Yo creo que la clave de toda relación es la comunicación. Cualquier tipo de relación puede ser salvada con una buena comunicación. Y aún si hay un problema más grande y el problema entre dos personas es irreconciliable, tener una buena comunicación puede, al menos, ayudar a que la relación acabe en buenos términos. Es una lección que aprendí medio a los cachetazos a través de los años, y de alguna forma suena obvia, pero en la práctica no lo suele ser. Todas las cartas sobre la mesa, esa es mi bandera. Y si no funciona, que no sea porque no dije algo o porque alguien entendió lo que quiso y no se animó a preguntar dos veces. Si no funciona, que sea porque no tenía que ser, no porque no supe abrir la boca.
Hace un tiempo leí en uno de los principales diarios del país un artículo que decía: “Ghosting: dejá de sentirte mal por desaparecer”. Eran miles de palabras justificando la estrategia más cobarde del mundo de las citas. Para el/la dichosx que no haya sufrido este fenómeno y no sepa de lo que estoy hablando: el ghosting (“fantasmear”? Ghost = fantasma) es romper una relación al interrumpir súbitamente toda comunicación y contacto con la pareja sin ninguna advertencia o justificación aparentes, así como ignorar los intentos de la pareja de comunicarse o comunicarse. El artículo en el diario decía una sarta de boludeces como que no dar una respuesta también es una respuesta, y que no le debemos explicaciones a nadie. Algo así como que sabemos que está mal pero el mensaje sigue siendo claro (???) así que la otra persona no está en su derecho de exigir una respuesta explícita, ni de sentirse herido, porque el mensaje está clarísimo. El único mensaje que está claro cuando alguien desaparece sin dejar rastro de un día para el otro, es que esa persona es un idiota social y no lo abrazaron lo suficiente cuando era chicx. El artículo también decía que había alternativas mucho más dolorosas para terminar una relación, que ese idiota social te estaba haciendo un favor, y casi que tenías que volver a tratar de contactarlx -aunque siga ignorando todos tus llamados y mensajes– y agradecerle el enorme favor que te había hecho al terminar la relación sin avisarte. El único mensaje que queda claro cuando alguien te hace la del ghosting, es que esa persona no vale la pena, I’ll give you that.. pero nada más. No está bien, y no está nada claro, el temita del ghosting.
Después de terminar mi relación con Martín (hablando las cosas de manera explícita) salí con muchos hombres. Muchos. 9 de cada 10 me ghostearon, desaparecieron sin rastro de un día para el otro, sin ningún tipo de remordimiento. “Ayyyyyy Cremaaaaa, con lo intensa que sos más de uno debe haber tenido una buena justificación para desaparecer”, pensarán varios de ustedes al leer este post. Ni tanto. Porque yo seré intensa, pero todos, y cuando digo todos es TODOS y cada uno de los tarados sociales que entraron en la del ghosting conmigo, todos y cada uno de ellos me prometieron el oro y el moro, todos, TODOS me expresaron interés, ganas de volver a verme, ganas de conocerme más, de hacer planes, de ir aquí, ir allá. Todos. Todos tuvieron la chance de explicarse, de decirme que mejor no, que preferían ir para otro lado. Todos se mostraron maravillados y 9 de cada 10 se borró de un día para el otro, como si nada. Como si del otro lado no hubiese una persona, un corazón, un autoestima, una concha. Porque con algunos había más sentimientos que con otros, con algunos eran sólo relaciones casuales. Ninguno está justificado. Aún si fuese una relación pura y exclusivamente física, y no existiera ese “compromiso emocional” que quizás implique el salir con alguien, cuando compartís más que la cama, en el momento en el que hay una relación, es decir, te ves periódicamente con el otro -aunque sea uno más de la lista de chongos, no hablo de exclusividad-, hay comunicación, hay común acuerdo de volver a verse porque la pasan bien juntos, no está bien borrarse. Hasta te diría por una cuestión de educación, no está bien. Con algunos me pasó que se borraron después de la primera cita, con la mayoría mucho después. Reconozco que suelo tomarme las cosas muy a personal y sufro fácilmente.. pero qué más personal que dejar entrar a alguien adentro de mi cuerpo? Cómo no tomarme de forma personal la decisión de alguien de cortar todo tipo de contacto conmigo después de haber compartido nuestros cuerpos, después de despertarnos juntos, después