Un golpe seco y fuerte cerró la puerta de la oficina de Berisso que Cárdenas había abandonado apenas un momento antes. El enojo le hizo obviar la beligerancia de su superior. En su escritorio el café estaba lo suficientemente frío como para tomarlo en la siguiente media hora mientras intentara concentrarse en las columnas de hojas pendientes abultadas a un costado. Unos sorbos más tarde decidió hacerse otro. Tomó la taza y fue hasta la cocina que estaba pasando la oficina de Berisso. Vació la taza, la enjuagó un poco y batió nuevamente el polvo del café instantáneo con el agua no tan caliente del bidón de la cocina. Ahora estaba un poco mejor, zafaba al menos.
Caminó sorbiendo de la taza por el pasillo de vuelta a su escritorio en donde lo aguardaba el resto de varias tardes en esos papeles desordenados en carpetas que pasarían a archivos sin ser vistos por nadie pero clasificados a la perfección. Sentado frente al siguiente expediente se preguntó cómo era que todavía nada de eso era digital, y no le faltaba razón. A esa hora no pasaba un alma por la sala, tampoco pasaba mucho afuera. No había excusa suficiente que lo sacara de la tarea que le habían encajado de prepo los maestros. La mirada de Cárdenas estaba fija en su trabajo, quien lo viera de afuera no tendría razones para dudar de que estaba cumpliendo con su trabajo, pero en su cabeza sólo pensaba en el Hueso Tesone. Lo único que tenían era el cuerpo sin arma homicida, un asesino ni un motivo claro, más allá del obvio. La templanza de Cárdenas para manejar la situación en ese momento de pasividad era admirable. Desde hacía tres días que una nueva oportunidad aparecía para abandonar el escritorio y salir realizar pesquisas: Amanda, Velasco, Tesone.
Miró el reloj de la pared, eran las cuatro y cuarto, sabía que el Forense se iba a las cinco así que todavía estaba a tiempo de cruzarlo si se apuraba, después de todo se merecía un descanso. Tomó el abrigo y salió. En el pasillo se encontró con el Cabo Aymar que le traía más legajos para revisar.
-Cárdenas, te los manda Berisso dice que los necesita cuanto antes.
-Decile que se los devuelvo el día del arquero[1] –Y siguió hacia adelante.
Estaba cerca así que fue a pie, quería despejar la cabeza antes de llegar a la morgue judicial. Sabía que no era asunto suyo, y en el fondo no le importaba mucho Tesone, como a la mayoría. Seguramente llevaba muerto un par de días y nadie había reclamado el cuerpo, salvo por quién lo había denunciado. Pero él respondía a Velasco y desde que se lo presumía desaparecido que las cosas estaban demasiado calientes. Lo que le había dicho Armenteros comenzaba a tener sentido y eso no encajaba.
Levantó la mirada y se encontró en la puerta de la morgue. Unos días atrás había llegado de la mano de Acosta para encontrarse por última vez con Amanda y parecía como si hubiera pasado un siglo. En la mesa de entrada preguntó por el forense encargado de la autopsia.
-¿Tiene la orden?
-Sí, ¿puede llamar al doctor por favor?
-¿Me permite la orden, por favor?
-No la tengo ahora, señora. ¿Lo puede llamar que necesito hablar con él?
-Si no tiene orden, no.
Antes de que perdiera la calma y comenzara a gritarle a la empleada pública, el doctor Delfino abrió la puerta que estaba detrás de la mesa entrada.
-¡Cárdenas! ¿Qué hacés, che?
-Delfino, haceme la gauchada ¿sabés quién es el encargado de la autopsia de Tesone?
-Sí –dijo entrecerrando los ojos- soy yo.
-Que divina casualidad. ¿Podemos hablar?
-Pasá –le señaló la puerta al lado del mostrador.
Delfino apretó el interruptor y la puerta se abrió. Cárdenas pasó y se encontraron en el pasillo contiguo. Le pidió que lo esperara en su oficina unos minutos mientras resolvía un asunto de urgencia. La temperatura del lugar era más baja que la de la ciudad. Cárdenas siempre detestó ese tipo de salas anticuadas con cerámicos verdes hasta dos metros de altura y luego pintura blanca hasta el techo que con la falta de mantenimiento parecían más que nada mezcla entre rupestre y revoque.
Delfino entró apurado a su oficina y se sentó. Tomó un cigarrillo y le ofreció a Cárdenas.
-No, gracias.
-Te imaginaba fumador, no sé por qué –dijo mientras prendía el cigarrillo con un fósforo.
-Fumo, pero pipa. Hace tiempo que dejé el cigarrillo.
-Ah, muy bien. Da un aspecto mucho más intelectual. Bueno, decime. Disculpá que no tenga mucho tiempo ahora.
Seguro, los muertos suelen ser muy impacientes.
-Dutari me mandó para que me diera el informe preliminar del caso del Hueso.
-¿Quién?
