En su serie de entrevistas a cineastas centroamericanos, Charo García Diego repasa junto a realizadores contemporáneas salvadoreños como la documentalista especializada en tema de memoria histórica, género y derechos humanos Marcela Zamora Chamorro, Julio López Fernández, La batalla del volcán (2018) y Brenda Vanegas.
Charo García Diego: Me resulta imposible acercarme al cine que se produce en El Salvador sin empezar por un tema tan importante como la memoria histórica y la impunidad, ¿Cuáles han sido sus deseos fundamentales al realizar películas documentales como El cuarto de los huesos (2015) y Los ofendidos (2016) de Marcela Zamora, La batalla del Volcán (2018) de Julio López Fernández y Altares (2020) de Brenda Vanegas?
Marcela Zamora Chamorro
Voltear la mirada y escuchar mi pasado y entender que esos momentos de mi vida me formaron como ser humano, y en ellos encontré identidad, pertenencia y entendimiento. A la vez entendí que, si soy ignorante del pasado y de las personas que lo sufrimos, como sociedad, nunca vamos a poder empatizar como sociedad y con el resto del mundo. Hacer documentales sobre los diferentes conflictos que han transitado mi país (la región) es tener una comunión con el resto mundo.
Julio López Fernández
La batalla del volcán como documental de memoria tiene tres objetivos muy específicos. Primero, ser una película que permita dar a conocer a grandes rasgos los hechos ocurridos en San Salvador en la Ofensiva Hasta el Tope de 1989, que es una historia que apenas había sido contada en cine o en cualquier otra rama artística. Segundo, ser un espacio de diálogo entre veteranos de la guerrilla y del ejército y de la sociedad civil, sobre los odios del pasado y los dolores del presente generados por la guerra. Considero que este diálogo es fundamental como primer paso de la reparación de los daños de la guerra que el Estado salvadoreño no ha asumido, esta película es un aporte en esa dirección desde la trinchera artística y cinematográfica. Tercero, hacer un homenaje a las tres mil personas, entre soldados, guerrillero y civiles, que murieron en la Ofensiva Hasta el Tope.
“Aunque la iniciativa privada podría hacer lo propio para generar una industria comercial de entretenimiento, es el Estado el que debe poner la primera piedra de una infraestructura de producción y difusión de cine como herramienta de cultura, memoria, identidad y pensamiento crítico en nuestro país. “
Julio López
Brenda Vanegas
Siempre que toca hacer una presentación mía me es complicado, porque a la fecha me cuesta nombrarme como cineasta, como directora o escritora, incluso maestra, me parecen palabras muy grandes para mí, prefiero presentarme como una humana que intenta conversar de la manera más sincera con otros humanos por medio de un vínculo que a ambas partes nos emociona y que hay veces que queda registrado en un documental, una película, un relato o un secreto que nadie sabrá.
C.G.D: Desgraciadamente, El Salvador ocupa un lugar muy destacado dentro de la violencia que se ejerce sobre las personas. Tras las secuelas que dejó la guerra, las maras surgen de forma virulenta, las mujeres son agredidas en sus entornos familiares y sociales y los niños sufren todo el peso de la crueldad. El cortometraje Ellos sabían que yo era una niña (2012) de Marcela Zamora; el largometraje Polvo de gallo (2020) de Julio López y el cortometraje Paula (2013) de Brenda Vanegas son un ejemplo. ¿Cómo piensan que se puede caminar de una manera positiva y optimista hacia la erradicación de la violencia de género y la construcción de un espacio renovado para la convivencia?
M.Z.C.: Soy una persona positiva y optimista, añadiría crítica, desde ahí veo el mundo, desde ese lugar decidí, hace muchos años, pararme, sostenerme y contar las historias que me rodean y están en la obscuridad, que muchas casi siempre me han sorprendido, pues he encontrado en esas cuevas la luz más intensa, las ganas más grandes de vivir, el espíritu más potente de cambio, el amor más desinteresado, la solidaridad más sólida, la lágrima más dolorosa, el silencio más profundo que, es el motivo principal por el que cuento estas historias. Las tinieblas no son completamente obscuras, si encontramos las luces y las reflejamos en el espectador, no hay manera de que este no sienta empatía con los personajes, de ahí nace el cambio para mí, de la empatía que mis películas (las películas) generen en el público. Me interesa contar la obscuridad vista desde la luz.
