Después de mandarle la imagen a Márquez, crucé por Paraguay camino hacia Medrano. Tenía unas pocas cuadras hasta mi departamento y aun así amagué con tomarme un taxi por el frío, (mi piel no era tan dura como la de Cárdenas ni sentía el mismo amor por las bajas temperaturas). Antes de cruzar Aráoz prendí un cigarrillo que duraría hasta la puerta de mi casa.
Tenía una mezcla de sensaciones en el pecho entre la situación de ese pobre infeliz y Alicia Rosado de la que ningún volante se veía en los postes. “Pobre hombre”, pensaba. Sus recursos no darían abasto para empapelar la ciudad, que si fuera por él, creía muy bien que lo haría de tener el tiempo suficiente. Pero también sabía que las malas noticias no tardarían en llegarle. Tampoco lograba desprenderme de la imagen de su mujer ¿Por qué me parecía tan familiar? Podría ser que la hubiera visto en alguno de los volantes que Genaro dijo que estaba pegando en todos lados. Aunque la sensación que tenía era otra. Como si esa mujer hubiera aparecido en otro momento de mi vida bajo otro nombre y de otra manera.
En la esquina de Medrano y Paraguay, justo en frente del colegio Guadalupe, crucé en diagonal esa intersección que tiene tanto sentido como el clima de ese momento y el caso que me había encajado Cárdenas de prepo. Un motociclista que estaba parado en Medrano dobló en rojo hacia la derecha en contramano y se mandó por Guatemala. Estuve tentado de gritarle algo antes de que desapareciera pero tampoco estaba en condiciones de recriminarle nada. Además, pensé que el tipo podría tranquilamente bajarse de la moto y molerme a palos sin problema, no sería la primera vez que esto pasara en nuestra rica historia de violencia aleatoria y salvaje. Llegué hasta la esquina y caminé unos metros hasta la puerta de mi edificio en Del Signo al 40…
Los pisos se sucedían muy lentamente desde el ascensor, con la mirada gacha buscaba olvidarme unos segundos de Genaro cuya pasión por su mujer era algo muy fuerte, como la del personaje de Pablo Rago en El secreto de sus ojos pero con algo de culpa. Pobre infeliz.
Entré a mi departamento tentado de escribir una nota al respecto para Última Plana y que sirviera como punto de partida para realizar una búsqueda o algo. El tema era actual y los personajes no podían estar más acorde: una mujer embarazada que desaparece un mes antes de que la pareja, futura familia, emigrara a la tierra de donde vinieron los abuelos del marido en busca de un futuro próspero. Pero sabía que eso no era lo que quería Cárdenas. Si me había pedido ayuda había sido por mis contactos y no para batirle a los lectores que un pobre tipo andaba buscando a su mujer desaparecida.
A eso de las ocho y pico, ya cansado de que Cárdenas ignorara mis llamados y mensajes, me tiré en el sillón a ver el partido del viernes. Veinte minutos del segundo tiempo, hacía más frío en la cancha que afuera ¿Cuándo se había degradado tanto el fútbol argentino? Se parecía más a un partido de tenis con la pelota volando de un lado al otro que al fútbol con el que habíamos crecido o veíamos por momentos desde Europa. Resultaba curioso cómo mientras el juego era cada vez más lamentable, los relatores iban encontrando nuevas y entretenidas técnicas para mantener la tensión en un espectador que hacía rato ya se había acostumbrado a levantarse a las nueve de la mañana de un sábado para ver los partidos de la Premier League. Eso sí, la calidad del chamuyo la teníamos intacta y hasta en franca mejoría.
Mientras nada pasaba en el partido, me serví un vaso de J&B y tomé la laptop para buscar información sobre la mujer de Genaro en internet. Habían varias Alicia Rosado en internet esparcidas por las redes sociales principalmente y ninguna foto de perfil que coincidiera con la mujer que aparecía en el volante. Los medios online no hacían mención alguna al tema tampoco. Eso sí era un poco raro. Más allá de que no quisiera publicar una nota al respecto debido a mí situación particular con el caso, no significaba que una noticia así pasase desapercibida por los medios más importantes. Algo así es justo lo que necesitan para calentar el ambiente y darle una vuelta a la monotonía de la última semana.