de hablar por días enteros por whatsapp, de tener chistes internos, de gustarnos, después de que usaras mi pasta de dientes, después de que me hayas prestado tu campera porque yo salí en bolas y me dio frío, cómo no tomarme a personal que un tipo haga de cuenta que no me conoce, después de meses de atragantarme con su pija, después de haberme cuchareado noches enteras, después de agarrarme la mano en la calle, presentarme a su familia, a sus amigos, a sus hijos. Cómo no tomarme a personal la decisión de arrancarme de raíz de su vida, cuando me juró y perjuró que amaba estar conmigo, que le gustaba, que lo hacía reir, que cogíamos bien, que nos hacíamos bien? Está ese fantasma también de que “ah, te abriste de gambas muy rápido, eso le quita el interés a los hombres”. Primero que me parece ya erróneo que yo tenga que ir midiendo mis ganas de coger porque no vaya a ser que el otro sea un bobo y que una mujer que disfruta del sexo lo asuste. Las minas a veces también buscamos sólo coger, eh. No todo es puro corazón. Pero dije ok, le voy a dar el gusto a la sociedad de comportarme como una lady (?), y voy a demostrarles a todos que abrir las piernas fácilmente no es el problema. Me hicieron la del ghosting todo tipo de hombres, hombres con los que tardé un mes en acostarme, hombres con los que garché en la primera cita. Evitar el ghosting no es una cuestión de fórmula, ni de ser “rápida” o no. 9 de cada 10 hombres haciéndome ghosting tampoco fue, como me hicieron creer, culpa mía. Hoy leí un meme que decía “la gente que hace terapia suele hacerla para poder lidiar con gente en su vida que se niegan a ir a terapia”, y algo de eso hay…
Los hombres y su cobardía fantasmagórica destruyeron mi autoestima. El constante gohsting durante AÑOS me hizo sentir que había algo realmente wrong with me, algo tan tan terrible y vergonzoso que nadie se animaba a decírmelo. Me empecé a cuestionar tantas cosas sobre mí, empecé a creer que yo no valía la pena, ni siquiera valía lo suficiente como para que un hombre se tomara 2 minutos para explicarme que no quería nada más conmigo. Mi autopercepción empezó a distorsionarse un montón, y también mi amor propio. El ghosting achicharró mi autoestima, empecé a no gustarme, a esconderme, a esconder mi cuerpo porque pensé que quizás el problema era que soy horrible y no me doy cuenta, empecé a esconder mi personalidad porque también me hicieron dudar sobre si el problema no era mi forma de ser, mi forma de reír, de besar, de coger, de pensar, de sentir. El problema no era yo. No está bien desaparecer, chicos. Chicos y chicas, obvio.. pero yo hablo de mi experiencia personal, y los que me hicieron ghosting fueron todos hombres. Alguna que otra vez le escuché decir a un amigo que no le iba a contestar más los mensajes a una minita y le hice una intervention para que no dejara a esa pobre chica haciendo chilenita en el aire. En tiempos de redes e idiotas sociales se vuelve fundamental la educación emocional. Creo que la falta de ella es un problema de mi generación (y la que le sigue va a ser peor). Es, como dije, una falta de educación emocional, pero también es una falta de consideración, es una falta de huevos. Es lo mínimo que le debés a una persona, de ser humano a otro, que te estás abriendo de algo que era de a dos. Una relación, un amor, un noviazgo o aún un “simple” chongx con quien sólo compartís un polvo de vez en cuando. Bancate el amor, bancate conectar con alguien, bancate lo que sentís, y lo que no sentís, también. Bancate los sentimientos, y bancate también la falta de ellos. El ghosting es para cobardes, para poco hombres. Y sí, hermana, en eso el diario tenía razón, el que se borra sin avisar de alguna retorcida forma, te está haciendo un favor. Lo mejor de todo es que todos 9 de cada 10 forros que me dejaron hablando sola, TODOS siguen de alguna forma, pendientes. El más despiadado de todos es el que más me sigue en instagram, el que te pone un like, el que te alaba la cara y la obra de arte, el más cara de piedra. Si te vas, andate del todo. Salí de verdad de mi vida y de mi instagram y dejá de chusmearme la vida escondido atrás de un arbusto. Cobardes, dejen de sentirse bien después de desaparecer, dejen de sentirse bien después de cagarse en el otro, dejen de sentirse bien después de hacer de cuenta que el otro no tiene sentimientos, entiendan que lo que dicen y lo que hacen tiene consecuencias en el mundo que los rodea.
