¿Cuál es la llegada que tiene hoy en día el cine centroamericano en el mundo? María Lourdes Cortés ha trabajado durante muchos años investigando la producción cinematográfica de la región y comparte sus mirada con Charo García Diego en entrevista exclusiva con Lado|B|erlin.
“No existíamos en las pantallas.”
María Lourdes Cortés es historiadora de cine costarricense y centroamericano, Cátedra Humboldt 2017 de la Universidad de Costa Rica. Fundadora de la Escuela de Cine y Televisión de la Universidad Veritas. Directora del fondo de Fomento audiovisual de Centroamérica y Cuba de la extinta (CINERGIA). Poseedora de múltiples premios entre los que destacaríamos el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de Ensayo en 1999 y en 2005. Es autora de Amor y traición: cine y literatura en América Latina (1999), y El espejo imposible. Una historia del cine costarricense (2002). El Gobierno de la República de Francia le ha otorgado el grado de Caballero de la Orden de Honor al Mérito (2005).
Charo García Diego: ¿Qué opinión tiene acerca de la visibilidad del cine centroamericano en el extranjero durante el primer tercio del siglo XXI?
María Lourdes Cortés: Cuando inicié mis investigaciones sobre cine costarricense (El espejo imposible. Un siglo de cine en Costa Rica, San José, Fárben grupo editorial Norma, 2002) y el cine centroamericano (La pantalla rota. Cien años de cine en Centroamericano, México, Taurus, 2005) me di cuenta de que no se sabía nada de nuestra región. Hubo un cine -sobre todo documental- que se dio a conocer en festivales, y que trataba el tema de los conflictos políticos en la región: guerras civiles en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, y lucha por la soberanía del Canal de Panamá en dicho país. Incluso Costa Rica tuvo un Departamento de Cine (posteriormente Centro Costarricense de Producción Cinematográfica) que realizó varios documentales sobre los problemas más acuciantes del país. En Panamá y Nicaragua se fundaron institutos de cine y El Salvador recibía mucho apoyo internacional. En Guatemala el horror del genocidio impidió que esos momentos fueran grabados.
“Países como Costa Rica y Guatemala -que son los que producen más en la región- todavía no cuentan con una Ley de fomento a la Cinematografía, lo que dificulta más la situación.”
Sin embargo, a partir de las firmas de los convenios de paz, este cine desapareció. Un ejemplo es que, durante la década del 90, solo se realizó y exhibió un largometraje de ficción en toda la región: El silencio de Neto, del guatemalteco Luis Argueta (1994). Es decir no existíamos en las pantallas.
A partir del 2000 se empezaron a realizar algunos filmes de ficción y documental, pero en ninguno de los países del área había ni leyes, ni fondos de apoyo al audiovisual. Empezaron a surgir las muestras y festivales, las escuelas de cine y en el año 2004 fundé el primer fondo de fomento al audiovisual de Centroamérica y Cuba, Cinergia. Empezamos a visibilizar la región como un todo y a profesionalizar la producción para que los productores/directores pudieran pedir apoyos también en Europa. Paulatinamente empezó el Estado a apoyar de diferentes maneras y la producción comenzó a crecer. Con Cinergia y con mi libro, mi objetivo era poder hacer ver justamente que “el cine centroamericano” existe y creo que eso se logró, no al nivel que uno querría, pero poco a poco nuestro cine participa en más festivales, gana premios y reconocimientos, creo que es un proceso que no se detiene.
CGD: ¿Qué aprendió en su paso como directora de Cinergia (Fondo de fomento al audiovisual de Centroamérica y el Caribe) y del Centro Costarricense de Producción Cinematográfica?
MLC: Muchísimo, las dos experiencias son muy distintas. Dirigir el Centro de Cine fue enfrentarme a los problemas de la administración pública y a las limitaciones de la gestión.
Con Cinergia fue todo lo contrario, era la posibilidad de hacer cosas concretas, desde el fomento directo a nivel económico que se le podía ofrecer a un proyecto para que avanzara o se terminara, hasta los talleres, las asesorías y la invitación de profesionales de prestigio que vinieron a compartir sus experiencias. Tuvimos gente como Lucrecia Martel, María Novaro, Donald Ranvaud (productor de Ciudad de Dios, entre otras), Senel Paz, programadores del IDFA, la Berlinale, la Quincena de Cannes, el festival de Toronto, entre muchos más, los que impartieron charlas o talleres, o simplemente “descubrieron” nuestro cine, como en el caso, para poner un solo ejemplo, de Ixcanul, de Jayro Bustamante. Fue aquí donde el programador de la Berlinale vio la película sin terminar y lo invitó al Festival, en donde ganó nada menos que el Oso de Plata.
