Aunque muchos lo conocemos simplemente como «el Don Juan», Đồng Xuân significa en vietnamita «prado de primavera» y así es como se denomina el mercado asiático más grande de Berlín. Ubicado en el barrio Lichtenberg de Berlín Oriental, a lo largo de unas doscientas hectáreas y distribuida en ocho galpones enormes, allí Hanói cobra vida y se exhibe en toda su diversidad, a saber: en peluquerías, salones de belleza, restaurantes, tiendas de flores artificiales, repuestos para electrodomésticos, fideos chinos, patas de pollo congeladas en bolsas de un kilo, cangrejos vivos o los famosos alfajores coreanos Choco Pie (초코파이); asimismo, en el Don Juan también hay escuelas de manejo, consultorías fiscales, estudios jurídicos o, entre otros servicios ofrecidos en vietnamita, agencias de publicidad. Todo esto y mucho más se puede encontrar en el Don Juan, el punto de encuentro más importante para la comunidad vietnamita de la capital alemana, abierto incluso los domingos hasta las ocho de la noche.
El Don Juan fue fundado por uno de los tantos vietnamitas reclutados por la RDA como «trabajadores contratados» (Vertragsarbeiter), Nguyen Van Hien, quien vino para compensar la falta de personal en aquella economía planificada. La mayoría de estos trabajadores —unas sesenta mil personas, hombres y mujeres— llegó poco tiempo antes de la caída del Muro de Berlín, entre 1986 y 1989, lo cual llevó a que pronto se quedaran sin empleo y sin derechos en un país extranjero: desaparecieron las empresas públicas (Volkseigener Betrieb) donde trabajaban y también la propia RDA, es decir, el Estado que había firmado el tratado internacional que regulaba la estadía de los vietnamitas. Así, tras la reunificación, muchos de ellos fueron expulsados del país y otros quedaron hundidos en un vacío legal, haciendo malabares para extender sus permisos de residencia y, por si fuera poco, siempre amenazados por las pandillas de neonazis que en varias oportunidades incendiaron sus hogares.
A partir de 1993, los vietnamitas que querían permanecer en la Alemania unificada debieron demostrar que tenían medios para subsistir, lo cual no era nada fácil con las altas tasas de desempleo de aquella época. Algunos pocos se dedicaron al contrabando de cigarrillos, otros tantos se volvieron autónomos. Este último fue el camino que escogió Nguyen Van Hien. En sus comienzos, el actual gerente del Don Juan se ganó la vida haciendo de verdulero, comerciante de telas, florero o atendiendo algún espeti. Se rumorea que es el vietnamita más rico de Alemania, pero él sostiene que el dinero «no es todo en la vida». Otros, en cambio, lo consideran un arribista que ha promovido la formación de un gueto vietnamita en Berlín.
Entrar al Don Juan nunca es un trámite ligero sino más bien una excursión que me trae reminiscencias del Sur: allí se suspende la insonorización del espacio público alemán y me invaden los ruidos de la gente hablando, comiendo, la música de las tiendas: la vida, etc.
Todos los diciembres voy allí a comprar hojas de plátano, ingrediente imprescindible para las hallacas navideñas. La vez pasada me demoré bastante, es cierto, pero no fue por haberme obnubilado por ese ambiente sino por haber perdido una apuesta en la última cena navideña.
Sucede que, por culpa de un cocuy caroreño muy rico, le aposté a Carlitos que me comería cuatro hallacas, pero finalmente sólo pude con tres. Me tocó, entonces, ir al Don Juan nuevamente por las hojas de plátano y, de paso, sacarme una selfie con las chicas de algún salón de belleza. Las esteticistas vietnamitas entendieron mi lenguaje de señas, aunque no les quedó muy claro el motivo de la selfie. Me ofrecieron hacerme las uñas, dije que sí y rápidamente me trajeron un tecito. Mientras ellas intercambiaban sonrisitas pudorosas con las demás clientes, yo como un pelotudo asentía con la cabeza y recordaba que esta gente le ganó una guerra a Estados Unidos. No cualquiera te levanta al Don Juan en Berlín.
Mateo Dieste
(Montevideo, 1987) estudió filosofía e historia en Berlín, ciudad donde reside desde 2011. Autor del libro “Filosofía del Plata y otros ensayos” (2013). Entre 2019-2020 dictó un curso sobre historia global de la filosofía en la Universidad Humboldt. Ha publicado en Revista Ñ (Argentina), semanario Brecha (Uruguay) y también ha sido columnista radial de tango en Emisora del Sur (Uruguay). Aprecia la Berliner Schnauze y, si bien se mantiene leal al asado y al mate, dice que la vida sin chiles y harina de maíz sería un error