J.L.F.: Erradicar la violencia de género, en particular, y la violencia social, en general, en El Salvador, requiere un esfuerzo monumental desde el Estado y la sociedad civil para reducir las desigualdades que generan las exclusiones sociales, económicas, culturales y políticas en la que vive la mayor parte de la población salvadoreña. Como cineastas podemos contribuir a este esfuerzo generando discursos cinematográficos que señalen, retraten y reflexionen los temas relacionados con las causas o efectos de esta desigualdad. Pero el cambio lo deben proponer los gobiernos y una ciudadanía crítica y organizada.
B.V.: Yo pienso en la ternura, la poesía, las flores como venganza al dolor, a las heridas. No veo para mi otra manera de navegar tanta amargura. Intento por todos los medios que puedo que, el alma no se me amargue, que dentro de tanta sangre que se ha derramado haya bálsamos y aguas calmas en forma de conversación, de mirada y de abrazo. Los humanos cada vez menos nos abrazamos con el alma, como dicen ser los apapachos. Ser firmes para decir lo que pasa y lo que duele y luego secarte las lágrimas para poder ver mejor las posibilidades humanas y a los humanos que están dispuestos a poner calma y amparo.
C.G.D: Resulta sensato y de agradecer el que ustedes tres contemplen personajes protagonistas de mujeres de una edad avanzada, no común en el cine, en María en tierra de nadie (2011) Marcela Zamora, Días de luz (2019) Julio López y Volar (2019) Brenda Vanegas. A través de sus historias dan vida de manera relevante a las abuelas en sus diferentes situaciones de vida. ¿De dónde creen que proviene su necesidad de mostrarlas en el cine?
M.Z.C.: Como me dijo un personaje de El cuarto de los huesos, una abuela: “Nosotras somos las eternas madres, las que nunca dejamos de criar, criamos a nuestros hijos, a los hijos del vecino, a nuestros nietos y a nuestros bisnietos también, no tenemos derecho al descanso”. Las abuelas son la base de la sociedad y son las personas con menos cuido en El Salvador, las que no cuentan, las que no importan, las quejonas, las de mal carácter, las que estorban cuando no están criando los hijos de otros, otras según esta sociedad. Junto a las mujeres, las abuelas sostienen este país, pues las abuelas cuidan mientras las madres trabajan o migran, pues la mayoría de hombres en este país: se desentendió de la familia, migró, se metió a una pandilla, está en la cárcel o está muerto.
J.L.F.: La historia que escribí y dirigí para la película ómnibus de Días de Luz es un homenaje a mi abuela Pía y un apunte sobre la inexorabilidad de la muerte.
B.V.: Cuando mi abuela materna murió, en realidad la única abuela con la que tuve una relación fuerte, yo tenía apenas 19 años, murió sin siquiera que, a mí se me hubiera cruzado por la cabeza que, la iba a perder tan repentinamente. Con el tiempo, mientras yo crecía me di cuenta que cuanto más mayor me hacía más ganas tenía de tenerla viva y poder preguntarle por sus dolores, por sus silencios por sus llantos calladita que, solo vi y que no pregunté nunca por ellos. Las mujeres mayores son para mí la memoria más bonita, más pura, más genuina que tenemos, cuando ellas se mueren los pilares de las familias se tambalean y se caen, algunas se logran poner de nuevo en pie, otras no lo logran, para mí son eso, pilares y me interesan mucho conocerlas para aprender de ellas.
C.G.D: Existe una tendencia en el cine Centroamericano a formular propuestas fílmicas que, mezclan ficción con imágenes obtenidas de la cotidianidad, al igual que, pasar de lo onírico a la realidad que se impone. ¿Qué pretensión ha existido en sus trabajos cuando se ha producido esta transición?
M.Z.CH.: Yo creo que la línea que divide la ficción del documental es el mero contrato que hace el espectador al entrar a la sala de cine o al recinto en el que verá una película. Si es ficción, sabe que es ficción, si es un documental entenderá que es un retrato de una realidad y debido a ello cualquier herramienta cinematográfica que se utilice en ficción se puede utilizar en un documental.
J.L.F.: En mi largometraje de ficción Polvo de Gallo juego con esta mezcla de ficción y documental y quisiera seguir explorándola en mis proyectos de futuro. Esa mezcla me permite no solo experimentar con mucha libertad las posibilidades del lenguaje cinematográfico si no enfatizar artísticamente lo absurda y terrible que puede ser nuestra sociedad.