Creo que la clave del éxito para toda relación es la (buena) comunicación. Fue nuestra fórmula perfecta con Martín para durar juntos casi 5 años. La relación no pudo ser por otras cuestiones. Cuestiones mías, más que nada. Yo era muy chica y necesitaba vivir, resolver y sanar algunas cosas mías lejos de él, porque sabía que en ese proceso que yo necesitaba hacer no podía hacerlo con él a la par. Porque no estaba lista, y no quería lastimarlo. Porque necesitaba conocerme a mí misma, crecer, equivocarme, sufrir, mutar, y no iba a ser un camino fácil. Sé que hay gente que se casa con su novix de la adolescencia y saben cómo ser felices. Yo no pude. Y me duele en el alma no haber podido, pero como lo amaba más a él que a mí misma, decidí parar todo antes de arruinarlo. Preferí seguir sin él, porque de lo contrario hubiese agotado todo el amor y la paciencia que él tenía hacia mí, y nunca me lo hubiese perdonado. Quizás no era mi decisión, quizás él debería haber tenido un voto y decidir él si quería o podía acompañarme en este proceso, pero no lo dejé. No pude. Hoy, casi 5 años después, se me sigue cerrando la garganta al escribir sobre el tema. Se me siguen llenando los ojos de lágrimas al reconocer que la relación no fue porque yo no pude. Pero preferí protegerlo a él más que a mí. Si me equivoqué, créanme que soy la primera en lamentarlo. Pero lo hice creyendo profundamente que era lo mejor para él, para todos. Él se merecía algo mejor, a alguien mejor, a una mejor versión de mí, y creo haber tenido la claridad para ver que no podía dársela, y lo dejé ir, poniéndolo a él antes que a mí. No digo que tengas que poner la felicidad de un chongo que te cogiste una vez por sobre tu propia felicidad, pero creo que el problema del ghosting es que se van totalmente al otro extremo; el ghosting es un acto de egoísmo y cobardía gigantes, y eso no se le deseo a nadie. Enseñenle a sus hijxs que no está bien cagarse en los sentimientos ni en el tiempo ni en los intereses del otro, enséñenles a bancarse los sentimientos, y a no ponerse siempre a uno mismo por sobre los demás. Enseñémosle a nuestros hijxs y a los que ya están crecidos y no los abrazaron mucho cuando eran chicxs a que se puede cortar con algo que no nos está funcionando sin lastimar al otro a largo plazo. Enséñele a su hijo, señora, que no está bien ser un fantasma, que no está bien ser tan sorete.
Lo que más me gustaba del Alemán era lo franco que era conmigo. Curiosamente era lo que también le gustaba de mí, pero podía darme cuenta que también era algo que le asustaba un poco. Que sea tan honesta, que fuese tan de frente, que fuese tan abierta. Porque creo que a veces el problema está también en que la gente se guarda decirte cosas y prefiere callar a irte de frente con algo por lo que perciben que serán juzgados. Entonces hay que entrenar la comunicación pero también calmarnos un poco con el prejuicio y con el juicio. Comunicar y aceptar. Porque la buena comunicación es eso, no? Informar pero también del otro lado saber recibir esa información, aunque no nos guste. La buena intención detrás de informarle algo a alguien, aunque no sea una “buena” noticia le gana al silencio, siempre. Aparte del problema de no pensar en las consecuencias que tiene el ghosting, de verdad no entiendo a quién le parece buena idea quedar en malos términos con el otro. Porque después de todo, el mundo es un pañuelo, y de alguna forma te vas a volver a cruzar con el otro -como me ha pasado con más de uno de los fantasmas cobardes que se me han cruzado por la vida-, y creeme que es mucho más fácil ir por la vida con el culo limpio a tener que esconderte del otro porque sabés que no hiciste las cosas bien. Lo primero que me enamoró de O. –aparte de sus cualidades como músico– fue que me venga de frente, desde el vamos.
