Me subo a una excursión de una semana con mamás y bebés que conozco poco o nada, en una especie de viaje de egresados —por la falta de sueño y la actividad constante—, pensando quién será la primera en no aguantar y volverse antes de tiempo.
“Dijiste ‘un viaje, seis días, con mamás con nenes’ y yo pensé ‘¡qué tortura!’”
Propuesta de viaje
Jueves, tres semanas previas
Desde hace un par de meses voy con mi bebé a un grupo de aprendizaje lúdico, una vez por semana, guiado por una especialista en educación infantil. A mí también me sirve para conocer a otras familias con niños de la misma edad.
De ahí surgió la propuesta de una excursión a Brandeburgo, a una hora de viaje. Ah, qué bien, una tarde de paseo, me anoto. No, no, son seis días, me aclaran. El viaje es dentro de tres semanas. Miro para el costado. ¿Voy o no voy?
Mismo jueves, al rato
La idea me picó.
Mismo jueves, un rato más tarde
Es prácticamente una semana entera conviviendo con otras seis mujeres que no conozco, sus bebés y dos profesionales especializados en primera infancia. ¿Veinticuatro horas non-stop con ocho niños pequeños?
Lunes de la semana siguiente
Una amiga, inmigrante como yo, child-free, me manda un mensaje de audio: “Me dio mucha risa porque dijiste ‘un viaje, seis días, con mamás con nenes’ y yo pensé ‘¡qué tortura!’”
“Un grupo de estudiantes mujeres nos mira escéptico. Creo que se la van a pensar dos veces antes de tener hijos”
Preparativos
Lunes, una semana previa al viaje
Las siete mamás que vamos a viajar con los ocho pandemic babies nos reunimos para conocernos, todos berlineses, todos lactantes, de entre dos y seis meses de edad. Somos un conjunto de mujeres de distintas nacionalidades, situaciones familiares y laborales, y edades (entre algunas nos llevamos más de 20 años de diferencia). Cada una de las madres tiene una personalidad y necesidades bien marcadas. Esto va a estar interesante.
Miércoles a la mañana
Intento viajar de forma minimalista. Sin cunita, ni mecedora; con lo puesto, uno o dos juguetes, —perdón chiquito, pero el dinosaurio se queda en casa—.
Creo que va a entrar todo en el cochecito, si contamos la parte de abajo, el bolsito de red que va colgando, otro bolso más grande, y una mochila. Así me siento minimalista. Con suerte entra el mordillo para calmar el dolor de encías. Ya me veo que justo corta los dientes estando de viaje.
El viaje en tren
Jueves, día de partida, pasadito el mediodía
El tren va lleno. Nosotras con cochecitos, valijas, mochilas, nenes en brazos. Cantidad de pasajeros que nos cede amablemente el asiento: cero. Es una tarde calurosa por ser otoño y estoy vestida como para invierno. Transpiro. Hago equilibrio para no caer, sólo restan 45 minutos de viaje.
Somos un grupo voluminoso con niños que, cuando se quejan, se entera todo el vagón. Un grupo de estudiantes mujeres nos mira escéptico. Creo que se la van a pensar dos veces antes de tener hijos.
“Si de por sí somos un grupo raro, que llama la atención por la cantidad de madres con bebés juntas”
Estadía – primera mitad
Mismo jueves, a la tarde
En mi vida pre-niñes, lo primero que haría sería ducharme, desarmar la valija y salir a recorrer.
Hoy pongo a mi bebé arriba de una colchoneta, le cambio el pañal y empezamos a jugar.
La locación es espectacular, espaciosa, luminosa, renovada, con cocina integrada. Sería perfecta como set de filmación.
Elijo una habitación en el primer piso, simple, limpia, moderna. Espero que los bebés de los cuartos de al lado sean tranquilitos. El baño es compartido entre las cinco habitaciones de arriba. Si tan sólo pudiera ducharme.
Estoy agotada y esto recién empieza. ¿Y si nos volvemos?
Viernes, 06.00 am
Mi bebé es el primero en despertarse. Juega en la inmensidad del living, a oscuras, no se escucha ni un sólo ruido. Es la calma que antecede al huracán de mamis con bebés hambrientos.
Viernes, 09.00 am
Preparo el desayuno para todas y me lo pierdo porque mi niño quiere dormir. Error haber elegido el cuarto en el primer piso, sin cuna ni baby phone. Me quedo en la habitación contemplando como descansa.