B.V.: Para mí es inevitable esta mezcla, creo que vibro con la ficción mucho más que con el documental, sin embargo, me doy cuenta que en mi cotidianidad veo cada situación como una escena que luego nutren mi escritura y mi puesta en escena, no puedo dividirlos. No ha sido un acto consciente para mí, me he descubierto haciendo documental y acabando haciendo una ficción y haciendo una ficción y luego pensar mucho en cómo fue exactamente aquella escena que inspiro algo en el guion. Cuando pienso en mí misma, creo que también vivo de esta manera, con cosas que me pasan sin que la premedité y otras en las que conscientemente me hago entrar en una escena pensando en las posibilidades de esa situación particular. En todos los casos intento sentir de manera genuina. Sentir de manera genuina la ira, la furia, el dolor, pero también la paz, el perdón, la esperanza.
C.G.D: De todos sus trabajos realizados hasta el momento, ¿De cuál se sienten más satisfechos?
¿Por qué?
M.Z.CH.: De todos. Pues cada uno es único pues representa un momento de mi vida. Recordemos que el documental es un discurso del director sobre una parte de una realidad que observa. Si a mis 40 años hiciera de nuevo María en tierra de nadie sería un documental muy distinto. Siento orgullo de cada documental que he hecho y de cada uno de mis personajes.
J.L.F.: Sin duda de La batalla del volcán, pues en este proyecto he invertido nueve años de trabajo para generar un aporte que considero valioso para la memoria y diálogo sobre la guerra civil salvadoreña. Es un aporte que he querido que ayude a mirar nuestro pasado para entender nuestro presente e imaginar nuestro futuro. Con este proyecto hemos producido una película, un docuweb, una exposición museográfica y diversas publicaciones e intercambios académicos.
B.V.: Es complicado, porque tengo muchos proyectos que aún no acabo y pensar en ellos de esa manera no me hacen saber exactamente cómo han de quedar al final del camino, aunque lo intuyo. Creo que, en mi caso, Las cartas de Lucía, película que apenas alcanza el primer ensamble en montaje, siento que será la que más amores me dará de regreso. Es un encuentro a mi infancia donde el dolor y la fantasía de la inocencia se encuentran, cuando hice esta película no tenía idea que me estaba en muchas escenas contándome a mí misma también.
C.G.D: ¿Qué necesita el cine salvadoreño y sus directores para poder caminar con determinación con el común de las cinematografías universales?
M.Z.CH.: Creo en un cine regional, centroamericano, creo que la mayoría de cineastas activos, activas en El Salvador, tenemos una esencia centroamericana, como región tenemos mayores posibilidades de posicionarnos en la industria del cine universal, como lo está haciendo en estos momentos Jayro Bustamante de Guatemala con su película La llorona, toda Centroamérica se siente orgullosa, nos identificamos con esa película, y la sentimos nuestra. Somos países muy pequeños, pero juntos somos muy grandes.
J.L.F.: Necesita de la misma infraestructura estatal que han tenido otras cinematografías para desarrollarse y ser sostenibles: leyes de cine que aseguren desde el Estado procesos de formación académica (con una escuela nacional de cine), producción (con fondos para hacer películas), distribución (con una cineteca nacional y plataformas digitales de difusión) y conservación (con archivos que resguarden y estudien nuestra memoria audiovisual). Aunque la iniciativa privada podría hacer lo propio para generar una industria comercial de entretenimiento, es el Estado el que debe poner la primera piedra de una infraestructura de producción y difusión de cine como herramienta de cultura, memoria, identidad y pensamiento crítico en nuestro país.
B.V.: Seguir creando, seguir creyendo, seguir genuinamente sintiendo, no perder el rumbo, no perder la emoción genuina del momento que nos gatillo un día dedicarnos con el alma y bajo cualquier consecuencia dedicarnos a esto. Muchas veces reviso mis cartas de intención de mis proyectos ya sea porque necesito retomar el rumbo o porque alguien me lo hace recordar y eso a mí me da enfoque. Otra cosa imprescindible es nutrirnos como artistas, leer más, ir a museos y a mercados, conversar más con las personas en el bus, ser menos ¨artistas¨ para ser mejore personas y mejores artistas.
C.G.D: Cuándo toque el relevo generacional que toda vida conlleva, ¿Qué ayudas desean que encuentren los directores salvadoreños futuros que ustedes no tuvieron?
M.Z.CH.: Apoyo a la formación académica, una ley de cine, fondos gubernamentales bien diseñados por conocedores del tema, cines que apuesten por la cinematografía nacional o regional, salas de cine independientes que proyecten películas del mundo para aprender los diferentes lenguajes con los que se hace cine en el mundo, una cinemateca.
J.L.F.: Las leyes de cine que mencione en la pregunta anterior.
