Mora, como ‘amor’ pero con la ‘A’ en otro lado, es mi nombre real. CREMADECREMA, mi identidad artística; como lo mejor de lo mejor, como “crème de la crème”, pero del subdesarrollo. Crema, también como la parte grasa de la leche. En Argentina, llamamos ‘grasa’ a algo o alguien maleducadx, toscx, brutx, de mal gusto… Eso es CREMADECREMA: lo mejor de lo mejor de mí, pero también mi lado más insoportable y grasa.
Con ese mismo lema empecé hace 2 años a escribir sobre mis desventuras en Berlín. Tomé la decisión de irme de mi país porque sentía que allí no podía seguir viviendo. Tan simple como eso. Porque no sentía que estaba viviendo la vida equivocada. Porque allí no podía seguir proyectando un futuro, ni como artista, ni como mujer, ni como persona, ni como nada. Porque allí no podía seguir respirando, porque no quería seguir teniendo miedo, porque nunca pertenecí, porque Argentina me agotó. Que por qué Berlín? Todos los caminos llevan a Roma y como a mí me gusta ir en contra de la corriente, todos los caminos me llevaban a Berlín. Todos, todas, todes, todo me decía “Berlín”, y sentí que me iba a equivocar si no le prestaba atención a tantas señales. Nunca había estado en Berlín, no tenía una idea formada sobre la ciudad, nunca había visto fotos, nunca había escuchado historias de allí, salvo las de guerra. No sabía lo que me esperaba, tampoco sabía que me estaba mudando a mi lugar en el mundo, adonde tenía que estar, a vivir la vida que tenía que vivir. “Berlin, the place to be” se transformó en mi location favorita de Instagram y en la vida real. Pero reconozco que cuando llegué hace dos años, llegué ciega, ignorante, confiada, entregada y aunque siguiendo mi instinto, nunca pensé que iba a ser para tanto el idilio que tengo con esta ciudad. Me enamoré desde el primer momento. Vine de novia, con un danés con el que estuvimos de novios a la distancia durante 9 meses. Pasamos de eso a una convivencia que duró 7 más. Me desenamoré desde el primer momento.
La primera temporada de CREMADECREMA, Berlin Edition recorre en detalle mi vida desde el día en que llegué a Berlín hasta el día en el que se fue todo a la mierda con el danés. Pero como todo tiene que ver con todo, y como profundamente creo que todo (y todxs) pasa por una razón, también voy y vengo entre mi infancia, mi futuro, mi Argentina, mi Berlín, mis daddy issues, mis ex, la relación con mi mamá, mis viajes, mi soledad, mi angustia, mis miedos, mis traumas, el amor, el sexo, el ser una niña eterna y tener un alma vieja al mismo tiempo. Quizás por escorpiana, escribo como pienso, escribo como vivo: con una carga emocional extrema e innecesaria, empapada de drama y con el corazón siempre latiéndome fuera del cuerpo.
Pese al tinte novelesco, todo lo que cuento es real, son cosas vividas, vívidas, masticadas, sufridas y disfrutadas. Todo lo que cuento en mis textos son las historias que me hicieron quien soy hoy, son las historias que hacen mi historia. Mi cable a tierra siempre fue el amor, y todas estas crónicas tienen ese punto de arranque en común. Pero esta no es una historia de amor. O sí. Esta es una historia de amor propio. Este es un diario de viaje al interior de mí misma. Esta es mi historia y cómo me animé a querer ser feliz (porque hay que animarse, eh! Hay que bancarse la felicidad). Estas son notas de un diario íntimo de cómo ser feliz, o morir en el intento.
Mora Kirchner