-Diego Tesone, el barra asesinado que encontraron en el baño del club hoy. Dutari es el oficial a cargo y el juez quiere tener un informe preliminar lo antes posible. Me mandaron porque les habían informado que ya estaba listo.
-No me avisaron nada a mí.
-Fue cosa de último momento, a Dutari se le presentó otra cosa y por eso me mandó a mí.
-A ver… dame un segundo –revisó unas carpetas que estaban a su derecha- Tomá, acá tenés, es una hoja sola.
-Gracias, hago una copia en la esquina y te la traigo de vuelta en diez, ¿está bien?
-Llevateló. No es el original.
-Bueno, gracias, che. Sé que es un perno tener que atender esta clase de cosas a último momento. Te dejo nomás –dijo mientras se levantaba extendiendo la mano para saludarlo.
Delfino dio una pitada larga a su cigarrillo y se quedó mirando el extremo por donde salía el humo ignorando el saludo de Cárdenas.
-Decime una cosa, ¿por qué la policía gasta energía, tiempo y recursos en averiguar quién asesinó a un delincuente? Digo, mi superior tuvo que dejármelo a mí porque no daba más de laburo ¿No sería mejor investigar aquellos hechos que acechan a las personas comunes que intentan vivir dignamente?
No era el único que lo pensaba.
-El homicidio está penado por la ley y yo cumplo órdenes en función de llevar adelante el ejercicio de la justicia. No me pagan por cuestionar las reglas sino por seguirlas.
Le extendió la mano para saludarlo y rajar antes de que algo saliera mal.
-¿Y de quién es entonces?
-No sé. La gente tendría que reclamarlo por vías democráticas –dijo Cárdenas haciendo un esfuerzo para creerse lo que estaba diciendo.
-¿Y si la gente quiere mayor seguridad?
-No sé, Delfino. No me vengas con estas preguntas ahora. Estoy en medio de un quilombo.
-Bueno, bueno. Esperaba una respuesta sincera nada más. Yo también soy parte de esto, ¿sabés? Pero por cada delincuente que se investiga se pierde la posibilidad de ayudar a los que realmente necesitan de nuestra ayuda –revisó en su delantal y sacó otro cigarrillo, con la punta encendida del que tenía en la otra mano lo encendió y luego le extendió la mano para saludarlo.
Cárdenas caminó el largo y frío pasillo de la morgue esperando encontrarse con un cálido atardecer de dos grados afuera. En la calle revisó la única página que conformaba el informe. Antes de poder encontrar cualquier cosa recibió un llamado que contestó mecánicamente sin revisar de quien era.
-¿En dónde carajo estás?
Era Berisso.
Vigilante de cuarta. Aymar, sos un botón. Pensó.
-Me tomé el resto del día, hasta mañana –cortó sin distinguir la catarata de puteadas que Berisso le destinaba a él y a su madre.
El informe del forense no agregaba nada a lo que ya le había dicho Dutari en el estadio de Midfields: “Disparo en la nuca sin orificio de salida. Muerte al instante”.
Cárdenas tomó el celular y lo llamó a Rojas que debería de estar todavía en el estadio.
-Bar.
-Rojas, soy Ernesto. Necesito que me hagás una gauchada. ¿Sigue la cana ahí?
-Justo vos no sabés… No, no están, se fueron hace como una hora.
-Perfecto, necesito que vayas al baño donde encontraron al Hueso y le saques una foto. ¿Tenés celular?
-Sí, claro. ¿Pero para qué querés que haga eso?
-Hacelo nomás, no te vas a meter en ningún quilombo.
-La pucha, nene. Todavía no lo limpiaron. A ver, esperame un segundo.
-Pará un segundo. Anotá mi número así me podés mandar las fotos.
Mientras esperaba a que Rojas le mandara la foto, Cárdenas siguió mirando el informe en busca de algo fuera de lugar pero casi nada había en el preliminar que le abriera el camino. El celular sonó.
-Rojas.
-No tengo idea de cómo mandarte la foto ¿Qué necesitás de acá?
-Decime cómo está el lugar.
-Sucio y con olor a meo. ¿No sabés como son los baños del club?
-Decime si hay algo más.
-¿Cómo qué? Decime vos.
-¿No ves nada fuera de lo ordinario?
-No sé, pibe. Hay unas manchas de sangre sobre la taza del inodoro.
-¿Y en dónde más?
-No, eso solo. Ya te dije, está todo sucio y con olor a meo. Me voy a descomponer acá, pibe. No hay nada más para ver.
-O sea, que no limpiaron el lugar después de que se llevaron el cuerpo.
La respuesta fue una risotada de Rojas.
-Gracias, Rojitas. Te debo una.
Cortó y caminó por la calle. Apenas eran las cinco de la tarde y le sobraba tiempo para perder antes de volver a su casa a sabiendas que la seccional no era una opción por el día. Quizá aceptar la licencia con la que le venían insistiendo le podía beneficiar para hacer sus propias investigaciones.
[1] Conociendo a Cárdenas, es probable que la respuesta haya sido mucho más grosera.
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