Por Pablo Cabrera Ferralis
No te conozco. Nunca te he visto, ni siquiera en sueños, pero pronto llegaré. Mi ilusión, la imagen que he construido de ti hace que mi corazón se agrande a medida que me voy acercando. Hace tiempo que fantaseo contigo y me pregunto, cómo será estar en ti; será quizás como el recuerdo de momentos pasados, de otros lugares, en otras tierras.
Pero nada de lo que fue importa, hoy es el día donde la distancia desaparecerá. Llevo viajando varias horas, inventando escenarios posibles, deleites y delirios que podríamos hacer juntos. Estoy aquí para verte y ya casi he llegado, y aún no te asomas. Queda todavía un obstáculo que prolonga el suspenso, un relieve se interpone entre mi ojo y tu inmensidad. Subo rápido para poder contemplarte, en silencio, con la distancia de un enamorado.
En el ascender, en el instante exacto, en el que mi vista sobrepasa la cima, mi aliento se detiene. Y se detiene el tiempo y mi corazón. Y todo cambia de color y el viento también se detiene dejando caer las ilusiones sobre mi cabeza como piedras afiladas. Y mi realidad no logra despertarme de mi invierno momentáneo. Respiro profundo y por un momento dudo, pienso que me he equivocado, que soy el culpable. El error es mío, he fallado, pienso, el lugar del encuentro era otro. Pero no.
Tú has faltado a nuestra cita, me has traicionado Mar del Norte. Peor aún, estuviste aquí toda la noche y te has ido hace unas horas. Y me has dejado solo. Para mi sorpresa y decepción, tu baja marea, exagerada e histérica, prohíbe nuestro encuentro, solo queda fango y vestigios de lo que fuiste en plenitud. Un espejo craquelado y tibio que expones sin vergüenza, desparramas tu desnudez de manera vulgar, mostrando lo que no se muestra, dejando tu llanura descubierta, pornográfica, anulando la sensualidad de un secreto. Me has herido con tu ausencia, y roto me retiro en silencio mirando de reojo. Aún tenemos asuntos pendientes.