“Tenemos otro problema fundamental, y es que no contamos con dinero ni voluntad política para financiar un adecuado mercadeo y promoción de nuestras películas.”
CGD: Usted, en el año 2017, organizó dentro del marco de su universidad, Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica (UCR), el Primer Congreso de Cine Centroamericano, ¿Cuál ha sido la aportación fundamental de dicho evento? ¿Para cuándo un segundo Congreso de Cine Centroamericano?
MLC: En vista de que mi trabajo de gestión directa al fomento del cine de la región había terminado con el cierre de Cinergia en el 2015, regresé tiempo completo a la docencia y la investigación. En el 2017 gané una especie de beca -la Cátedra Humboldt- que consistía en un año dedicado exclusivamente a la investigación y al final de ese año tenía que hacer una actividad. Pensé que ya había suficientes investigadores estudiando el cine de la región y pensé en este I Congreso Internacional de Cine Centroamericano. Mi idea era poder reunir investigadores del tema, pero también algunas personas del medio de la producción audiovisual, es decir, unir a los investigadores y a los productores/realizadores.
Estimulé a alguna gente a que trabajara películas centroamericanas, pero vinieron otras personas que yo no conocía y que estaban interesadas en el cine de la región. De allí surgió un dossier con algunos artículos publicado en la revista digital Istmo, y un libro que ya está por salir y que edité con la Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Creo que el aporte no solo fue reunirnos a hablar desde la academia del cine regional -una vez más visibilizarlo-, así como diversas investigaciones que están en proceso de salir. Yo pretendía que hubiese un segundo congreso en el 2019, pero preferí esperar a que saliera el libro con las ponencias del primer congreso, pero el libro se ha demorado mucho.
El próximo año, a partir del Bicentenario de la Independencia de Centroamérica, se va a realizar el “Congreso Internacional del Bicentenario: retos y perspectivas del futuro de Centroamérica”, de manera virtual, en el cual yo voy a tener un importante espacio para armar varias mesas de discusión sobre el cine centroamericano. De alguna manera es como un segundo congreso.
CGD: Es usted investigadora, productora, escritora y gestora cultural, ¿en qué función siente una mayor compensación a nivel personal?
MLC: Es difícil, la gestión me ha dado muchas satisfacciones y aprendizajes, pero a nivel personal sin duda en la investigación.
CGD: Centroamérica tiene un problema añadido en el consumo de su cine propio provocado por su cercanía con Norteamérica quien monopoliza las programaciones cinematográficas, ¿Cómo piensa usted que esto podría resolverse?
MLC: No le veo solución. Todas las salas de cine del país, refiriéndome solo a Costa Rica -excepto dos que tienen un público limitado y cautivo- proyectan cine de Hollywood, ni siquiera cine independiente de los Estados Unidos. Esas mismas cadenas de multicines están en toda la región, con la misma programación. Y esto dudo que pueda cambiar.
Con las nuevas plataformas se abre más el panorama y hay posibilidades de acceder otro cine (incluyendo las series, por supuesto). Éxitos como el de La casa de papel, por ejemplo, y algunas otras series españolas, han permitido que el público vea que existe otro audiovisual más allá de Hollywood y, quizá alguna producción nuestra pueda colarse entre la cantidad de producciones que existen.
El próximo año, a partir del Bicentenario de la Independencia de Centroamérica, se va a realizar el “Congreso Internacional del Bicentenario: retos y perspectivas del futuro de Centroamérica”,
Sin embargo, tenemos otro problema fundamental, y es que no contamos con dinero ni voluntad política para financiar un adecuado mercadeo y promoción de nuestras películas. Entonces quedamos siempre en un segundo plano y para un público reducido, ya que incluso dentro del cine latinoamericano somos “la periferia de la periferia” y no podemos competir con industrias como la de Argentina, México o Brasil, o incluso Chile y Colombia.
Países como Costa Rica y Guatemala -que son los que producen más en la región- todavía no cuentan con una Ley de fomento a la Cinematografía, lo que dificulta más la situación.
CGD: Las masacres indígenas han sido llevadas al cine por los documentalistas, mujeres y hombres, en el triángulo de violencia que forman Guatemala, El Salvador y Honduras al que podríamos unir a Nicaragua. En su mayoría estos documentales han sido realizados por mujeres; las guatemaltecas Ana Lucía Cuevas, Ana Bustamante, Anais Taracena, Izabel Acevedo; las salvadoreñas Marcela Zamora, Brenda Vanegas, Tatiana Huezo; las hondureñas Katia Lara y Laura Bermúdez y las nicaragüenses Gloria Carrión, Mercedes Moncada y Rossana Lacayo, ¿A qué se debe este fenómeno, no común en general, de que sean las mujeres las que acometan dichos temas?
