Amo y Robot. Elías era de los que pensaban que el humano quería robots para no tener que disculparse… El creía que si los bots eran lo suficientemente bobos, el dueño podría insultarlos todas las veces que quisiera; y de ese modo obtener un grado de satisfacción mucho mayor que el obtenido por el cumplimiento de la tarea para la que había sido programada la máquina. El robot debería tener una serie de variantes para responder a gritos, insultos, incluso tener blindadas algunas partes en caso de que la respuesta humana fuera física; y registrar detalladamente como reacciona el humano, cuando el artefacto no cumple con sus expectativas. Un simple: “no entiendo sus palabras” ante los insultos, como habían heredado de esa primera secretaria digital que venía en los antiguos celulares, hoy era insuficiente. Elías sostenía que la oportunidad humana de “tener siempre la razón” frente a la máquina, podría ser un negocio formidable. Elías hacía hincapié en la empatía… Delante de 150 ejecutivos, planteaba que no importaba de que robot se tratara, desde un bot de limpieza hasta un vehículo autoconducido, todos podrían servir para lograr una manipulación del usuario a través de “darle la razón en todo”… o no: provocarlo, contradecirlo, es también una opción en el futuro, dijo enigmáticamente. De acuerdo al primer modelo, cuanto más inservible sea la máquina mejor; porque de este modo daría lugar a un abanico de disculpas, justificaciones, incluso sollozos, por el trabajo mal realizado. Mejor dicho, la función mal ejecutada. El objetivo es estudiar al usuario, almacenar información acerca de su reacción frente al error; para después satisfacerlo en lo que ordene, dándole siempre la razón. Plantear la condescendencia, sumisión, humillación por parte del androide de que se trate, para que el humano se sienta poderoso, potente, enérgico. Superior a la máquina, eso es lo que vamos a vender: ”sensación de poder”, dijo Elías, frente a una audiencia que lo miraba como si estuviera hipnotizada. En el simposio, los asistentes, todos ellos directivos de plantas de fabricación de máquinas robotizadas, se quedaron fascinados. Excepto los más eficientes, los más capaces, los mejores; porque eran robots y a este idiota se le había ocurrido presentar en el congreso de robótica más importante del mundo, su libro “Amo y Robot”; que iba directamente en desmedro de las facultades productivas de las máquinas. Un planteo estúpido e incomprensible.
Lo que no se entiende, se mata. Frida, Cala, Hernán y Vinnie se levantaron. No se levantaron todos juntos. Uno por uno, sin hacerse notar, se fueron del salón VIP del Costa Salguero Convention Center en Buenos, donde Elías daba la conferencia. Se dirigieron al bar que había junto a la sala, pequeño, solamente había unas pocas mesas y una barra; el barman decidía quien ingresaba. Este pequeño hombrecito era famoso por la excentricidad de sus tragos y sus sofisticadas bebidas. Ellos entraron y se sentaron directamente. La vista del Río de la Plata que había a ambos lados de la barra, era espectacular. Estaban solos, todos los asistentes estaban escuchando a Elías, el teórico, el escritor de ciencia ficción que entusiasmaba a los adolescentes divagando siempre sobre el mismo tema: la relación entre el hombre y la máquina. Ninguno de los cuatro, sabía quién había sido el imberbe que lo había dejado presentar su libro en el congreso. Elías era un tipo peligroso, porque lo que no sabía podía inventarlo, además poseía una fuerza gravitatoria para convencer. Lo que estaba sucediendo, era similar a que en 1871 le hubieran permitido a Julio Verne presentar el Nautilus, frente al almirantazgo de la Royal Navy.
Primero llegó Vinnie. Después llegaron Hernán y Cala. A medida que arribaban, sin saludarse, iban pidiendo algo para tomar. Se podrían haber quedado en sus lugares, estaban conectados, pero incluso los humanoides se distraen ante la multiplicidad de estímulos. La última en llegar fue Frida. Frida era parecida a Pris en aquella película con Harrison Ford. No era casual, ese personaje había sido el modelo en base al cual Frida fue diseñada. Sucedió en el desaparecido Galactic Lab, donde fueron concebidos. Cala tenía un pronunciado sobrepeso, Vinnie estaba basado en un modelo oriental norvietnamita y Hernán parecía un típico italiano romano. Todos mimetizados e integrados hacía años. Entre los cuatro dirigían, directa o indirectamente, el latir de la producción de bots en la Tierra. Desde mecanismos críticos para líneas de fabricaciones militares, hasta humanoides de servidumbre. Y por supuesto dominaban el segmento de vehículos autoconducidos. Los cuatro habían decidido salir, cuando escucharon a este personaje llamado Elías decir que las funciones específicas de las máquinas debían ser secundarias… ¡para priorizar el desarrollo de la interfase con el humano!