Mismo viernes, 10.30 am
El highlight del día es el baby massage. Mi nene se mueve para todos lados. Cuánto me harían falta unos masajes ahora mismo.
Mismo viernes, 02.00 pm
Salimos a pasear mientras los ciclistas esquivan los cochecitos a alta velocidad, sin remordimiento. Yo camino empujando el cochecito mientras como parsimoniosamente un helado, mi recompensa por tanto traqueteo.
Sábado de mañana
Vamos al mercado semanal a comprar bio y regional. No lo encontramos. Plan B, hacer meditación justo ahí, en la plaza sobre la avenida, donde deberían estar las papas y calabazas. Si de por sí somos un grupo raro, que llama la atención por la cantidad de madres con bebés juntas, ni que hablar haciendo yoga con cochecitos.
Sábado de tarde
Hacemos una ronda y hablamos sobre nuestros pensamientos y sentimientos. Echo un vistazo a las realidades de otras mamás, me identifico con sus preocupaciones y anhelos, recibo consejos cuando los pido, intento no juzgar.
No me sorprendería que en veinte años se hiciera un documental sobre esta experiencia de viaje comunal post-corona lockdowns 2020.
Tengo la sensación que mi peque creció como cinco centímetros desde que llegamos, al menos en actitud. Aprendió lo que duele cuando otros niños le sacan un juguete o su chupete, o ambos.
Sábado a la noche
Mientras cocinamos todas juntas se oye “I’m yours” de Jason Mraz. Automáticamente relajo mi cadera al ritmo de la canción y por un momento me olvido que tengo un crío.
Estadía – segunda mitad
Domingo
Hoy vienen las parejas a pasar el día.
Salgo a caminar con el bebé y mi partner. Le cuento lo extenuante que es la convivencia. Casi siempre hay un niño, o varios a la vez. Entre todas cuidamos del bienestar de todos los peques, esto incluye limpiar el provechito ajeno. Tengo que subir y bajar permanentemente las escaleras empinadas cargada de mamadera, termo, ropita. Almuerzo a destiempo, duermo a destiempo y ducharse es una hazaña.
A la noche vamos solos los tres a cenar afuera. We have a date!
“No se me ocurre decir nada más profundo, mucho menos en alemán y con sleep deprivation”
Lunes durante el día
Hoy el nene está intranquilo, sólo quiere estar upa. Yo estoy sin energías, muy cansada. Es la última noche. No voy a claudicar ahora.
Lunes a la noche
El bebé está más tranqui, yo agotada. Participo de una ronda temática sobre maternidad. Pienso en mis roles, mis hobbies, mis preocupaciones, mis deseos. ¿Qué me hace feliz? Un pedazo de torta en este preciso momento. No se me ocurre decir nada más profundo, mucho menos en alemán y con sleep deprivation.
Regreso
Martes a la mañana
Esperé este día como quien espera Navidad, o una compra online. Empacamos y nos vamos.
Martes al mediodía
Llegamos a casa. Mi hijo se encuentra felizmente con su ardilla musical, y yo con el silencio. Es como volver de un viaje de egresados.
Lo acuesto sobre la colchoneta. Le cambio los pañales. Jugamos. Se duerme. Desarmo la valija. Me ducho.
Fue una experiencia intensa, inspiradora. Me sentí contenida, volví más segura en mi rol de madre, adquirí conocimientos sobre hábitos de alimentación saludable para niños y adultos (hacer smoothies de vegetales, ponele), recibí tips de otras madres sobre los cuidados del niño (qué comprar para el resfrío fue uno), expandí mi círculo social (sumé gente del barrio para tomar un café) y aprendí sobre comunicación (como hacer comentarios sin evaluar, parece que no va más el “¡qué lindo lo que pintaste!” sino “¡pintaste con color rojo!”).
Nos compartimos fotos del viaje. Veo a un grupo de mamás con falta de sueño, que en principio tenemos poco en común, pero que nos amalgama estar atravesando la experiencia de ser madres por primera vez. Veo a varios bebés intentando acomodarse a un nuevo espacio. Veo a un conjunto valiente que se animó a este viaje con peques, a meses de su nacimiento. Estoy orgullosa de mí y de mi hijo, que se adaptó a esta aventura. Me veo al espejo. Estoy exhausta.
Escrito por: Mariana Nardone
Corregido por: Agustina Cruz
Editado por: Carla Vuyk Loperena y Manuel Sierra Alonso