MLC: Es interesante tu pregunta. No lo tengo claro, pero históricamente las mujeres son las encargadas de cuidar la memoria familiar y social. En muchos casos, estas cineastas son las hijas y hermanas de desaparecidos y torturados (Ana Lucía Cuevas, Ana Bustamante, Marcela Zamora y Gloria Carrión, por ejemplo) entonces es coherente que sean ellas quienes tomen la cámara. Justamente este tema -el de la construcción de la memoria en el cine centroamericano actual- es mi próximo proyecto de investigación. Quizá después de este trabajo te pueda contestar mejor.
Sin embargo, en el campo de la ficción, es un tema que ha sido trabajado por realizadores varones: En Guatemala Rafael Rosal con Las Cruces. Poblado próximo (2006), Julio Hernández- Cordón con Polvo (2012), Sergio Ramírez con Distancia (2012) Jayro Bustamante con La Llorona (2019) y César Díaz con Nuestras madres (2019), entre otros. Tenemos también trabajo documental sobre las masacres de Carlos Henríquez Cosalvi en El Salvador.
Por otra parte, no podemos olvidar la invasión de los Estados Unidos a Panamá en diciembre de 1989, tema que ha sido abordado por Abner Benaim en el documental Invasión (2014), así como Enrique Castro Ríos con Diciembres (2018).
“Con Cinergia y con mi libro, mi objetivo era poder hacer ver justamente que “el cine centroamericano” existe y creo que eso se logró, no al nivel que uno querría, pero poco a poco nuestro cine participa en más festivales, gana premios y reconocimientos, creo que es un proceso que no se detiene.”
CGD: Podría dar la impresión, que en su tierra Costa Rica, son las mujeres las que más cine de ficción realizan, siendo los directores los que hacen más películas. ¿A qué piensa usted que se debe esta falsa impresión que, no deja de llamar la atención cuanto menos?
MLC: Lamentablemente todavía los varones son los que realizan más películas en general. De 70 ficciones estrenadas en Costa Rica desde el año 2001, solo 18 han sido realizadas por mujeres. Pero, en efecto, son estos filmes los que más premios y reconocimientos han recibido. Y es que estas películas realizadas por mujeres tienen narrativas y estéticas más personales, más sensoriales incluso, que tienen mucha más aceptación en festivales internacionales, por lo que se han dado a conocer mejor. Ishtar Yasin con El camino fue la primera persona en presentar su película en el festival de Berlín y luego también lo hizo Laura Astorga con Princesas rojas, y tuvieron una visibilización importante. Después Paz Fábrega con Agua fría de mar gano el Tigre de Oro en el festival de Rotterdam, Sofia Quirós con Ceniza negra llego a la quincena de realizadores, Valentina Maurel conquistó el premio Cinéfondation en el Festival de Cannes. Antonella Sudasassi llegó finalista a los Goya con El despertar de las hormigas. No hay en Costa Rica, ningún hombre que haya tenido esa visibilidad y esos logros, ¡verdad! Es por ello que ellas son más conocidas. Pero las películas más taquilleras, o que la gente reconoce más en el país, sin duda, son las realizadas por directores hombres.
CGD: ¿En qué momento supo que dedicaría gran parte de su tiempo, profesional y de ocio, al cine y la literatura?
MLC: Cuando entré a la Universidad quería estudiar historia, pero revisando la malla curricular de literatura me interesaron mucho las diferentes literaturas que se enseñaban: griega, latina, española, costarricense. La verdad, estaba apasionada por lo clásico, sin embargo, le veía pocas posibilidades laborales. Durante la mitad de mi carrera, sentía que necesitaba algo más que solo la literatura e intenté el teatro, las marionetas y la danza, pero creo que no tenía talento para poner el cuerpo en la escena.
Sin embargo, realicé mi tesis de licenciatura en dramaturgia costarricense. Una vez graduada, no obstante, me invitaron a formar parte una productora audiovisual, básicamente para producir publicidad. No obstante, pronto fui convocada a trabajar en un largometraje nacional, Eulalia (1987). Seguí por esa vía y fui la responsable de figuración en la película El Dorado (1988) de Carlos Saura, realizada en nuestro país. Mi trabajo constaba de conseguir y coordinar a 400 extras que debían parecer españoles de la época. Fue una experiencia muy interesante, no necesariamente positiva, pero sí un aprendizaje sobre cómo se hace una película de esas dimensiones.
Posteriormente fundé mi propia empresa de producción audiovisual con la que produje publicidad, videoclips, documentales institucionales, etc. Y continué trabajando para importantes productoras de publicidad, que era lo que existía en ese momento.
