Mariana Enríquez cuenta que escribió Nuestra parte de noche (2019) preguntándose si podemos escapar del poder de los demonios metafóricos. Esos que todos conocemos: la identidad, la familia y el pasado.
Este martes 22 de marzo Mariana Enríquez, escritora y periodista argentina, estuvo en Berlín presentando la traducción al alemán de su novela del gótico latinoamericano, género en el que las escritoras de la región han tenido un auge en la última década. Se podría decir que Mariana Enríquez desenterró cada página de su libro de un cementerio diferente en el mundo, escarbando las historias de sus tumbas. Un culto llamado La Orden, ritos bastante gore que buscan comunicarse con “la Oscuridad”, mutilación y abuso infantil, son los temas principales que perturban al lector mientras hojea la historia de luchas de poder de una familia.
La novela transcurre en gran parte en la zona argentina de la triple frontera, entre la Santa Muerte, el catolicismo y los mitos guaraníes.
El libro está lleno de los típicos tropos de la literatura de horror. Un lector instruido encontrará guiños de Lovecraft, Stephen King, entre otros. Uno de los pasajes que eligió la escritora para la lectura del martes describe a un grupo de amigos preadolescentes que se aventuran en una casa abandonada donde descubren, entre otros horrores, un pasillo lleno de puertas que parece alargarse cada vez más. La moderadora describió el gigantesco mundo dentro de la novela de Enríquez de la misma manera: no pareciera poder entrar en el tomo de 677 páginas – —traducido al alemán, 821— – y el lector, sin embargo, se encuentra cada vez más sumergido en su vastedad.
La Orden, un culto milenario, busca vivir para siempre a través de la eternización de su consciencia, algo que va más allá de la inmortalidad de un cuerpo o la reencarnación (la escritora recalcó lo poco atractiva que le parece la idea de despertar en otro cuerpo “sin saber que soy yo”). Los personajes buscan comunicarse con un ente llamado la Oscuridad, que ellos están convencidos de que les está hablando (aunque los escribas que intentan transcribir sus mensajes no la consiguen entender).
“Estaba cansada de escribir sobre mujeres”
Se trata de una familia a la que lo único que le falta es la vida eterna. “Ya son dueños de cuerpos y de tierras”, dice la escritora; tienen poder capital y político extendido en una red internacional. El culto se apodera del cuerpo de quien tenga la habilidad para ser el médium (alguien que le presta su cuerpo a la Oscuridad), buscando controlar su vida por completo. El mundo de poder del culto, para Mariana, hace evidente nuestra realidad, que complicamos como si fuera una fuerza mayor, “como si no fuese algo humano lo que está sosteniendo el sistema de poder”.
Mariana Enríquez mencionó a Isabel Perón y el “hermano Daniel” (López Rega), a la reina Isabel y John Dee, y al castillo de Wewelsburg y Himmler como ejemplos históricos de la relación entre poder y ocultismo. Señaló que lo que escribe no es solamente ficción. Habló del poder simbólico que tuvo el robo de objetos mágicos en la empresa colonialista, dando hincapié en el ejemplo africano. El colonialismo tiene el poder de moverle su centro a la gente, de sacar las cosas de contexto. “Nosotros les decimos momias como si no fuesen gente”.
La nueva ola de gótico latinoamericano se caracteriza por el uso de mitos originarios del territorio, en reemplazo de imágenes europeas como el vampiro. Mariana Enríquez tomó su inspiración para Nuestra parte de noche del Invunche de la Isla de Chiloé, en Chile. El Invunche es un ser creado en una cueva a través de la transformación de niños, “la idea es destrozar algo puro”, dice. Según la historia, el niño es deformado por brujos, su lengua partida a la mitad para asemejar la de una serpiente y alimentado de carne humana. Una de las imágenes más fuertes de la novela describe a un niño mutilado (y aún vivo) con gusanos arrastrándose en la podredumbre de su boca.