El grito del relator me devolvió al partido. Un volante había desbordado por la derecha y mandado un centro que terminó en lateral. Somos fáciles, nos chamuyan y entramos de una.
La búsqueda no me estaba arrojando datos significativos así que cerré la laptop y tomé la fotografía. Esta mujer tenía algo en su contextura que me llamaba mucho la atención pero no sabía qué. Me di cuenta de que no era la cara lo que me hacía creer que la había visto antes, de eso estaba casi seguro. Pero algo había en el pelo rubio recogido en los hombros, la forma de los brazos, su postura e incluso su altura. Era como si un recuerdo atrapado en lo profundo buscara decirme algo a los gritos y yo no lo estuviera escuchando.
El celular sonó. Salté de la comodidad de mi asiento para atender esperando que fuera Cárdenas.
-Blas, ¿cómo te va?
-Márquez, ¿qué hacés? –respondí un tanto desilusionado.
-Bien. Che, estuve revisando un poco este tema con Alicia Rosado.
-¿Y qué encontraste?
-Mirá, mucho no hay por ahora que te pueda servir. Lo que sí, hablé con alguna gente para que estuviera atenta. Quiero creer que el inspector nos va a ir aflojando algunas primicias, ¿no?
-Vos dejá que eso lo manejo yo. Mientras, vamos averiguando por nuestra cuenta. Ya sabés.
-Sí, pero si se entera el gordo va a querer la nota ya.
-Por eso, no abrás la boca en la redacción y ayudame con esto. Para mí hay mucho más de lo que parece acá.
-A mí lo que no me cierra es que una mujer embarazada se dé a la fuga sola sin dar aviso a nadie.
-Exacto.
-Le pedí a una fuente que si veía movimiento en las casas que me diera aviso.
-Está muy bien, Márquez. Avisame ni bien tengas algo –dije para cortar.
-Ahora, ¿vos pensás que si la secuestraron para prostituirla no se habrán dado cuenta de que la mina estaba embarazada? –dijo sin entender que yo ya no quería hacer de esto una conversación- Digo, quizá a la mina ya la mataron y la dejaron en un zaguán o le hicieron abortar y se agarró una infección o la venden embarazada. Hay cada loquito.
-Bueno, Márquez. No saquemos hipótesis. Avisame cuando sepas algo, ¿está bien?
-Sí, olvidate.
-Listo, hablamos.
-Ah, pará, Blas. Otra teoría que tengo es sobre el tipo.
-A ver- dije sin ganas de discutir para terminar rápido la conversación.
-¿No pensás que el tipo este la habrá matado y se estará haciendo el boludo con todo esto?
-No creo ¿Por qué?
-Porque llamé a un conocido que trabaja en el juzgado y me dijo que no hay ninguna denuncia radicada sobre la mujer esta.
-Ese conocido debe de ser un pelotudo. Decile que busque bien. Hablamos luego.
Hasta ese momento no quise pensar en la posibilidad de que Genaro tuviera algo que ver con la desaparición de su mujer. Si bien Márquez tenía razones en dudar de él, yo no tenía la menor sospecha de que estuviese faltando a la verdad. La degradación corporal de ese hombre denunciaba la autenticidad de lo que decía. Tomé el abrigo más grueso que tenía, me serví otro vaso de whisky, salí al balcón, prendí un cigarrillo y llamé a Cárdenas una vez más sólo para comprobar que seguía sin contestar.
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El informe Cárdenas/Jones – “La justicia sí dobla” es una novela policial de Manuel Sierra Alonso. Todos los derechos reservados©. Cualquier similitud con la realidad es una involuntaria casualidad.