Después de la cita triple de San Valentín, nos vimos varias veces más, siempre de a 3, siempre como amigos. Yo estaba encantada con esta nueva constelación que habíamos engendrado entre él, mi roommate y yo, pero también sentía que la tensión entre mis piernas iba creciendo encuentro a encuentro, y sabía que los pantalones le quedaban cada vez más ajustados a él también. Un día quedamos en encontrarnos en un bar a las 7 de la tarde, y nos quedamos tomando birra los tres hasta las 7 de la mañana. Nos divertíamos tanto juntos… Esa noche, en una de mis tantas idas al baño (porque ni te cuento lo que meás tomando birra durante 12hs seguidas), O. la agarró a mi roommate cual partner in crime y le dijo que me deseaba, que quería algo conmigo, aunque no sabía qué, y que cómo podía hacer para conquistarme. La roommate le dijo que yo ya andaba con alguien, pero que no le veía mucho futuro (ella un poco bruja y sin conocerlo detestaba al Alemán). Así que que teniendo en cuenta esa información, que le diera para adelante. Le dio un consejo algo así como que se me hiciera un poco el difícil, pero no pudo seguirlo. Volví del baño y él enseguida empezó a buscar tocarme el brazo cuando me hablaba. Es TAN efímero y TAN precioso ese primer momento en el que te das cuenta que el otro está tan hasta las bolas con vos como vos con él.. En un momento empezamos a hablar de tango y a “discutir” cómo era el abrazo correcto para bailar, y yo con las dos clases de tango que tengo encima, mi pasaporte azul, una cara de piedra y ya loca por él, le dije “mirá, así es”, mientras le tomaba una mano y le ponía la otra en mi cintura. Pegué mi mejilla a la de él, como diciéndole en secreto que no estaba solo, que su verdadera partner in crime acá era yo. Casi sin aliento, como quien no puede creer la belleza de un atardecer que parece una pintura, me rogó que nos quedáramos en esa posición un rato más largo de lo necesario. Triunfante, le dije que sí, le apreté un poco más fuerte la mano, y él con la otra me apretó la cintura hacia él. Fue uno de los primeros momentos mágicos. Después de unos microsegundos volvimos a la realidad y al bar y a la mesa que estábamos compartiendo los tres. Estábamos tan felices y queriendo congelar el tiempo. En un momento señaló algo del otro lado del bar, cruzando su brazo a través de la mesa. No recuerdo qué señalaba, pero le mordí el brazo. Como los perros mean un árbol. No sé, quería que fuese mío, aunque sea un pedacito de su brazo. Lo hice impulsivamente y con el mismo impulso sentí que había cruzado la raya, porque uno no anda mordiendo a desconocidos en bares, y menos si querés levantártelos. Para mi sorpresa y para la de todo el mundo, me miró sonriente, sorprendido, divertido, extasiado, enamorado, y me pidió que lo mordiera otra vez. Lo hice.
