La ropa sucia asomaba por encima del cesto, mi Everest, otro 8000 sin bombonas de oxígeno. La ropa sucia también acampaba por el suelo y se escondía entre las sábanas, también sucias, llenas de migas de pan, de a saber cuántas noches, que se pegaban a mi piel, sucia. Tumbada en la cama, arropada por los restos de comida, observaba mi pequeño 8000 a escala ¿me atreveré a intentarlo hoy? ¿cara norte o cara sur?
Esta vez, por lo menos, intentaría no ponerme los crampones al revés, que lo mancho todo de sangre y, como ya he dicho, bastante sucio está todo.Sigo en la cama, ese maldito montón de ropa sucia me tiene alienada. Paso mi lengua por mis dientes, tienen tacto aterciopelado, están desordenados, como si hubieran olvidado los tres años de ortodoncia, como si en ellos también estuvieran naciendo pequeños ocho miles. La vida me obliga a escalar, la vida crea paredes a mi alrededor. ¿La vida o yo?
Vuelvo a mirar a mi Everest: salir de la cama, diez pasos hasta la lavadora, abrir la puertecita, introducir a mi Everest en su interior, estirar el brazo, añadir el jabón, estirar el brazo, añadir el suavizante, estirar el brazo, introducir el trocito de tela que hace que no se destiña, que luego los glaciares se me colorean de rosa, estirar el brazo, cerrar la puertecita, estirar el brazo, pulsar el ON, que comience el terremoto y diez pasos hasta la cama. Apenas me queda ropa limpia, el vestido de aquella boda y ese otro de la comunión de aquel niño hijo de no sé qué prima segunda.Vuelvo a mirar a mi Everest intentando que mi hazaña se me antoje cotidiana, intentando ser sherpa. Miro mis manos; llena de migajas, no son manos de escaladora.
Decido acampar en Netflix, como quien se intenta aclimatar a los 6000 metros, sabiendo, por experiencia, que podría perder varios dedos por congelación; como aquella semana de agosto, en plena ola de calor, en la que perdí el meñique del pie izquierdo y me dio igual. Intento centrarme en la pantalla, como si de una meditación se tratara, esperando que el Everest se convierta en un puñado de ropa sucia y arrugada arrastrable esos diez pasitos hasta la lavadora. Vuelvo a Netflix, empezaré con una maratón, una no puede escalar un 8000 si no entrena antes.