Probablemente casi nadie se acuerde de él hoy pero su tuvo su momento de gran fama y popularidad. Rodrigo Armenteros comenzó su carrera sirviéndole café a Dante Panzeri en los setenta y después de que este muriera en el ’78 consiguió una changa en el mundial. Salimos campeones y algo no cerraba, el tipo terminó con una columna en el Gráfico y de a poco fue ascendiendo hasta ser uno de los periodistas más reconocidos a finales de los ochenta, no por eso el más respetado. Tal llegó a ser su reconocimiento que algunos llegaron a querer atraerlo para que influenciara en las elecciones desde su programa de televisión, (en Argentina sólo hay dos vías francas de periodismo: política y el fútbol; las cuales deberían ir de la mano y no separadas por una proposición).
Hace varios años coincidimos por mala fortuna del destino en la redacción de Última Plana, único diario decente en el que estuvo cuando su carrera comenzó a decaer. Yo recién arrancaba en esto y me tocó ver cómo el tipo se las ingeniaba para armar escándalos por todas partes. Siempre siguiendo la línea del equipo ganador, Independiente, River, Vélez y Boca, en ese orden, fueron sus presas favoritas en los ocho años que estuvo, demasiado tiempo para mi gusto. Fue él quien comenzó con los operativos para desacreditar jugadores y planteles por cuestiones aledañas que nada tenían que ver con el juego y que rápidamente se aceptaron como forma corriente de cubrir el fútbol sin hablar del juego. Siempre tuve la sospecha de que él fue quien había instado a Latorre de decir la frase “esto es un cabaret”.
Se cansó de vender humo por todas partes hasta que en un arrebato de cordura lo echaron. Si a alguien hay que agradecerle la decadencia del periodismo deportivo en los últimos años es a él, el Menta Armenteros.
Luego de que lo echaran del diario, algunos periodistas lo tuvimos bajo sospecha de colaborar con la dirigencia de un equipo del ascenso luego de que asesinaran a Claudio Videgain, socio y principal opositor del oficialismo quien iba camino en ascenso en su carrera política honesta dentro del club. En ningún diario se habló de una posible confrontación política interna sino de Otro caso de violencia e inseguridad. Inseguridad de la que no se daban a conocer las causas. Durante la investigación fue que se conocieron con Cárdenas y a partir de ahí nace una relación de intercambio de información no siempre oficial. Para mí, ese tipo siempre fue malas noticias.
Media hora más tarde de haber hablado con Armenteros por teléfono, Cárdenas ya estaba esperando en la puerta de Tolón. El celular sonó, número privado.
-¿Y? ¿Dónde estás?
-Acá en la puerta esperando.
-Entrá que estoy acá detrás de la columna.
-¿De qué te escondés?
Cortó.
Cárdenas entró tranquilo por la puerta de la calle Coronel Díaz. Atrás de la columna, justo al lado del vivero, estaba Armenteros agazapado con un piloto marrón, calentando las manos en un pocillo de café. El lugar tenía varias mesas ocupadas, la mayoría, de turistas que venían del shopping, seguramente, (todavía era temprano para que los cincuentones se aparecieran por ahí con sus mujeres caras).
Sobresalían dos personajes que le llamaron mucho la atención a Cárdenas. Estaban sentados en diagonal a su mesa, frente a frente. Ambos iban vestidos de traje y corbata negra. Uno petiso y el otro un poco más estilizado. Cárdenas se rio por dentro y los bautizó, el gordo y el flaco.
-¿Qué hacé? –saludó.
-Sentate, nomás. Te pedí un cappuccino, llegó recién.
-Gracias.
-¿Cómo van las cosas en la oficina? –dijo con su tono sarcástico de siempre.
-No jodás. Dale, largá lo que tenés.
-Bueno, bueno –Armenteros bajó el tono ensombreciendo la conversación- Esto es algo que necesito que trabajemos con cuidado.
-¿Trabajemos? -respondió con cierta sorna.
-Dejame hablar y bajá el volumen.
Armenteros sacó de su morral de cuero una tablet y la prendió.
-¿Qué hacés con eso?
-Hay que modernizarse, che. Es más cómoda y segura. Si llevás una carpeta con papeles los podés perder o te los pueden chorear. Acá no, lo tenés todo en la nube y podés ver tus cosas desde cualquier lado, es perfecta para ir a la guerra.
-¿Dejarías de cubrir el fútbol?
-¿Te pensás que la cancha sólo es para la pelota? Acá hay una guerra mundial y hay que saber de qué lado estar.
-Bueno, ¿viniste a darme una clase de moral futbolera o qué?
-Bajá el volumen te dije. ¿Qué tanto conocés tu seccional?- le dijo concentrado en su tablet mientras buscaba algo.
-Bastante bien, hace más de diez años que laburo ahí.
-Mirá –le señala la foto de un hombre.