La novela transcurre en gran parte en la zona argentina de la triple frontera, entre la Santa Muerte, el catolicismo y los mitos guaraníes. Una región que llama mucho la atención de Mariana por su alto sincretismo que, explicó la escritora, cada vez llega más a la capital (explora esto en su colección de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego).
El mundo de poder del culto, para Mariana, hace evidente nuestra realidad, que complicamos como si fuera una fuerza mayor, “como si no fuese algo humano lo que está sosteniendo el sistema de poder”.
Mariana Enríquez cuenta que escribió Nuestra parte de noche (2019) preguntándose si podemos escapar del poder de los demonios metafóricos. Esos que todos conocemos: la identidad, la familia y el pasado. Explora esta pregunta a través de una relación padre-hijo (o médium-heredero). “Estaba cansada de escribir sobre mujeres”. El padre es un padre frío, distante y violento. La escritora lo compara con un animal lastimado, “está harto” y puede ser muy peligroso. Es una relación que en lenguaje actual no dudaríamos de calificar de tóxica, donde la violencia es justificada como amor ante un hijo preso de la “fascinación y sometimiento”.
El encuentro fue moderado por María Cecilia Barbetta, compatriota de Enríquez residente en Berlín, que ha encontrado éxito escribiendo en la lengua germana. Medió la conversación desde sus dones muy bien improvisados de intérprete español-alemán, creando un ambiente de colaboración en que los bilingües como ella le lanzaban las palabras de relleno que se le escapaban, cuando no se dirigía a la misma Mariana en alemán (lengua que no habla) en su emoción. Mariana Enríquez tiene un aura casual; se la veía cómoda y necesitaba tirar dos palabras entre las traducciones de María Cecilia para lanzar al público en una ola de risas.
Como lo comprueba el anillo de la Santa Muerte que llevaba puesto, un regalo que su marido australiano le dio antes de ir de viaje, esta entidad es la que más se encuentra en toda la obra de Mariana. La escritora publicó en 2013 una obra autobiográfica, Alguien camina sobre tu tumba, relatando sus viajes por cementerios alrededor del globo. Presta especial atención a las estatuas, su erotismo, el empeño de los humanos en ponerle género a los ángeles —seres, para Mariana, no binarios— y formas extrañas de criptas o lápidas —como las cruces inclinadas en la isla Martín García que han despertado todo tipo de teorías sobre sectas satánicas—, pero su foco principal son las pequeñas historias que se encuentran en estas ciudades de muertos.
Mi favorita es una sobre ella misma: en un capítulo, Mariana Enríquez describe cómo fue a las catacumbas de París y se robó a François, nombre con que bautizó a un hueso que llegó ahí luego de ser trasladado del Cementerio de los Inocentes (que cerró por el olor a podredumbre que había causado en la capital francesa, siendo todos los cuerpos transportados en carruajes nocturnos a las catacumbas).
Mariana Enríquez recalca que tiene un acercamiento personal, y no antropológico, con los temas de su obra. Habló de su tío correntino devoto de la San Muerte, “y bastante borracho”, confesó en una risa, que metía su anillo en la copa de vino para venerarla. La argentina parece más bien divertirse en la exploración de estos temas. Dice, “A pesar de lo que escribo, no soy muy mística”. Le gusta encontrar juegos de palabras. Narró la bella coincidencia lingüística de que, estando gran parte de la trama ambientada en época de dictadura —cuyas víctimas son denotadas “desaparecidos” —, el español habla de “apariciones” cuando se trata de fantasmas.
La escritora argentina ha sido galardonada con el Premio Herralde por Nuestra parte de noche. Su colección de cuentos, Las cosas que perdimos en el fuego, ha sido traducida a 22 idiomas y premiada con el Ciutat de Barcelona a mejor obra en lengua castellana. Está nominada para el Gran Prix de L´Imaginaire (GPI) en la categoría novela extranjera, al igual que el Nobel de literatura Kashuo Ishiguro. Este mes ha estado en Francia, Noruega y Alemania. Su gira culminó en abril en España, donde presentará la reedición de su primera novela, Bajar es lo peor.
Nota corregida por Agustina Cruz
Editada por Lado|B|erlin.