El primer hombre (el primer NIÑO, porque hombre le queda grande) que me hizo la del ghosting fue el peor. Hay algo de las primeras y las últimas veces de las cosas, que siempre son las que nos marcan más, o al menos de las que mejor nos acordamos. Cuando hablo de Martín yo suelo decir que al primer amor se lo quiere más, y al resto, mejor. Este niño hombre que introdujo el ghosting a mi vida me partió el corazón, y fue ese día, el día de mi cumpleaños que él decidió dejar de hablarme, cortar todo tipo de comunicación conmigo sin explicaciones, después de meses de jugar a ser novios. Literalmente huyó del país ese día. Se fue corriendo a Uruguay con tal de no tener que afrontar el mambo emocional del cumpleaños de una no novia. Lo quise tanto tanto y me dolió tanto más, detesto hablar de él porque como el resto de los fantasmitas cobardes creo que no merece mi tiempo ni mi memoria ni mis palabras. Pero hay una mini historia con él que adoro, y siento que fue un poco igual a esa mordida que le di a O. en un bar de Berlín antes de poder reconocer que nos gustábamos con locura. Antes de ghostearme, un día después de coger, o justo antes, o nosé, en un momento de intimidad absoluta donde sentíamos que éramos sólo nosotros 2 en el mundo, me besó la boca, la cara, el cuello, el pecho, las tetas, después me agarró la mano, me besó la palma, me besó los dedos, uno por uno, y después me agarró el dedo índice, lo besó otra vez, lo chupó, sin lastimarme me arrancó la uña de un mordisco, y se la tragó. Fue el gesto más honesto que tuvo conmigo en toda la relación. En ese momento, en esos pocos segundos, él me quiso. Lo sé. En ese momento no se la hubiese creído ni él que sería capaz de borrarse de mi vida sin explicaciones y sin remordimiento. Me miró a los ojos como prometiéndome amor, o al menos respeto. Fueron las ganas de prometerme ser parte del otro. Fue como si hubiese tomado consciencia de lo que éramos el uno para el otro, de lo que estábamos construyendo, de lo que podíamos llegar a ser. Por supuesto que nunca volvió a mirarme así, pero atesoro ese momento por lo verdadero que fue, lo íntimo, lo primitivo y hermoso que fue. Fue lo mejor que me dejó, aparte de un libro de arte increíble que me rehusé a devolverle (porque era compensación psicológica, más allá del hecho que nunca se atrevió a volver a hablarme, ni siquiera para pedirmelo).
O. me miró a los ojos con su cara pegada a la mía, como si hubiese acabado de tragarse mi uña. “Quiero verte. Quiero verte, sola, solos nosotros dos, quiero ver cómo es tu piel a la luz del día”, me dijo (porque siempre nos habíamos visto de noche). Yo no podía parar de sonreírle y le decía a todo que sí, y él me miraba maravillado porque pensaba que le diría a todo que no. Le dije a todo que sí, pero también le aclaré que yo ya estaba en una con El (otro) Alemán. También le expliqué que no estaba ni de novia, ni casada, ni nada. Pero que supiese de la existencia del otro. Me dijo que no le importaba (aunque sí). Se hicieron las 7 de la mañana y nos echaron del bar a patadas, sin antes hacer un graffiti en una de las paredes del bar, que decía “2 ARGENTINIEN GIRLS + 1 GERMAN GUY = ENDLESS LOVE (AND LOTS OF FUN)” (2 chicas argentinas + 1 chico alemán = amor sin fin (y mucha diversión), escrito con delineador negro, encerrado en un corazón dibujado con rouge porque ninguno tenía una lapicera. Por alguna razón teníamos torta en casa, y lo invitamos a desayunar. En el tren camino a nuestra casa, sin decir nada nos tomamos de la mano. “Te aviso que hoy no vamos a coger”, le dije. Él me miró estupefacto, divertido pero un poco asustado también. Me dijo que esa no era su intención -al menos para esa noche-, que él de verdad estaba yendo por la torta y el café. Yo sólo quería dejarle en claro cómo eran las cosas. Porque lo que tiene de hiriente el ghosting, no es tanto la desaparición del otro, sino que te pinten una que no es. Que te hagan creer que van a pasar cosas que después no pasan, porque nunca hubo intención de que sucedieran, que te ilusionen al pedo. No me parecía una locura pensar que quizás él estaba fantaseando con tener sexo ese día, pero por las dudas se lo quise aclarar. Pecaré de intensa pero nunca de histérica. Esa noche no ibamos a coger y si sabiendo eso, él igual quería venir, era cosa de él. Pero yo no lo iba a hacer venir a mi casa con la excusa de un pedazo de torta y después de hacerme la linda toda la noche y cuando él me tirara la boca rechazarlo con un “ayyyyy nooooooooooo nada que ver, te equivocaste”. Hicimos café, comimos la torta, la roommate se fue a dormir, los pájaros cantaban afuera en lo que era un casi soleado domingo de invierno. Lo miré a los ojos, le sonreí, y le pregunté si estaba listo para chapar toda la noche como dos adolescentes, sin ir a ningún lado. Me comió la boca mientras yo me reía extasiada y chapamos hasta el mediodía.