Había dejado el trabajo académico completamente. En el año 90, me di cuenta que el trabajo de producción -aunque lo hacía muy bien, según decían los directores de entonces- me había alejado de la investigación que es lo que me apasiona, así que pude ingresar a la Universidad de Costa Rica a dar clases de literatura.
Cuando pensé en hacer un doctorado decidí unir mis estudios formales en literatura con mi experiencia en el audiovisual, así que propuse un tema en la adaptación cinematográfica de cinco autores de literatura latinoamericana: Borges, García Márquez, Donoso, Fuentes y Puig. A partir de esta investigación surgió mi primer libro, Amor y traición. Cine y literatura en América Latina (San José, Editorial UCR, 1999)
En el año 1991 me fui a París con los ahorros que tenía de los cinco años de trabajo en producción audiovisual, dinero que me alcanzó para realizar los cursos de pre doctorado, sin embargo, me quedé trabajando en una perfumería para continuar viviendo en Francia. No obstante, en el año 1992 gané una plaza en la Universidad de Costa Rica, en la Escuela de Humanidades y tuve que escoger entre seguir vendiendo perfumes en París o empezar una carrera académica.
Sin embargo, no había realizado mi tesis de doctorado, entonces gracias al apoyo del presidente José María Figueres (1994-1998) muy amigo de mi familia, fui nombrada Agregada Cultural en la Embajada de Costa Rica en Francia y, allí, terminé mi trabajo final. Paralelamente, como diplomática realicé un programa de fomento a la literatura centroamericana, Les Belles étrangères-Amérique centrale, que implicó la invitación de 14 escritores de la región, traducción de sus obras, revistas sobre el tema, documentales, lecturas, coloquios. Esta visión desde fuera de Costa Rica y la región, fue la que me dio la perspectiva para, en adelante, trabajar no solo con la cultura costarricense, sino con la regional.
CGD: ¿Quienes son sus directores de cine preferidos? Y ¿Sus actores y actrices?
MLC: Es una pregunta difícil porque me gusta el cine de manera variada que puede ir desde películas de Pixar hasta filmes asiáticos o de Oriente Medio, pasando por directores como Michael Haneke, Polanski y Kieslowski. Como el gran clásico, sin duda Bergman. Pero, por sobre todo, mi cine preferido es el Latinoamericano y hago cualquier cosa para ver una película de la región -ya que como decíamos es difícil acceder a ellas-. Me encanta el trabajo de Arturo Ripstein (estuve a punto de hacer un libro sobre él), del cubano Fernando Pérez, sigo siempre de cerca lo que hace Lucrecia Martel pero también lo que hacen los “tres amigos” (Cuarón, González Iñárritu y Del Toro). Pero lo que me encanta es descubrir nuevos directores y directoras. Acabo de ver una película maravillosa de Sol Berruezo Pichón-Riviéra (Mamá, mamá, mamá), argentina y ando en busca de más directoras mujeres. Y, por supuesto, el cine nuestro, el de Centroamérica.
A nivel de actores y actrices me encantan, de los clásicos, Norma Leandro, Héctor Alterio, Raúl Juliá, Mirtha Ibarra y Daisy Granados, entre otros. Y de los más recientes, Ricardo Darín, Guillermo Francella, Damián Alcázar y entre las actrices Érica Rivas, Mercedes Morán y la espectacular Sonia Braga. Destaco también el trabajo de María Mercedes Coroy, descubrimiento centroamericano de Jayro Bustamente y protagonista de Ixcanul (2015) y La Llorona (2019). Me parece una actriz extraordinaria.
CGD: Cuénteme algo que quiera compartir con los lectores de nuestra revista.
MLC: Que, si bien me dedico al cine y a la literatura, mi gran pasión es la música (la poesía diría yo) de Silvio Rodríguez. Yo siento que la poesía de Silvio me cambió la vida, no lo puedo explicar, pero sin duda la música es el pan de todos mis días. A Silvio lo oigo diariamente: es mi energía y mi tranquilidad.
Foto de portada: ©Daniel-Mordzinski.
Charo García Diego
(Salamanca 1961) es Pedagoga, Socióloga y Psicóloga Social. Organizadora, coordinadora y difusora en los medios de comunicación de actividades culturales desde 1990 en España. Desde sus inicios universitarios, estudia, investiga y escribe crítica de cine. En su currículo consta la organización de diversos festivales de cortometrajes y la semana de cine independiente español. Promueve encuentros entre narradores, poetas y músicos. Sus intereses giran en torno a la difusión de culturas transversales, multipluridisciplinares y versátiles que aporten enriquecimiento formativo a las nuevas generaciones.