El día que mi abuela se retiró de aquella vieja y carbonosa cocina de obreros, lo primero que hizo fue comprarse una gallina esquelética. En un pequeño patio comenzó a criarla. Y justo como aquel viejo coronel, que esperaba una pensión y mantenía el gallo de su hijo muerto a base de misericordia; mi abuela la conservó, siendo aún más infeliz que aquel hombre.
Un día mi madre perdió el trabajo. El hambre comenzó a azotar como capataz y los augurios de esperanza desaparecieron. Cuando el hambre fue mucha, mi madre propuso matar la gallina, pero mi abuela dijo que no, y durante tres meses entre nosotros estuvo el dolor de los estómagos vacíos.
– ¿Qué comemos? – le decía mi madre todos los días.
-Hoy seguro la gallina pone un huevo.
Y nunca lo ponía.
Una tarde insospechada cuando a mi abuela se le colmó la paciencia de tanta preguntadera, y, justo como aquel coronel, en un acto sublime, dijo:
– ¡Mierda!
Entonces, no aguantó más y le torció el cuello a mamá.
Lester F. Ballester
Cubano, estudiante de 4to año de Comunicación Social. Mención en poesía en el concurso Tomasa Varona (2013). Premio provincial del concurso Leer a Martí. Ganador del concurso internacional Planeta Cuba, (2015). Finalista del II concurso internacional de mini cuento Abriendo Puertas (2015). Es Miembro de Honor del proyecto Grafomanía en Guantánamo. Premio en el concurso Grafomanía en cuento (2016). Mención en el concurso internacional de minicuentos ¨El Dinosaurio¨ (2018).