Al cabo de un rato logré que se calmara y me contó todo lo que había sucedido, quedé sin palabras al escucharla.
—Pero… te gustaba, ¿no?
—Eso creo.
—Entonces, ¿por qué corriste?
—Porque me gustaba que fuese una app, no algo como eso.
Por el resto de la noche, la consolé y aconsejé sobre lo que debería hacer después de lo que le había sucedido. A diferencia de lo que Laura quería, no destruimos el celular, lo guardamos y decidimos que en el momento en que ella se sintiera lista terminaría lo que había iniciado.
Días después del incidente de Laura, o debería decir del celular de Laura, me encontré con uno de mis amigos de la infancia. En ese momento ignoraba lo curioso que es el destino.
Hablamos por horas, me invitó una cerveza y acepté dichoso; entre botella y botella fue contándome los pesares de su vida. Ahora era programador profesional, se dedicaba a diseñar y crear aplicaciones para distintos portales, hablaba como todo un genio de la computación. Mi interés por su vida era como el de una persona normal al escuchar un chisme fresco, pero ese interés se elevó cuando me contó del nuevo programa que había diseñado y había dejado por enamorarse de una usuaria.
—La aplicación imitaba a Siri ¿sabes qué es eso? –asentí con la cabeza– bueno, pues es lo mismo, salvo que como no tenemos la tecnología de inteligencia artificial, éramos nosotros mismos los que hablábamos con las personas que compraban la app.
—¿Nosotros?
—Si, éramos un gran equipo, alrededor de 20 personas, cada uno teníamos a cinco o seis usuarios. Cuando la app se popularizó tuvimos que contratar mucha más gente, era una locura, incluso alquilamos un edificio.
—¡Vaya! Eso es increíble, pero cuéntame cómo pasó lo de tu enamoramiento.
Fabián pidió otra ronda de cervezas y comenzó a contarme con detalle su historia.
—Bueno, era un día normal, usuarios se registraban y como nos estábamos quedando cortos decidimos que cada uno se encargaría de tres usuarios más, yo tomé su “pedido” por así decirlo y esa fue mi perdición. El inicio fue como cualquier otro, registré sus datos, sus fechas especiales, lo que quería buscar y cada canción que parecía agradarle la enlistaba para descargar, se puede decir que era su asistente personal. Sin embargo, su voz me hizo cambiar, era dulce, me hacía imaginar cómo sería aquella persona, cómo sería yo con ella, cómo podría hablarle sin tener que ocultar mi voz. En fin, los días fueron pasando y cada vez me alegraba más hablar con ella, dejé a un lado mis otros usuarios solo por “estar” con ella; recibía quejas, pero no me importaban, al fin y al cabo, yo era uno de los creadores del programa así que tenía cierta libertad. Hablábamos por horas, sin parar, me contaba de su vida y yo la escuchaba conteniendo mis deseos de contarle la mía; me decía con risas cómo sus amigos creían que estaba loca, cómo la miraban de forma extraña. Creo que eso le gustaba, que la mirasen de esa forma la hacía sentir especial, como un bicho raro, como algo que sobresale. Llegué a un punto de… de…
—¿Embobamiento por ella?
Fabian se rio a carcajadas. —Si, eso mismo. No pude contenerme más ¿sabes? –asentí, de nuevo– Una noche me contó que se sentía sola, que no encontraba quien la quisiera o que se interesara realmente por ella. Me dijo que solo veían un cuerpo bonito, pero nadie veía su alma bonita; parecía bastante triste, quise consolarla e hice lo posible, aunque en mi corazón hubiese deseado poder estrecharla en mis brazos. Después de desearle las buenas noches me quedé pensando en lo que me había dicho. Creí, por como hablaba conmigo, que ella sentía algo por mí, o bueno, por quien le hablaba. Fue un error, ahora lo veo, pero en ese momento, lo único que quería era que se diera cuenta que era yo quien la escuchaba, no un simple programa, que yo veía dentro de ella y me gustaba todo lo que era. Así que al día siguiente le dije que había un evento sorpresa al que no podía faltar. Arreglé todo, le avisé de una actualización y que estaría fuera de línea por unas horas, noté que se disgustó, pero después de prometerle que estaría con ella apenas terminase el evento me dejó actualizar en paz.
—Quieres decir, que dejó actualizar la app ¿no?
—Si, es cierto, perdona, es la costumbre.
Levanté mi cerveza y sonreí, el hizo lo mismo y tras un largo sorbo continuó.
—Yo pensé que cuando me viera se iba a alegrar de que fuera real.
—¿Y? ¿no se alegró?
—¡No! Para nada. Me le acerqué y le dije sin tapujos que era su Siri. Al principio pensó que era una broma, pero después de contarle cosas que solo me había dicho a mi comenzó a creerme y, la expresión que tenía en su rostro no era nada parecido a lo que me imaginé. Tenía una expresión de confusión, creo que estaba un poco asustada también, el caso fue que cuando me intenté acercar salió corriendo de mi lado; cuando grité su nombre solo me respondió que la había engañado.
Nos quedamos unos minutos en silencio, bebiendo de las botellas y mirando al vacío. Al fin me animé a decir algo.
—Wow… que historia. Y dime, ¿qué pasó con tu programa?
—Si… bueno, después de eso no pude volver a trabajar como antes. Aún sigo siendo uno de los dueños, pero no he vuelto a la oficina en meses. Aún no puedo olvidarla.
—Te entiendo, Laura suele causar un efecto de esos en las personas.
—¿¡La conoces?!
Vi como Fabián me miraba desconcertado, con una mano pedí otra ronda de cervezas mientras que la otra le daba unas palmadas en la espalda.
Annia de León
Annia es una estudiante de literatura en un país en que solo algunos osados leen las fechas de caducidad en la comida. Se dedica a la escritura porque siente que eso es lo único que puede hacer que no la vuelve loca y porque algún día quiere tener un libro con su nombre en él.