Todavía no nos animábamos a vernos solos, y nos seguimos viendo de a tres. En una de esas salidas, mi roommate se levantó al baño (qué claves las idas al baño!) y O. me dijo muy serio y muy decidido que quería que dejara al Alemán, que él quería ser el único hombre en mi vida y sabía que estábamos destinados el uno para el otro, o al menos destinados a intentarlo. Me reí en su cara, qué tupé! Me reí en su cara, cagada de gusto. Amé tanto esa declaración, esa decisión, por fin un hombre que se banca lo que siente, que sabe lo que quiere y está dispuesto a pelear por ello. Lo miré, asombrada, divertidísima, ya con la bombacha en el piso. “Ni cogimos, cómo me vas a exigir algo así?”. Me miró como si eso no tuviese nada que ver con nada, y me dijo que ese era el último de los impedimentos. Que eso es algo que se puede trabajar, pero lo que ya había entre nosotros no es algo que se encuentre todos los días y no debíamos obviarlo, teníamos que intentarlo. Tenía razón en todo. Y lo hicimos.
A los pocos días lo volví a ver al Alemán. Fuimos a un spa a pasar el día, a transpirar como cerdos y nadar en bolas. Acá en Alemania ir a un spa es como ir al cine. Es una salida más, y se suele hacer con amigos, con chongxs y dicen que hay gente que hasta va con sus suegros. Llámenme cabeza de termo pero andar en concha, encerrada en un cuarto a 90° de temperatura me parece muchas cosas pero no un programa para hacer con la familia política. Cuando del spa nos fuimos a su casa, yo sabía que no quería coger sin aclarar que yo había andado chuponeándome con otra persona. Para mí era la misma situación del tren: no estaba mal haber besado a otro, pero me parecía que le debía a él esa información, y que si él, sabiendo eso, quería seguir conmigo, esa era su decisión y no la mía. Por eso mismo para mí una metida de cuernos no es equivalente a una ruptura inmediata. Hay mil otros factores alrededor que van a determinar cuán corrosivo va a ser ese evento para la relación. Para mí la vida no es qué te va pasando, sino cómo uno va manejando esas cosas que nos pasan. Venía masticando entonces cómo contárselo. Nos sentamos en su cama y cuando estaba lista para decírselo, El Alemán me dice que tenía algo para confesarme. “Ay, yo también!” le dije emocionada como si estuviésemos coincidiendo en nuestro horóscopo. Percibí que se trataba del mismo tipo de confesión, creo que por eso me puse tan contenta. Él confesó primero: se había visto con una ex porque noséqué y habían terminado cogiendo. Pero que “me quedara tranquila” que habían usado forro y que no habían habido situaciones de riesgo, que se cuidó porque le importaba cuidar lo nuestro. “Ay, yo también!” pensé emocionada como si estuviésemos coincidiendo en nuestro horóscopo. Me reí tanto tanto, él pensando que me estaba tirando un balde de agua fría, y yo diciéndole sí, a mí me pasó algo parecido. Se asombró y se puso un poco celoso pero le encantó mi honestidad. Y a mí la de él. Sabíamos que lo nuestro tenía fecha de vencimiento y ya se había desvanecido ese éxtasis que te la la ilusión del principio de una relación en el que todavía sentís que existe la posibilidad de un futuro maravilloso juntos, pero esa noche nos calentó tanto nuestra franqueza y entendimos tanto la importancia de la (buena) comunicación, que tuvimos el mejor polvo de toda la relación.
