Cuando trascurren las ocho horas, se termina la última videoconferencia, la tarde de estudio o cuando ya no quedan diligencias pendientes: es allí cuando alguien sabe que «tiene faieraben». Al mismo tiempo, cuando los berlineses se enojan en una discusión y se hartan de una persona, es posible que griten la siguiente frase: «Nu is aba Feierabend!» (¡ya basta!). En cualquier caso, la palabra ‘faieraben’ está asociada a ese momento de alivio tras haber cumplido con las tareas del día. De allí que exista, asimismo, la sagrada Feierabendbier: la cerveza del fin de la jornada laboral.
Todos hemos trabajado alguna vez. Históricamente, si un adulto no lo hacía era porque estaba enfermo o «impedido»; o, si había tenido suerte en la vida, no trabajaba porque era miembro de alguna de las pocas élites ociosas que ni siquiera se dedicaban a la guerra o al sacerdocio. Por ello es que la vida después de lafaieraben es, en realidad, un fenómeno relativamente reciente. Hacia 1800, por ejemplo, más de la mitad de la población mundial no superaba los treinta años de vida y sólo en circunstancias excepcionales disfrutaba del descanso posterior al trabajo. De modo que el trabajo asalariado con su faieraben correspondiente, protegido y regulado por el derecho, no deja de ser una novedad de los últimos doscientos años.
Uno de los primeros trabajos que tuve en Berlín fue el de niñero. Dos o tres veces por semana iba al barrio residencial de Zehlendorf —donde Berlín no es Berlín— para ocuparme de Konstantin. A este niño de ocho años le encantaba el fútbol: su ídolo era Mario Götze (futbolista casi olvidado en Alemania, pero todavía recordado en Argentina).
Un día fui a buscarlo a la escuela y él salió con la camiseta puesta del Borussia Dortmund, una pelota debajo del brazo y su compañerito de clase Benjamin. Me esperaba una tarde atajando penales y tiros libres.
Llegamos a la plazoleta y los niños comenzaron a darme órdenes, explicarme las reglas de juego y someterme a sus antojos hasta desvirtuar mi rol de arquero, para convertirme más bien en un espantapájaros inerte, garantizando así una goleada a su favor y un espectacular aburrimiento en mi contra.
De pronto llegaron Mehmet y su hermanito Ufuk, dos niños turcos que al vernos jugar preguntaron, muy cortésmente, si se podían sumar. Inmediatamente les respondí que sí. Y les propuse hacer un partidazo de dos contra dos, conmigo de juez oficial, y entonces sentí que pitaba el inicio de la final en la Copa del Mundo. Los cuatro niños se miraron entre sí, pensaron un poquito y después exclamaron al unísono: Nein, du bleibst im Tor! (no, ¡vos te quedás en el arco!). Intenté explicarles que sería considerablemente más entretenido para todos, si jugábamos un partido normal. Pero no hubo caso.
¡Gooooooooooooooool de Mario Götze!, me gritó en la cara Konstantin, después de haberme pateado de punta a casi dos metros de distancia. Le siguió el golazo de Benjamin alias Marco Reus, el de Mehmet alias Mesut Özil y, por último, el del gordito Ufuk, quien me aseguró muy seriamente que él era ‘Donaldo’. Naturalmente, yo no tenía permitido ser Mateo alias René Higuita, pues mi función de espantapájaros inerte era condición indispensable para la felicidad de estos angelitos de Dios. Pero bueno, como en este país siempre me han dicho que «Kinder sind so süß» (los niños son tan lindos), uno se calla y respeta —no vayan a decir que uno es un extranjero inadaptado.
Llegamos a la casa de Konstantin y él tenía mucha hambre. Su mamá se había anticipado y, en la cocina, me dejó una nota con instrucciones para dummies sobre cómo hacer cien gramos de fideos con salsa de tomate comprada, así que afortunadamente pude superar el intimidante reto culinario sin problemas. Una hora después, ella llegó y, luego de sacarse de encima a su hijo que se le había pegado cual garrapata, me dijo:
—Mateo, podés irte. Tenés faieraben.
Mateo Dieste
(Montevideo, 1987) estudió filosofía e historia en Berlín, ciudad donde reside desde 2011. Autor del libro “Filosofía del Plata y otros ensayos” (2013). Entre 2019-2020 dictó un curso sobre historia global de la filosofía en la Universidad Humboldt. Ha publicado en Revista Ñ (Argentina), semanario Brecha (Uruguay) y también ha sido columnista radial de tango en Emisora del Sur (Uruguay).