Cuando alguien en Berlín te invita a grilear, no está sugiriendo que le gustaría ‘grillar’ contigo; es decir: no se trata de una insinuación para consumir algún alucinógeno y ponerse a cantar como grillos. No; grilear significa, lisa y llanamente, hacer un asado. El uso de este anglicismo (‘to grill’) de raíz francesa (‘griller’), incorporado al alemán el siglo pasado, es directamente proporcional al aumento de las temperaturas en Berlín. En efecto, para la gran mayoría de los berlineses, grilear es una actividad exclusiva del verano. Así, los parques donde hay espacios designados para grilear, se pueblan con gente contenta, desdibujada entre el humo de las brasas y, cuando se retiran los comensales humanos, se inaugura el festín remanente de cuervos, ratas, zorros y comadrejas.
Grilear en Berlín consiste, a grandes rasgos, en un pícnic frugal donde —adicionalmente— se hacen unas salchichas (baratas de supermercado) en una parrillita portátil al carbón. Si hay ánimo de exceso y descontrol, es posible encontrar unos bifes de bondiola de cerdo con algún marinado de fábrica. Curiosamente, el portal oficial de Berlín especifica no asar «nada que no quepa en un plato normal» y, asimismo, explica que «el parque no es el lugar adecuado para asar corderos y lechones. Por lo tanto, no está permitido asar animales enteros o cortados en trozos grandes».
Sin embargo, asar un corderito a la cruz no conduce, necesariamente, a destruir el medio ambiente y atentar contra el orden público, ¿cierto? A decir verdad, sospecho que el gobierno berlinés emite una advertencia a toda la barbarie no teutona que, como yo y tantos más, somos felices con largas jornadas de cocción al calor de las brasas —desde luego haciendo algo más que unas tristes salchichitas, como prefieren tantos aquí.
Pero bueno, también es importante poner límites porque hay gente que los desconoce. En 2018, por ejemplo, unos cuantos muchachones hicieron doce ovejas al espiedo en un parque del barrioFriedrichshain. Ensartaron a los animales en unos pinchos horizontales, conectándolos a unas baterías de auto y los pusieron a girar automáticamente, encima de un montón de brasas que estaban ardiendo sobre el mismo césped. Si la policía les hubiera permitido continuar el banquete, quién sabe si estos energúmenos no hubieran talado un par de árboles para hacer un lindo fogón o, por qué no, echado a las brasas al primer niñito que pasara a su lado.
Ahora bien: grilear nada tiene que ver con ir a buscar la leña, elegir la carne, prender el fuego y reunirse entorno a él; sentirse acompañado de familia y amigos, contar anécdotas y burlarse de uno mismo, en fin, todo eso constituye el hermoso ritual del asado: así lo conocí yo de niño. Y, más allá de las particularidades regionales de esta tradición prehistórica, finalmente de lo que se trata es de compartir una comida juntos y de ser hospitalario con los demás.
Etimológicamente, la palabra latina hospes significaba ‘el que hospeda, anfitrión’ y, al mismo tiempo, ‘el dueño de un huésped, el que le recibe en su casa’. De allí proviene la palabra hospitalidad, la cual en alemán se dice ‘Gastfreundschaft’. A diferencia de la española, la voz alemana no enfatiza tanto el gesto de acoger al huésped sino el de «brindarle amistad» (‘Gast’ = huésped y ‘Freundschaft’ = amistad). ¿Pero qué significa «ofrecerle amistad» a un huésped? ¿Tratarlo cortésmente?
Sucede que la ‘Gastfreundschaft’ alemana es, en realidad, mezquina. Porque ser hospitalario no se reduce a caerle bien al otro: es considerar los gustos y las necesidades de la otra persona; es gastar sin pensar en el beneficio propio. De allí que muchos alemanes adoren la hospitalidad que reciben cuando viajan por los países del Sur, aunque raras veces se les ocurre ejercerla en casa.
Grilear en Berlín, entonces, implica enseñarles a nuestros invitados que lo único que deben hacer es disfrutar del sol, comer y emborracharse. Porque si logramos que aprendan eso, probablemente estarán más lejos de la ‘Gastfreundschaft’ y más cerca de la ‘hospitalidad’.
Mateo Dieste
(Montevideo, 1987) estudió filosofía e historia en Berlín, ciudad donde reside desde 2011. Autor del libro “Filosofía del Plata y otros ensayos” (2013). Entre 2019-2020 dictó un curso sobre historia global de la filosofía en la Universidad Humboldt. Ha publicado en Revista Ñ (Argentina), semanario Brecha (Uruguay) y también ha sido columnista radial de tango en Emisora del Sur (Uruguay).