a priori señalan la necesidad de revaluar tanto las condiciones precarias que llevan al cultivo de plantas con uso ilícito —en especial en los países más pobres— y también a estar atentos a salud mental y cómo ésta influye en una mayor demanda mundial de estupefacientes.