Hay un capítulo de Sex and The City donde una de las protagonistas flashea amor con un tipo, salen varias veces, hasta las bolas los dos. El flaco desaparece de un día para el otro, un fantasmita más. Ella, indignadísima y enojada de que él no le contestara más ni el teléfono ni los mails ni nada, lo busca en guía y llama al teléfono de su casa. La atiende la madre de él, y ella, cegada y cansada del ghosting le dice que su hijo era un irrespetuoso, un idiota social y que debería haberlo criado mejor. Cuando termina su speech, la madre del susodicho le dice que lamenta que se sienta así, pero que su hijo no le había contestado más el teléfono porque había muerto hace unos días, que disculpara las molestias. Sonará raro y muchxs me odiarán por esto, pero de verdad, prefiero que un chongo no me conteste más el teléfono porque se murió a que por el ghosting. Lo digo sin ningún tipo de maldad y remordimiento. Pero al menos habrá muerto con decencia y será bien recordado. Hacer ghosting es peor que morirse. Es tanto lo que duele el ghosting, que de verdad me parece peor opción que haber muerto. No estoy desvalidando el dolor que trae la muerte de alguien a todos los que nos quedamos acá, vivos. Pero el ghosting es hacerle daño a alguien, el ghosting es cagarse en el otro y en su capacidad de dolor. Irónicamente el que ghostea es el menos merecedor de tu dolor, pero qué sabe el corazón de merecer?
A mí me han dolido tanto tanto los hombres después de Martín, que para el momento en el que me andaba pasando de los brazos de un Alemán al otro, sentí que si ninguna de esas dos historias funcionaba, mi corazón iba a implosionar. No quería forzar ninguna de las dos historias, porque ya sabemos que el amor es como un pedo, pero de verdad sentía que a nivel físico, a nivel muscular, mi corazón no iba a sobrevivir a otra ruptura despiadada, a otra frustración, a otro ghosteo. Mirándolo con un poco de perspectiva, tengo casi la seguridad de que si O. no hubiese aparecido en mi vida, El Alemán hubiese entrado a mi colección de hombres que se convirtieron en fantasmas. Por suerte, no. Durante mes y piquito salí con los dos, y todos sabiendo de la existencia del otro. Fue tan espectacular, tan liberador, tan natural y tan Berlin… Pero no tardé en darme cuenta que estaba hasta las bolas con O., y las cosas con El Alemán se terminaron de diluir en el momento justo. Porque tiempo al tiempo, y como lo he dicho antes y no me canso de decir, todo -y todos- pasan por algo (sip, los tarados del ghosting también pasan por algo), y todo pasa en el momento justo. Ni antes, ni después. Lo que tardaría en darme cuenta, es que O. no fue que me hizo creer otra vez en el amor, porque no hubo ghosting que me sacara todo el amor que yo llevo dentro de este corazón que es más grande que mi cuerpo, pero el tiempo me mostraría que O. había venido a mi vida, entre otras cosas, para devolverme esperanza, para creer otra vez en los hombres, en mí misma y en el vivir.
O. era como el 4to cazafantasma que a falta de disparador nuclear de protones de alta capacidad vino con todo su amor gigante, su corazón inmenso, su sexo majestuoso, su franqueza inconmensurable y con una paciencia enorme, a sanarme el corazón, a sacarme de adentro todas las telarañas y a todos esos fantasmas que me habían dejado el alma agrietada. La ecuación era: 9 de cada 10 hombres no se banca el amor. 1 de cada 10, sí. Esos 1 de cada 10 son como unicornios, como el cometa Halley, como la aparición de la cara de cristo en una tostada; son como leyendas urbanas, son seres que cuesta creer que existan, hay gente que jura que no existen y cualquier evidencia que des al respecto dirán que es puro photoshop (porque está ese temita de que hay que ver para creer, no?). Pero cuando te cruzás con uno hay que estar tan atentx para no dejarlo ir… es tan fácil no verlo, perderse ese momento y perderse tantas cosas por ir por la vida mirando el piso en vez de con la cabeza en alto mirando a la gente a los ojos. Hay muchas personas que mueren sin conocer a uno, y yo conocí a 2 (tengo más culo que cabeza, dice siempre mi madre); al primero lo amé demasiado, lo dejé ir y lo voy a amar para toda la vida; el segundo está esperando que yo termine de escribir este post para ir a cenar, iluminandome la cocina e iluminandome la vida como el cometa Halley más brillante -y estático- que la NASA haya visto pasar.