Berlín no es tan sólo esa ciudad resurgida de las cenizas como el ave Fénix: reunificada y cosmopolita, gentrificada y pornopunk, multiorgásmica en verano y fúnebre en invierno. No; Berlín también es una ciudad donde el agua está muy presente, a saber: a lo largo de 190 kilómetros de vías navegables (unos 50 kilómetros más que la red de metro), 50 lagos, tres ríos (Havel, Spree y Dahme) y ocho canales. En total, 7% de la superficie urbana de la capital alemana es agua.
Recorrer Berlín por el agua es un modo de redescubrir la ciudad sin estar propiamente «dentro» de ella. Se trata de un cambio de perspectiva que hoy da lugar a una experiencia nueva, imposible de tener cien años atrás —cuando a Berlín no le importaba que fábricas y pescaderías contaminaran sus ríos.
El Spree desemboca en el Havel, el cual atraviesa el oeste de Berlín en dirección norte-sur. Los afluentes berlineses del Spree son los ríos Panke, Dahme, Wuhle y el Erpe, y serpentea además hasta Treptow-Köpenick, donde desemboca en el mayor lago de la ciudad, a saber: el Großer Müggelsee. Allí se puede contemplar un horizonte pintado de azul marino, sobre un espejo de agua limpia, apenas desdibujado por los barcos y yates de quienes son felices en la vida. Una realidad, por cierto, bastante distinta a la de quien se lanza con un botecito inflable por el Landwehrkanal (el canal más popular de Berlín), donde a veces flotan ratas noqueadas, pañales amarronados, jeringas usadas y, desde luego, esos cisnes blancos que no son el decorado de una postal romántica sino más bien pandilleros acuáticos que, si pudieran hablar, seguramente nos gritarían: «verpisst euch!» (¡váyanse a la mierda!).
La vida en los lagos berlineses es tan diversa como la vida en la selva de asfalto. Mientras que el Lietzensee es el favorito de algunas celebridades locales para salir a trotar, el Heiligensee es privado y pertenece a la Familia Voormann, la cual desde hace seis décadas administra un grupo de parcelas con casitas y huertos para viejos nudistas. En el Orankesee, todos los años se celebra un carnaval de invierno, en donde adultos mayores se disfrazan de focas, gondoleros venecianos o pingüinos, y luego se zambullen en el agua helada. Por último, en Reinickendorf se encuentra el lago más profundo de Berlín: el Flughafensee. Pero si se continúa hacia el norte, hasta Wandlitz (en Brandeburgo), se llega al famoso y legendario Liepnitzsee.
En cada lago hay una historia digna de contar. El Krumme Lanke, por ejemplo, no sólo es el lago predilecto de los estudiantes universitarios, sino que además fue el sitio escogido por los nazis en 1937 para construir una colonia residencial para las familias de las SS. Si bien quienes hoy viven allí ya no quieren exterminar a medio mundo, sí persiguen a quienes amenazan su convivencia pacífica. Recientemente han denunciado a un «asesino de sapos», justamente, conocido por dejar a los cadáveres de sus víctimas pegadas a las ventanas de las casas. «Yo no quiero morir así», declaró a la prensa local uno de los vecinos aterrorizados. Es que así es: Krumme Lanke tiene un lado oscuro, aunque pocos se atrevan a hablar de él…
El fin de semana pasado fui con un amigo al Habermannsee. Llegamos y él se puso a tocar Garota de Ipanema en la guitarra. De pronto se acercó un hombre completamente desnudo, alegre y con una importante panza cervecera, y comenzó a menearse al frente de nosotros como jugando al hula hula. Advertí que en su pubis tenía tatuada la cabeza de un elefante, cuya trompa era naturalmente su miembro viril. Mientras yo tarareaba en portugués: «Olha que coisa mais linda mais cheia de graça», él bamboleaba la trompa del elefante como las hélices de un helicóptero. Finalizó la canción, el sujeto nos agradeció por la música y luego se despidió muy sonriente.
Sinceramente: me encantan los lagos de Berlín. Porque hasta los elefantes antropomórficos y danzarines son bienvenidos.
Mateo Dieste
(Montevideo, 1987) estudió filosofía e historia en Berlín, ciudad donde reside desde 2011. Autor del libro “Filosofía del Plata y otros ensayos” (2013). Entre 2019-2020 dictó un curso sobre historia global de la filosofía en la Universidad Humboldt. Ha publicado en Revista Ñ (Argentina), semanario Brecha (Uruguay) y también ha sido columnista radial de tango en Emisora del Sur (Uruguay).