La sangre de dos cuerpos inertes dibuja formas confusas sobre los documentos desparramados que cubren el suelo. Uno está tendido boca abajo, al otro le cubre el rostro un monitor volcado. La iluminación fría y los ventanales enormes dan una impresión de amplitud a la sala que quizás no le haga justicia. En el centro, apoyando levemente el trasero sobre el escritorio, hay un hombre alto y musculoso, vestido de gladiador. Lleva una especie de taparrabos de terciopelo sujetado por un cinturón ancho de metal. En la mano derecha sostiene un rastrillo de cuatro puntas, de los que se usan para recoger estiércol. La izquierda se hunde en su cabello como si se estuviera rascando. Tiene las cejas medio fruncidas, los ojos azules y la mirada perdida. En su pecho desnudo, pintado con letras rojas, aún puede leerse la siguiente consigna: TOGETHER AGAINST CHAOS
Decenas de miles de personas, cientos de miles quizás, rugían furiosas alrededor del parlamento europeo tras la ratificación del nuevo tratado de Sídney, que ha sustituido de inmediato al de París. Enormes banderas de diferentes naciones se agitaban con vigor sobre la muchedumbre. Algunas actuales, otras no tanto. Había druidas, bárbaros, vikingos, romanos, templarios, húsares, cientos de Cid Campeadores, miles de Napoleones, soldados de la Reichswehr e incluso algún que otro conde Drácula. Las mismas palabras se repetían miles de veces en diferentes idiomas: defensa, nación, libertad, verdad… Pequeños grupos avanzaban contra las barricadas de vallas que protegían el parlamento. Tras la respuesta de la policía, la avanzadilla se convirtió en avalancha. Las fuerzas de seguridad lanzaban bombas lacrimógenas de un humo espeso que se teñía de rojo, azul y morado a la luz de las bengalas. Por el río, hordas de vikingos en botes hinchables alcanzaron la orilla junto al parlamento; lograron adentrarse en el perímetro de seguridad y abrieron huecos en las barricadas. Los agentes no pudieron seguir conteniendo el empuje de la masa. Se agruparon y retrocedieron al interior del edificio. Llovían piedras y vallas. Cocteles molotov se convertían en lenguas de fuego al reventar contra las ventanas blindadas.
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Lograron entrar en el parlamento. A la vanguardia un grupo de guerreros galos con las caras pintadas de azul blandían sus garrotes en duelo contra los antidisturbios. Tras ellos, se adentraba una legión romana alzando al unísono el brazo derecho. Los palazos volaban como volaban los cascos, las máscaras, los móviles y las pelucas. Aquellos que caían eran pisoteados por quienes venían detrás. Solo los templarios ayudaban a los templarios, solo los druidas a los druidas, los gladiadores a los gladiadores. Esto causó algún que otro enfrentamiento, pero la euforia de seguir hacia adelante les podía. El enemigo vestía de chaqueta y aún no habían dado con él. Asaltaban una sala tras otra sin la más mínima oposición, hasta topar con un portón robusto fuertemente apuntalado. El tumulto enfebrecido se lanzaba contra él. Entonces, apareció la policía por unos balcones laterales, disparando a quienes se agrupaban junto a la entrada.
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La muchedumbre se había alejado del portón, dedicándose a desmantelar el resto del edificio. Varias oficinas ardían y no solo las banderas de la Unión Europea se convertían en cenizas. Los enfrentamientos entre los propios asaltantes eran cada vez más frecuentes y violentos. Los vikingos abusaban de los templarios hasta que estos se aliaron con los húsares para hacerles frente. Galos y bárbaros en coalición formaban una mayoría aplastante. Tras acabar con las legiones romanas y las falanges griegas, las fuerzas napoleónicas entraron en combate con las del imperio alemán. El deber a la patria acabó con la alianza. La gran batalla de Estrasburgo entre francos y germanos se desvanecía sin entre la confusión reinante. Los grupos desaparecían en una suerte de todos contra todos. Bastantes… algunos… pocos permanecían aún en pie.
Anuncio en 3, 2, 1…
Y, tras saltarlo, otro más, como siempre. En treinta segundos Youtube me permitiría seguir en directo cómo el mundo arde; hasta entonces, tendría que conformarme con ver a una chica atractiva paseando en bicicleta bajo un cielo azul claro. Cerré el vídeo antes de que me dijesen lo que me querían vender, no lo aguantaba más. Desconecté el wifi, bloqueé el móvil y lo dejé sobre la mesita de noche. Al acostarme, la cama se me hizo un mundo. Necesitaba salir de mí, así que encendí el ordenador y me puse a ver Friends hasta caer rendido.
La verdad, dormí bastante bien, creo que soñé con la chica de la bicicleta. Como cada mañana, he agarrado el móvil y he ido al baño. Tenía un centenar de notificaciones. Había videos, artículos y comentarios sobre lo sucedido ayer. Por lo visto, cuando el ejército entró, solo encontró una alfombra de cuerpos disfrazados. Pero lo que más he recibido han sido memes. Y aún sigo aquí, sentado en el trono, compartiendo los que más me gustan. Mi favorito más que un meme es una imagen que habla por sí sola. Se titula: Together against chaos.