Todos decían que la tía Alba estaba loca porque siempre estaba hablando sola. En realidad no estaba loca. Sólo era vieja y le gustaba escucharse para no perder el hilo de sus pensamientos.
-Tía Alba, deja ya de hablar sola. Que asustas a los niños.
-¿A los niños o a los grandes, Cassandra querida? ¿En realidad a quién asusto más?
-Qué cosas dices tía Alba. Eres imposible. Esto de vivir alejada del pueblo, te está trastornando. Bueno, ¿Puede quedarse Lluvia contigo esta tarde? Tengo una reunión muy importante.
-Claro, que se quede. Ya sabes que no hay problema.
-Pero nada de hacer cosas extrañas, por favor. La última vez me disteis un susto de muerte cuando os encontré vestidas de hojas secas y cubiertas de hollín. Parecíais seres de ultratumba.
-Estábamos jugando. Y de eso íbamos disfrazadas ¿Verdad, Lluvia?
Lluvia asintió. A ella la tía Alba no le daba ningún miedo. De hecho le parecía la persona más interesante de su vida.
-Bueno, pero esta vez haréis algo más relajado. ¿Me lo prometes?
-Sí mujer. No tengas apuro. Veremos la tele y beberemos cacao caliente. Las pociones mágicas las dejaremos para otro día- dijo guiñándole a la pequeña Lluvia y levantando la mano derecha como si hiciera un juramento.
-Oh, eres imposible. Mejor me marcho.
Dio un beso a la niña y se fue con cara de exasperación. La tía Alba se quedó pensativa unos segundos. Después fijó su mirada en la niña.
-Lluvia, querida. Tienes un nombre muy bonito. ¿Te has parado a pensar que tipo de lluvia eres?
A Lluvia le gustaba mucho escuchar las historias que le contaba su tía, pero nunca habían hecho referencia a ella. Aquella pregunta la dejó perpleja.
-Ya sabes. Hay lluvias muy diferentes. Las hay tan suaves que las sientes en la piel como si fueran agujitas que te rozan. Es el tipo de lluvia a la que te gusta exponerle la cara y dejar que te la vaya mojando despacito como si fuera una caricia de un ser querido. La gente del norte la llaman chirimiri. Es una lluvia que apenas moja, pero refresca.
Otras son intensas y breves. Te calan de la cabeza a los pies en treinta segundos después paran tan rápido como empezaron. Se llaman chaparrones. Son muy típicas del verano, cuando hace calor y de repente aparece una nube despistada que ya no puede más con todo el agua que lleva dentro y tiene que soltarla de golpe. Como cuando llevas mucho tiempo aguantando el pis y estás esperando a llegar a casa para hacerlo tranquila.
También están las lluvias de otoño e invierno. Esas que duran un rato. Suelen empezar suavecito y luego van cogiendo fuerza. Son las que forman charcos para que te puedas meter en ellos con las botas de goma y saltar o chapotear.
Y por último está la lluvia que viaja acompañada con rayos y truenos. Es la lluvia que parece enfadada. La que arranca árboles, estropea cosechas, mata al ganado, hace crecer los ríos o mares para que se desborden y se mete en las casas de la gente provocando lágrimas. Es una lluvia destructiva que puede aparecer en cualquier momento de la vida.
Y quizás haya alguna lluvia más que se me haya olvidado. ¿Sabes cuál eres tú?
-No, no lo sé – contestó muy interesada la niña.
-Pues tendremos que averiguarlo. ¿Qué te parece si dibujas todos los tipos de lluvia? Si las ves, te ayudará a decidir.
A la niña le pareció muy buena idea y se pasó el resto de la tarde dibujando.
Cuando su madre fue a recogerla para la cena, aún la encontró enfrascada coloreando.
-¿Qué es todo esto?
-Es una investigación que estamos haciendo.
Como lo único que vio eran dibujos, no tuvo nada que objetar.
-¿Puedo volver a traerla mañana?
-Claro, así podremos seguir con nuestro proyecto. Lluvia, ¿Quieres llevarte los dibujos o prefieres dejarlos aquí?
-Me los llevo. Así puedo ir pensando.
-Estupendo. Pues os espero mañana a la misma hora.
-Gracias, tía Alba.
Madre e hija se marcharon. La niña llevaba sus dibujos en una carpeta sujetada muy fuerte a la altura del pecho, para que no se le perdieran.
Al día siguiente, nada más llegar, Lluvia desparramó todos sus dibujos sobre la mesa del salón de tía Alba y se puso a pintar. Se madre se marchó muy contenta viéndola tan aplicada.
Cuando terminó, los miró un buen rato y luego empezó a hablar:
-Yo creo tía Alba, que de momento, soy como el chirimiri ese suavecito. No se me escucha mucho, soy agradable y no molesto.
Aunque a veces -dijo poniéndose muy colorada- me siento como una de esas lluvias que vienen acompañadas de rayos y truenos. Cuando mis hermanos me hacen rabiar o cuando en el colegio me castigan por algo que yo no he hecho. Lo que pasa es que sólo lo siento por dentro, nadie lo nota y por lo tanto, no destruyo nada. Pero sospecho que no va a ser siempre así ¿verdad? Algún día explotaré y eso me asusta un poco. ¡No quiero destruir aldeas!
La tía Alba rió muy bajito sin que Lluvia la oyera.
Los chaparrones me recuerdan a mi madre. A veces se enfada con nosotros un montón por una cosa sin importancia y después dice:
-Perdonar si me he pasado un poco, es que necesitaba descargar.
Pero eso a mí de momento no me pasa.
Y nos quedan esas lluvias que empiezan suaves, después aumentan su intensidad y al final forman charcos para que nos divirtamos, me recuerdan al colegio. Los primeros días trabajamos un poquito, luego vamos trabajando cada vez más y por último, cuando llega el verano vamos a la piscina o a la playa para pasarlo bien.
No sé, creo que al final lo he mezclado todo un poco.
-Has razonado muy bien, querida, pero ¿Has llegado a alguna idea final?
-Mmmm ¿Qué puedo ser todas las lluvias a la vez?
La tía Alba aplaudió.
-Eso es, Lluvia. ¡Has descubierto el secreto! Todas esas lluvias y otras en las que no hemos pensado, están dentro de ti e irás siendo una u otra según lo necesites en tu vida. Eso es crecer. Somos muchas personas a la vez. En tu caso, eres muchas lluvias a la vez.
-¿Y en tu caso? ¿Qué quiere decir Alba?
-Alba, mi niña, es la primera luz del día, así que
-Eres muchas luces diferentes a la vez. Ahora fue Lluvia la que aplaudió.
-Sí. Muchas luces y muchas sombras, niña mía -dijo la tía Alba acariciándole la cabeza- pero eso ya lo hablaremos otro día. Ahora vamos a merendar.
Isabel María Lobato Jiménez
Me encantan las palabras desde que era una niña. Conocer sus significados, escuchar su musicalidad, contar historias con ellas. Cuando tomé la comunión, el regalo que más me gustó fue un diario. En él empecé a escribir pensamientos y sucesos. Con el tiempo también lo usé para comenzar una novela, emulando a Enyd Blyton y sus Mellizas en Santa Clara. En la adolescencia mantuve el diario y comencé a escribir relatos cortos. He seguido escribiendo siempre de una u otra forma. Me gusta contar historias. Es una hermosa manera de viajar a otros mundos y a otras vidas. Y también una manera de compartir.