Cárdenas se quedó viéndolo un segundo, luego levantó la mirada.
-Vos sabés quién es.
-Claro que sí, es el Bebu Velasco, líder de la barra de Midfields. ¿Qué pasa con ese tipo?
-Yo te voy a decir qué pasa. Pasa que lo tienen secuestrado.
-¿Y para qué me llamaste? Sabés bien que no me encargo de esos asuntos.
Por un momento, Cárdenas pensó que quizá Armenteros querría contactar a su hermano, Joaquín, que trabajaba con desapariciones y secuestros.
-Dejame hablar que acá está la punta del iceberg. Al Bebu lo tienen secuestrado porque le salió mal una negociación. Hace una semana atrás mandó a decir que quería más guita por sus servicios, ¿entendés? Hasta ahí no pasaba nada, pero resulta que cuando se sentaron a negociar el sábado pasado durante la ida de la promoción, el tipo pidió una bestialidad explicando que la cosa en el club estaba jodida, que ya no iba tanta gente y que no había ingresos de la reventa ni del estacionamiento. En fin, estaban perdiendo guita y querían recuperarla como fuera. Pero a los muchachos no le gustó lo que pidió, le dijeron que ese no era su problema y se la negaron de una.
-¿Quién se la negó?
Armenteros asumió que Cárdenas era más vivo de lo que estaba demostrando en ese momento y lo ignoró. Además, seguía siendo un miembro de la policía y no iba a acusar a nadie importante ligado en transas con barras bravas, nadie lo hace.
-Los que necesitan que esta gente exista, Cárdenas. Así que el Bebu se levantó de la mesa diciendo que o le pagaban o los entregaba a todos. Al día siguiente el Bebu no se apareció por el club ni la cancha. ¿Habrás escuchado del enfrentamiento que hubo ayer entre la facción que le es fiel todavía y la del Loco?
-Sí, me dejó ver el segundo tiempo. –dijo Cárdenas recordando a Amanda y la angustia de la que Armenteros por un momento lo había hecho distraerse.
-No te sigo.
-No importa. Dale y ¿entonces? ¿Para qué me necesitás?
-La última vez que alguien vio al Bebu fue esa misma noche en la puerta de su casa, a la mañana siguiente dos de los pibes lo pasaron a buscar y ya no estaba. Lo curioso es que la puerta no estaba violentada y nadie escuchó nada. Algo hizo que se esfumara de un momento a otro en medio de una negociación tan importante. Pero el hombre no va a dejar a su gente sola, más teniendo en cuenta al Loco y sus aspiraciones. El Bebu es un tipo de códigos y valiente, ¿me seguís?
-Más o menos.
-Hace dos o tres días, una fuente que estaba por la zona me dijo que después de que esta persona que lo había visto por última vez se fuera, llegó un auto de policía con gente de tu oficina. Llamaron a la puerta, el Bebu salió y algo le dijo que le cambió el rostro y entró al patrullero solo y apurado. Y después… nada. No se volvió a saber de él y las agencias de noticias tienen orden de arriba de no decir nada.
-¿Y?
-Ate los cabos, inspector. El Bebu está secuestrado en algún lugar de su seccional.
-¡¿Pero vos me estás tomando por pelotudo a mí?! –dijo al borde de tirar la mesa a la mierda ante la atenta mirada de todos excepto del gordo y el flaco.
Armenteros no sabía dónde meterse, a pesar de todo, esto le causaba un poco de gracia, como casi todo en la vida.
-Calmate un segundo, haceme el favor.
Cárdenas se sentó intentando amagar el ridículo.
-Yo me calmo si no me decís pelotudeces. ¿Cómo y quién va a tener a ese tipo encerrado en la seccional?
-Es cierto. Te estoy diciendo que mi fuente me describió cómo lo sacaron de su casa a horas de la madrugada y reconoció a uno de los canas.
-¿A quién?
-No sabe el nombre, pero lo conoce. El tema es que los siguió hasta la seccional y vio como lo metían por el garaje. Así que en algún lugar está metido porque nadie lo vio salir tampoco.
-¿Qué tenés gente vigilando las veinticuatro horas?
-Tengo mis fuentes.
-No te creo un carajo.
Armenteros llamó al mozo y le pagó con un billete de cinco mil diciéndole que se quedara con el cambio. Se levantó y le clavó la mirada a Cárdenas.
-Está bien, no me creas. Estate atento y si ves algo extraño, llamame. Tenés mi tarjeta.
Si bien Armenteros no era de fíar, la mayoría de las veces su información tenía algo de verdad. Nada de esto parecía tener mucho sentido y para Cárdenas era muy probable que le estuviera ocultando información relevante. Ya estaba acostumbrado a que lo usara pero algo de verdad podía haber en esta historia. Después de todo, en Argentina, cualquier cosa podía pasar.
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