El jausmaister es algo así como el equivalente al conserje, el administrador de finca o al portero de edificio, es decir, un trabajador polifacético que se encarga de la limpieza, el mantenimiento, la conservación del orden o de fumarse a los quejillosos y agoreros en cualquier comunidad de vecinos. Sin embargo, existe una variación berlinesa del jausmaister que todavía no ha sido debidamente investigada por urbanistas y antropólogos, a saber: el jausmaister honorario.
El jausmaister honorario es aquella persona que ha ofrecido voluntariamente sus servicios a la administración de un edificio (Hausverwaltung). Se trata de un sujeto que generalmente anda merodeando por el patio y los pasillos comunes; acecha a quienes se dirigen a los contenedores de basura y los amonesta cuando no separan correctamente los desechos; registra el ingreso y salida de cualquier extraño al edificio; inspecciona el cierre apropiado de todas las puertas y ventanas; interroga a cualquier transeúnte que realice algo no previsto en su cosmovisión orwelliana; se solidariza con los viejitos que le tienen pavor a los extranjeros y, en fin, se desvive por recibir el aplauso de la Hausverwaltung.
Si bien Alemania es una de las sociedades con mayor cantidad de doctorados per cápita, cuenta con varias de las Universidades más prestigiosas de Europa y, además, grandes centros de investigación como la internacionalmente reconocida Max-Planck-Gesellschaft, aquí no hay formación profesional (Ausbildung) para ser jausmaister. Esto explica que, históricamente, cualquiera haya podido ser jausmaister en Berlín. De hecho, el historiador Ilko-Sascha Kowalczuk ha mostrado que, poco antes de la disolución oficial de la RDA, muchos de los colaboradores extraoficiales de la Stasi fueron designados por el propio SED (el Partido Socialista Unificado de Alemania) como jausmaisters honorarios de varios edificios de apartamentos en la ciudad. Habría, entonces, una cierta vocación de espía en el jausmaister berlinés.
Hace algunos años me sentí acosado por un jausmaister honorario, muy devoto de la vigilancia total de sus vecinos. El señor Jörg Fleischhacker (su apellido significa, literalmente, «picador de carne») no perdía oportunidad de comentar cada uno de mis movimientos: si arreglaba un pinchazo de mi bici en el patio, si me veía con un paquete o una botella en la mano, da igual, todo lo registraba y todo lo comentaba para sí mismo. Así que fui a un estudio jurídico gratuito a pedir un consejo, pero el abogado me dijo que tomara en cuenta que los jausmaisters honorarios son personas que a menudo sólo buscan «amor, comprensión y ternura».
Volví a casa y recordé una tienda online de juguetes sexuales, cuya particularidad es que uno puede solicitar la total discreción del envío: en lugar de recibir un paquete con algún adhesivo o motivo que revele al proveedor, se puede elegir el logo de una compañía informática o de bisutería, de tal manera que nadie pueda adivinar qué es lo que hay adentro. Así que le mandé a Fleischhacker un par de lubricantes, un anillo de silicona y unas bolas chinas. El día que se me notificó la entrega, revisé los contenedores de basura a ver si encontraba algún indicio de que el paquete había sido abierto. Nada. Pero como Fleischhacker no preguntó si a alguien del edificio se le había extraviado un paquete, al mes siguiente insistí. Esta vez le mandé un dildo doble de treinta y cinco centímetros. Nuevamente, tampoco encontré rastros del paquete en el edificio, pero sí una reseña del producto en la página de la tienda: «Funktioniert einwandfrei, auch mi Alleingang. Gruß, Jörg» (funciona a la perfección, también a solas. Un saludo, Jörg).
Jamás pude comprobar si ese Jörg, efectivamente, era Fleischhacker. De todos modos, quiero creer que cuando lo vi aquel día de verano en el mercado turco, con una camisa semiabierta muy bonita y lentes de sol, sonriéndole a los vecinos, mi jausmaister honorario tal vez haya encontrado un poco de amor, comprensión y ternura en su vida.
Mateo Dieste
(Montevideo, 1987) estudió filosofía e historia en Berlín, ciudad donde reside desde 2011. Autor del libro “Filosofía del Plata y otros ensayos” (2013). Entre 2019-2020 dictó un curso sobre historia global de la filosofía en la Universidad Humboldt. Ha publicado en Revista Ñ (Argentina), semanario Brecha (Uruguay) y también ha sido columnista radial de tango en Emisora del Sur (Uruguay). Aprecia la Berliner Schnauze y, si bien se mantiene leal al asado y al mate, dice que la vida sin chiles y harina de maíz sería un error. En la ducha puede alternar entre Héctor Lavoe o Rio Reiser.