El otro día esperaba en la cola del supermercado y yo, con mis ansias -a deconstruir- miraba la larga cola que había. “¡Todo esto para un vino que voy a comprar!” Ahora con esto del carrito obligatorio y del distanciamiento social los alemanes han perdido su generosidad de dejarte pasar por la-ley-de-menos-productos.
Un metro de distancia más un carrito de por medio me daban la impresión de varios minutos de mi vida perdidos. Sí, un metro de distancia y un carrito de por medio, eso. Pero realmente eran cuatro personas las que están esperando -ahí mi percepción cambió-. De haber sido en tiempos pre-aislamientos hubiera sido una corta espera mental.
Mental, porque realmente el tiempo pasa antes. Esa distancia da la sensación de larga espera, y en cambio me sorprende la velocidad con la que pasan los sucesos. No porque haya más distancia el tiempo es más largo. El tiempo es como siempre relativo.
Relativo, ¡que se lo digan a todos aquellos los que como yo sufrían de ‘F.O.M.O! (Fear of Missing Out something). Por su traducción del inglés el miedo a perderse algo es una de las enfermedades que percibí estar sufriendo antes de la llegada del virus: es sábado y estoy en una ciudad dinámica como es Berlín, mi amigo mexicano me cuenta que hay fiesta de Cumbia en el Hangar 49, mi amiga italiana me invita a cenar y a chillear pero hay una fiesta psicodélica esta noche a las afueras de Berlín. ¿Qué hago? ¡Tengo amigos en todos los sitios! ¡Todos los planes me resultan increíbles! Estrés, agobio, FOMO. No me quiero perder nada, quiero estar en todos los lugares y tengo que hacer el conocido coste de oportunidad cada sábado. Tengo que poner en la balanza que es lo que pierdo al tomar una decisión.
Este dinamismo sumado a todo lo que proporciona el mundo virtual estaba haciendo que mi ritmo vital no fuera sostenible. Es mucha la energía y tiempo consumidos -muchas veces inconscientemente- cuando Facebook me avisa que tres de los eventos a los que indiqué me interesa/asistiré están sucediendo en este mismo momento. Es un piloto automático de decisiones frenético.
La cuarentena llegó y con ella el momento de introspección (y los yogas y las videos parties y los cantos con los vecinos y los talleres online…) pero también algo se fue. Se fue esa necesidad de estar sobrecargada de opciones en el mismo día y a la misma hora.
Ahora mi calendario ha cambiado, ya no es lunes o martes, ahora es mañana tarde y noche. Estoy activando mi reloj biológico y con ello mi capacidad de manejar el tiempo, mis intereses y mis necesidades a mi manera. Porque el tiempo es relativo. Porque ahora yo elijo cuando quiero que pasen mis opciones y no cuando facebook ni la cantidad-de-opciones-pasando-al-mismo-tiempo me lo recuerden.
Alicia Morán
Alicia Morán (Badajoz, 1992) tras graduarse en Derecho y Administración y Dirección de Empresas, decidió abogar el camino del autoconocimiento y explorarse en distintas artes. De ahí llegó al arte de la escritura, el que quiso habitar por encontrar en él su elemento y a la vez decidió también fomentar que otros lo habitaran a través del proyecto Pasajero del Muro, una iniciativa de eventos de micrófono abiertos de poesía en español y laboratorios de escritura creativa basados en la escritura como autoconocimiento que lleva a cabo hace dos años en Berlín. Combina esto, con otros proyectos personales de emprendimiento y desarrollo de pasiones. Publicó su primer poemario en diciembre del 2019 La búsqueda (editorial cuatro hojas) y autopublicó un foto-libro poemario “Mis adentros”.