El Jobcenter es la oficina de empleo que hace de mediadora entre empleadores y desocupados. Su principal tarea es garantizar la subsistencia de quienes buscan trabajo y no tienen dinero para mantenerse —aunque también brinda apoyo con asesoramiento en deudas, consultoría psicológica o tratamiento en problemas de adicción. Esta ayuda económica es el famoso «Hartz IV», precisamente aquello que generalmente está implicado en chismorreos del tipo: «Fulanito vive del Jobcenter», «Menganita hace anos que está en el Jobcenter», etc.
El Hartz IV es la ayuda económica que en Alemania se concede a personas en edad legal de trabajar, cuyo nivel de ingresos no supera la cantidad mínima estimada para satisfacer sus necesidades básicas. Esta prestación puede cubrir gastos de alimentación, ropa, vivienda (incluido el alquiler y la calefacción), seguro médico y una rebaja en el abono mensual de transporte como es el caso del berlinpass (el cual, por cierto, también incluye descuentos para visitar museos, teatros o cines).
Pueden acudir al Jobcenter los ciudadanos alemanes, los europeos (comunitarios) que han cumplido cinco años de residencia legal en Alemania y, dependiendo del caso, también inmigrantes de países no europeos (extracomunitarios) que tengan permiso de trabajo. Hay veces que el Jobcenter complementa los gastos del mes, por ejemplo pagando parte del alquiler, algo que popularmente se dice aufstocken y significa algo así como «añadir un piso a otro piso». En la mayoría de los casos, sin embargo, se trata de gente que recibe unos 430 Euros y debe hacer magia para sobrevivir todo el mes con eso.
Mientras que para los burócratas quien pide ayuda en el Jobcenter es un «Kunde» (cliente) a despachar en la oficina, gran parte de la sociedad alemana lo desprecia por ser pobre. Por ello se inventó el verbo «rumhartzen»: para retratar su vida como si fuera un parásito social que no tiene dignidad por vivir del Jobcenter.
Berlín es una de las ciudades con mayor cantidad de personas que dependen del Jobcenter. A finales de 2020, unos 600.000 berlineses recibían Hartz IV. La mayoría de ellos vive en el barrio de Neukölln y es por ello que los medios suelen utilizar imágenes de este barrio para ilustrar su odio de clase, algo que gustan de condimentar con la habitual xenofobia en contra de turcos, refugiados sirios, o incluso en contra de búlgaros y polacos, esto es, aqellos grupos de auslenders que más ayuda reciben por parte del Jobcenter berlinés.
Yo he sabido ser auslender con Hartz IV en Neukölln y te lo puedo decir: vivir del Jobcenter no es una tranquilidad de primer mundo sino un calvario horrible. Firmar la maldita «Eingliederungsvereinbarung» es un pacto con el diablo donde se reciben dos miserables euros para sobrevivir a cambio de entregarle tu dignidad a un burócrata, el Sachbearbeiter encargado de llevar las actas de tu caso, quien dependiendo de su humor y carácter te hará la vida más o menos imposible.
Así como en la Auslenderbejorde no es raro escuchar a un funcionario público regañar a un extranjero que tiene dificultades con el idioma alemán, en el Jobcenter aprovecharán cada ocasión para hacerte notar que no sos otra cosa que una carga para el contribuyente y un gasto no deseado para el Estado.
Te enviarán cartas con amenazas, imputaciones, extraños cálculos a su favor donde se deduce que por algo que hiciste ya has generado una deuda. Dilatarán la respuesta a tu defensa y te harán rehén de tu buzón para que tengas miedo de recibir una carta con malas noticias.
Mirarán tu pasaporte con detenimiento buscando un sello de salida del país, pues saben que los auslenders necesitamos visitar a nuestras familias en el extranjero y, si no les pedís permiso con antelación como exige el reglamento, te harán devolver el dinero recibido por el tiempo que hayas pasado afuera. Entonces vendrá tu funcionario encargado y te recordará que «Sie bekommen Geld von uns!» (¡usted recibe dinero de nosotros!), usando un tonito de mierda como si fuera él mismo quien te pagara de su bolsillo, explicitando la relación de poder entre él y vos para hacerte sentir culpable.
La política de disciplinamiento del Jobcenter se hace presente en cada ocasión, por ejemplo cuando tu Sachbearbeitertuvo un mal día y no tiene paciencia para tus preguntas. Tartamudeando en alemán le intentás explicar que te gustaría trabajar de esto o aquello, pero a él no le interesa porque sos una de las más de 350 personas que despacha por día y ya ni te distingue, te interrumpe y dice: «Wissen Sie, die Arbeitsagentur ist keine Traumfabrik. Ihr bester Job ist Ihr nächster Job!» (Mire, la oficina de empleo no es una fábrica de sueños. ¡Su mejor trabajo es su próximo trabajo!). Te irás caminando a casa deprimido, creyendo que jamás podrás vivir de tu anhelado trabajo en Berlín, coqueteando con la idea de volver a casa y abandonar todo este infierno.
Pero no; te plantarás y dirás una vez más en la vida que no. Sos auslender, el idioma alemán te cuesta como a todos, claro, pero ningún cruel eslabón del sistema personificado en burócrata te hará desistir. Porque el día que renuncies lo harás porque así será tu deseo, no por un obstáculo transitorio del Jobcenter. Después de todo, me imagino que no habrás venido a Berlín para ganar dinero sino más bien para vivir y crecer como persona, ¿cierto? Pues bien, adelante: volverse indestructible es también parte de vivir.