B.V.: Más allá de lo que no tuvimos físicamente o financieramente, les deseo más libertad, un encuentro y una aceptación más rápida de quienes son sin miedos, de permitirse explorar en los temas que de verdad les quita la vida y les da la vida, les deseo con todo mi ser que sean capaces de pronto encontrarse y con ello encontrar su voz y su mirada y que ese sea el tesoro más importante que tengan siempre.
C.G.D: ¿Qué proyectos inmediatos están planificando en estos momentos?
M.Z.CH.: Después de hacer una pausa de 4 años, acabo de terminar de filmar (y estoy comenzando la edición) de mi sexto largometraje documental llamado El sentido de las cuerdas. El cual es un diálogo entre el sentido de la vida y el abandono después de la muerte. Un proyecto que comencé en mi cabeza y corazón hace 3 años, pero que decidí concretizar y comenzar a filmar hace un año y medio. Un documental íntimo, una charla con mis personajes, que lejos de ser victimarias, como la sociedad las etiquetó, fueron víctimas del abandono, los prejuicios y los diferentes tipos de violencias que viven a diario las mujeres niñas y adolescentes en mi país y en el mundo.
J.L.F.: Estoy desarrollando un documental mexicano que pretende, a través de la realización de un performance artístico, encontrar el espíritu de la isla de Tenochtitlán en la Ciudad de México contemporánea; y una ficción salvadoreña sobre jóvenes de la posguerra en el departamento de Morazán.
B.V.: Por ahora quiero terminar la post producción de Cartas de Lucia, no sé si se acabará llamando así, en seguida tengo en el pecho dos cosas metidas, una es una historia de la que se hablado muy poco, una masacre de mujeres trans en la guerra, no quisiera decir más que cuando lo supe me dejo aquella historia muda por mucho tiempo y eso para mí es una señal, luego de realizar el documental Altares con las mujeres sobrevivientes de El Mozote y lugares aledaños, pensé mucho en la idea de hacer una ficción con esta historia, en estos temas navega me mi alma estos momentos.
“Recordemos que el documental es un discurso del director sobre una parte de una realidad que observa.” –
Marcela Zamora Chamorro
C.G.D: ¿Quiénes son sus directores de cine preferidos? ¿Y sus actores y actrices?
M.Z.CH.: Son muchos/as, no podría decir alguno/a en especial, mencionaré algunos/as que me han marcaron como cineasta en diferentes momentos de mi vida: Vittorio De Sica con su película Ladrón de bicicletas me hizo amar el cine, Rithy Panh con su película S21, Agnès Varda con su película La felicidad, Kaneto Shindo con La Isla desnuda, Abbas Kiarostami, Chan-Wook Park, Eduardo Coutinho, Chantal Akerman, Shula Erenberg, Patricio Guzman, Tatiana Huezo, Pino Solanas, el gran Akira Kurosawa, entre otros y otras…
J.L.F.: Algunos de mis directores favoritos son Patricio Guzmán, Eduardo Coutinho, Agnes Varda, Werner Herzog, Julio Hernández Cordón y Nicolás Pereda. Mis actrices favoritas son las integrantes de Teatro del Azoro: Egly Larreynaga, Paola Miranda y Alicia Chong.
B.V.: Me conmueve mucho desde siempre Andrei Tarkovsky, lo mismo que me arrebata el alma Michael Heneke, o me dan colores y perfumes con los que me gustaría vivir Almodóvar o Amenábar, la profundidad e intimidad que logra Isabel Coixet, lo valiente que es Lucrecia Martel, la honestidad y mirada de Agnés Varda, admiro mucho también a los nuestros en la región, Jayro Bustamante, Julio Hernández Cordón, Julio López y a mis amigas y colegas Marcela Zamora, Marlen Viñayo. Las actrices y actores son muchos más, pero hoy le dedico esta línea a las que se ha atrevido a compartir camino conmigo, mi querida Isabel Dada que se me fue mucho antes de lo que yo hubiera querido, Patricia Rodríguez, Inma López, Larissa Maltéz y Emi Mena. Y la primera que hizo viaje en mi corto Paula, Karen Castillo. Las mencionó porque son de verdad un orgullo.
Charo García Diego
(Salamanca 1961) es Pedagoga, Socióloga y Psicóloga Social. Organizadora, coordinadora y difusora en los medios de comunicación de actividades culturales desde 1990 en España. Desde sus inicios universitarios, estudia, investiga y escribe crítica de cine. En su currículo consta la organización de diversos festivales de cortometrajes y la semana de cine independiente español. Promueve encuentros entre narradores, poetas y músicos. Sus intereses giran en torno a la difusión de culturas transversales, multipluridisciplinares y versátiles que aporten enriquecimiento formativo a las nuevas generaciones.