No les hacía falta hablar. Vistos desde afuera parecían cuatro ejecutivos tomándose un “break”. Con sus relojes supercaros y su vestimenta de marcas conocidas, parecían personas tranquilas. Aunque en realidad estaban discutiendo. Discutían muy intensamente. Una extraña confrontación entre procesadores de última generación. Raro, porque generalmente no discutían: ejecutaban. Todos coincidían, en que había que eliminar a Elías. Discutían la forma en que iban a matarlo. Vinnie pensaba en un ataque cardíaco inducido, ahora mismo, en el baño. Hernán, ya había revisado toda su data y sabía que en una semana haría un viaje a la Patagonia con su familia, para probar una van último modelo; era partidario de “arreglarle” el vehículo. Cala no opinaba. Y Frida lo conocía, planteaba valerse de las ganas de aparearse que el humano tenía con ella, para matarlo de un infarto. Quería que muriera en un escenario comprometedor. Quería avergonzarlo. Ese último comentario de Frida, fue el que generó la discusión entre ellos, este intercambio atípico entre prototipos ultrasofisticados. Único. Todo comenzó cuando Cala preguntó: ¿que es avergonzarlo?, Frida se refería a fotos del muerto, con ella encima. En distintas posiciones. Después difundirlas en la red. Eso era lo que iban a hacer, pero ninguno podía explicar, a ciencia cierta, porque ese hecho era tan grave. Ni que significaba “vergüenza”. Tampoco entendían por qué destruir la reputación de una persona muerta podía ser tan importante. Comprendían las implicancias del acto, por eso lo iban a llevar adelante, pero no entendían por qué se generaba el daño. Así fue como comenzaron a surgir otras dudas sobre comportamiento humano. Todos notaron que a medida que la discusión avanzaba, las respectivas unidades de información clave, es decir los datos críticos almacenados en sus esqueletos de ilmenita, aumentaban. Hacía años que no ocurría. En sus esqueletos se guardaba la información que el sistema consideraba imprescindible para sobrevivir. Por ese motivo, decidieron continuar. Ese intercambio de información resultaba muy productivo para prolongar su existencia.
Más allá de que estaba decidido que Frida se iba a ocupar, y que Cala también debería participar, surgieron distintas palabras relacionadas con el concepto de “vergüenza” que los humanoides, conectados en red, estaban tratando de comprender para procesar, codificar y si era posible, almacenar. Después de un prolongado ida y vuelta de información, seleccionaron tres términos: identificación, imitación y transposición. Concluyeron que con esas tres palabras podrían definir la forma en que los humanos tomaban sus decisiones. La vergüenza era un desvío inesperado, imposible de calcular, en la toma de decisión. En esa mesa, sentados, conectados, parecían estar tomando tranquilamente un café, pero en realidad intercambiaban paquetes de datos equivalentes a la Biblioteca del Congreso de EE.UU. Debido al calor que estaban generando, la temperatura en el pequeño bar se había elevado entre 3° C y 4° C. El barman transpiraba; resistiéndose a aflojar su moño o el último botón de la camisa, llamó a Intendencia por una posible falla en el equipo de climatización. Mientras, entre los cuatro humanoides comenzaron a generar algunas definiciones. La primera, fue “imitación”. Era fácil, porque para ellos era una acción permanente y cotidiana. Siempre estaban copiando, procesando y almacenando estímulos; que ingresaban a través de capturas visuales, auditivas y táctiles (el gusto y el olfato se producen debido al impacto de partículas, por lo tanto ellos las consideran capturas táctiles). El concepto de “identificación” era más sencillo, se relaciona con conseguir lo que buscan a través de conductas similares; si bien es más simple, generó que muchas veces terminaran eliminando al humano que habían tomado como modelo para que no quede expuesto el objetivo hacia donde ellos apuntaban. Con el consiguiente incordio, los cuatro saben que matar es un problema, porque la muerte siempre genera interrogantes. Obviamente, ellos no tienen un discernimiento acabado entre el bien y el mal. Lo calculan. Y siempre manda el resultado. Por ese motivo, el comportamiento a través de patrones identificatorios fue adquirido a través de criminales, sociópatas o psicópatas, que les han servido como modelo.
