En este serpenteante y, no pocas veces, laberíntico turismo interior, suele pasarnos que no sabemos en qué recodo de los días nuestro deseo se trastocó en miedo o impostura. Para ello les presentamos un pequeño trick: preguntarse con más frecuencia si uno está actuando movido por un deseo o, por el contrario, empujado por una obligación. ¡Anímese! ¡Inténtelo! Ejemplo: Esta noche es la fiesta de cumpleaños de mi mejor amiga… ¿Quiero ir o tengo que ir? ¿Será porque ya me comprometí o tengo plenas ganas de asistir? Y, si la respuesta no parece decantarse por ninguno de los dos bandos, podemos preguntarnos: ¿en qué porcentaje iré porque quiero y en qué porcentaje porque debo? ¿Lo hago para no quedar mal? Esta serie de preguntas ayudan a situarse mejor, en sintonía, con los deseos propios, ya que no estará bien vivir la vida de forma automática, donde hay que trabajar, hay que comer saludable, hay que tener vida social, hay que hacer deporte, hay que tener pareja, hay que hacer el amor tres o cuatro veces por semana. Por esta vía la vida puede transformarse en un trabajo 24/7. Hay que ir al cine, hay que cenar, hay que llamar a la familia, hay que leer más. Y, así, es como suelen aparecen los síntomas.
La diferencia entre quiero y debo es un método sencillo de autoobservación, una puesta a punto del alma, afina la puntería y guía.
Maximiliano Luis Freites
Licenciado en Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Desde el 2008 vive y atiende su consultorio en el barrio de Neukölln, Berlín. Escribe de a ratos. En enero del 2021 publicó su primer libro de relatos “La mueca de la hoja” (Editorial Abrazos)