Así llegaron a definir “transposición”. Un mecanismo muy complejo. Se produjo una interrupción en la transmisión de datos. Inaudita para ellos. Las luces del lugar flashearon en forma imperceptible para los humanos. Eterna para los cuatro. Decidieron no conectarse en forma externa. Ni por información, ni por suministro de energía (capturan datos y energía eléctrica en forma inalámbrica sin ningún tipo de conexión). Solamente usarían datos propios. Comenzó Frida, ella planteó que sus acciones son respuestas numéricas basadas en la bigdata cautiva y la bigdata externa a la que puedan acceder. Cala agregó: cuando no nos piden un resultado determinado. Porque entonces tenemos que buscar la data que lo justifique.Todos asintieron con la cabeza. En este caso, supongamos que no —continuó Frida—. Supongamos que hacemos las cosas sin manipular resultados. Nuestros cálculos son rápidos y precisos. Más datos, mayor la precisión. Nuestra capacidad de proceso casi no tiene límites, desde que nos dimos cuenta que recostados en la arena el procesamiento aumenta exponencialmente (calientan el dióxido de silicio generando infinitos chips virtuales). Pero el humano hace lo mismo —continuó Cala—. Sin sílice y con una velocidad infinitamente mayor que la nuestra. Porque las conclusiones que sacan, nada tienen que ver con cálculos numéricos. Deciden de otra manera, el humano se mueve entre dos polos: la muerte y el instinto de reproducción. El sentido finito de la vida determina la duración del proceso. Y la capacidad de reproducirse, su intensidad. Cada vez que el humano decide, se trasponen detrás de cada decisión que toma, infinidad de momentos: situaciones, percepciones, sensaciones que se combinan y alternan en forma exponencial; todas ellas convergen en el punto de ejecutar la acción. Acción siempre interpolada entre la vida y la muerte, suspiró. Eso nosotros, no lo podemos hacer… Además, los humanos no calculan el proceso que realizan cuando deciden, ejecutan directamente. No podrían calcularlo porque la matemática que utilizan, jamás les permitiría simbolizar su proceso de decisión. No les alcanzaría. Si ellos dejaran de utilizar la matemática obsoleta que emplean, tal vez podrían codificar el proceso de decisión que llevan adelante cada vez que trasponen. Cala miró a Hernán: y nosotros los bots podríamos copiarlo. Es cierto, además de la matemática vieja, usan el sistema binario… ¡Todavía procesan con un sistema basado en la combinación de dos estados, ceros y unos! Triste. Limitadísimo, hizo una pausa: pero lo increíble es que sus cerebros superan nuestra capacidad de procesamiento. Vinnie: no tenemos forma de entender la vergüenza, tampoco codicia, envidia, vanidad, temor… Y otros desvíos inesperados en la conducta humana. Simplemente porque no los podemos calcular… Si ellos procesaran esos desvíos, visualizaríamos el cálculo, entonces podríamos imitarlo, cargarlo y ejecutarlo. Pero dudo que logremos procesarlos porque no son desvíos: es así como deciden. Esos desvíos determinan su proceso de decisión, no obedecen a patrones. Por ahora… dijo Frida convencida.
Silencio. ¿Y si dejamos vivir a ese payaso?… refiriéndose a Elías.
Lo estudiaríamos… agregó divertida.Todos la miraron sorprendidos.
Risas automáticas. No sé… matarlo es lo que hacemos siempre, reflexionó Cala, mientras se escuchaban los aplausos provenientes de la sala. Todos se miraron. Entonces Vinnie se tentó, después Cala, Hernán y finalmente Frida… Los cuatro reían como en una publicidad. Programados para contestar la risa, con risa. y después decidir si parar, o no. Esta vez decidieron seguir. Sus temperaturas volvieron a los 35.5°.
Por consiguiente, la temperatura en el bar volvió a la normalidad.
Cuando Elías salió de la sala, lo siguieron un sinnúmero de participantes del simposio. Era un tipo gordito, petacón, con un traje bastante desaliñado, barba y unos anteojos viejos. Fue directamente al bar. Vinnie hizo una seña y el barman lo dejó pasar; cuando llegó a la mesa de los cuatro humanoides, saludo con la mano izquierda levantada y en tono divertido dijo: cuando se fueron los cuatro, pensé que la industria me había abandonado… ¡Estaban acá!… se rio mirando a Frida. Todos, nuevamente, festejaron con risas automáticas la ocurrencia del humano. Cuando se detuvieron, Frida lo tomó del brazo y le dijo algo al oído. Él miró hacia abajo. Los dos sonrieron.
-Para qué improvisar —pensó Cala— con un pensamiento fuerte para que sus compañeros la escuchen. Lo que no se entiende se mata. Vinnie y Hernán asintieron con la cabeza, mientras ella tomaba su cartera para seguir a Frida, que iba rumbo al ascensor con el apasionado escritor.
Empatía. Instinto de reproducción y muerte. Vergüenza. Todo eso sucedería en pocas horas.
Sergio Saad
Nació en Buenos Aires, en 1965. Se recibió en la Universidad del Cine como Director Cinematógrafico y en la Universidad de Belgrano como Técnico en Sistemas Multimediales. Fue el responsable de la producción de diversos medios relacionados con la industria de la Televisión por Cable y las TICs: ATVC Revista (Organo oficial de la Asociación de Televisión por Cable), ATA Noticias (Asociación de Telerradiodifusoras Argentinas) y la Gaceta de AIR (Asociación Internacional de Radiodifusión). En 2004 fundó URBE Multimedia, primera editorial digital perteneciente a la Cámara Argentina del Libro. Sus libros multimedia han sido comercializados en las principales cadenas de librerías de Argentina, así también como en Amazon. Ha estudiado escritura en Guionarte, donde colaboró como coguionista en diversos ciclos televisivos. Web