“Kita-Krise in der Hauptstadt”, “Zu wenig Erzieherinnen, mangelhafte Betreuung” (“crisis de los Kitas en la Capital”, “muy pocas educadoras, cuidado inadecuado”), así informan los periódicos sobre la falta de personal pedagógico cualificado para la educación infantil en todo Alemania, y especialmente en Berlín. Desde el 2013 todos los niños y niñas entre uno y tres años tienen derecho a una vacante en una “Kita” (abreviatura de Kindertagesstätte, es decir, todas las variantes de instituciones de atención a la primera infancia, como guarderías y Jardines de Infantes). El drama de los Kitases la falta de personal cualificado para cubrir el puesto de Erzieher*in.
Pero primero, ¿qué significa Erzieher*in? Siguiendo al diccionario DWDS, según la definición histórica del término, se trataba de una persona empleada en un hogar (burgués o aristocrático) para la instrucción de los niños. En la versión actual, consiste en un/a especialista con formación pedagógica que cuida/atiende/acompaña a niños o adolescentes en guarderías, hogares y centros educativos y es responsable de brindarles apoyo pedagógico.
Si bien no encuentro una traducción exacta al español que refleje esta profesión en toda su extensión, Erzieher*in se trata de un/a educador/a que lleva a cabo tareas pedagógicas, de formación y cuidado de niños/as, adolescentes y jóvenes hasta los 27 años, en diversos ámbitos laborales. Un/a Erzieher*in puede trabajar como maestro/a en un Jardín de Infantes (entre otras tareas están la preparación y realización de actividades pedagógicas, la observación, la documentación del desarrollo y el cuidado de los niños). Aunque no está limitado a eso. También puede trabajar en una escuela primaria (por ejemplo, apoyo al maestro/a durante la clase, ayuda con los deberes, diseño de proyectos), o en una escuela secundaria (encargándose, entre otras cosas, de actividades de supervisión, control de asistencia, de moderar en conflictos entre alumnos). Un/a Erzieher*in también puede trabajar fuera del sistema educativo, por ejemplo en una residencia para niños/as y jóvenes (dando atención integral y preparando informes sobre el desarrollo pedagógico de los niños/as), en una organización social de ayuda a la juventud (como ser, coordinando proyectos de apoyo escolar u orientación vocacional) o en un centro de recreación (como ser planificando actividades de tiempo libre, por ejemplo deportivas), entre otras posibilidades.
A lo largo de tres etapas, la negación, la resignación y el descubrimiento, narro mi proceso de aventuras y desventuras como académica hispanohablante a la hora de redireccionar mi camino profesional y plantearme el estudio de Erzieherincomo salida laboral.
Previo a devenir Erzieherin estaba haciendo trabajo académico, una actividad laboral donde pasaba largo tiempo analizando datos y escribiendo papers, presentándome en conferencias, preparando clases. Llegué a Alemania con una beca de investigación. Terminado el estipendio, la carrera académica aquí me resultó un embudo, me faltó el capital social que podría haber impulsado mi búsqueda laboral, tenía que estar dispuesta a cambiar de ciudad o incluso de país, los contratos de trabajo permanentes en la Universidad son escasos y la competencia es alta. Creo que hay que estar muy convencido/a de que el trabajo académico es lo único que uno quiere o puede hacer para continuar por esta vía.
En el camino de reinventarme constantemente a medida que me mudo de terruño, apliqué a los más diversos trabajos, hasta que me contactó una Arbeitszeit Firma (una empresa que ofrece trabajo temporal) para trabajar como Erzieherhelferin, un rol de asistente en una Kita. Al escuchar la propuesta me pareció que si bien no tenía experiencia ni de madre, ni de tía ni nada, era capaz de trabajar en guarderías con niños pequeños.
Apenas puse el primer pie en la Kita, entré en un mundo de fantasía: niños corriendo con trajes de superhéroes, canciones pegadizas que conocían todos menos yo, sillas y mesas que me llegaban por las rodillas, dibujos de dinosaurios y princesas donde yo zonzamente veía sólo garabatos (cual la boa y el elefante, una de las ilustraciones más célebres de “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry). ¿Estaba alucinando?
En ese trabajo aprendí palabras que pasaron a ser fundamentales para mi supervivencia en el Jardín: Windel, “Nuky”, Matschhose (pañal, chupete y overol impermeable). Además, allí conocí a las maestras que intentaban convencerme de hacer la Ausbildung zu Erzieher*in (los estudios para pasar de ser ayudante a colega de ellas).
Luego de esa primera experiencia en una Kita, comenzó mi búsqueda de información que incluyó idas tanto al “Senat” (Senatverwaltung für Bildung, Jugend und Familie, el Ministerio de Educación, Juventud y Familia de Berlín), donde hay que ir con varias horas de antelación a sacar un número, como al Infopunkt für Bildung, que está ubicado justo al lado del Senat, en Alexanderplatz, donde me atendieron sin turno previo. Allí se acerca gente con una variedad de trayectorias laborales (como fonoaudiólogos/as, actores) para consultar acerca de la Ausbildung zu Erzieher*in. También preguntan sobre otras vías de acceso a la profesión, como la de sozialpädagogische/r Assistent/in (asistente de Erzieher*in, que se cursa en dos años), o la de Quereinsteiger*in, para los que provienen de profesiones relacionadas. A los que entran al mundo Erzieher por una vía lateral reconocida se les acorta considerablemente la duración de los estudios, aunque no fue mi caso.
Primera etapa: la negación
“Me niego a estudiar durante tres años otra carrera” fue mi primer pensamiento. Los amigos que conocen mi trayectoria laboral me preguntaban “¿Y todo eso para trabajar en un Jardín cuidando niños y cambiándoles los pañales?” “Estudié una carrera de las ciencias sociales y tengo estudios de postgrado. Tiene que haber una manera de poder acortar el tiempo de estudio”, pensé.
OK, la diferencia es que carreras como sociología, ciencia política, relaciones internacionales, pertenecen a las ciencias sociales, no es una formación pedagógica, me dijeron en el Infopunkt. A todos nos gusta leer a Max Weber, pero esos estudios aquí no alcanzan para devenir en Erzieher*in.
La página de internet oficial a la que recurrí una y otra vez para ver si en algún momento se ampliaban los títulos reconocidos como personal sociopedagógico es https://erzieher-werden-in-berlin.de/ (también contiene un listado de escuelas de formación profesional y explica los distintos caminos en esta profesión). Por más veces que chequeara la página web, el listado no cambiaba a mi favor.
Eso sí, existe algún que otro atajo. Está la posibilidad de la Nichtschülerprüfung para aquellos que deciden dar examen libre (sin pasar por la cursada). El riesgo es que se tiene una sola oportunidad de repetir el examen, y en caso de no aprobarlo, se cierran todas las posibilidades de recibir una formación de Erzieher*in en Berlin. Otro atajo menos riesgoso es el de una formación a tiempo completo (lunes a viernes, 36 horas semanales aprox.) que incluye prácticas sin goce de sueldo, con la opción de acortar la duración de los estudios a dos años. Está dirigido a aquellos/as cuyo título universitario pedagógico no está reconocido en Alemania. Para los que definitivamente no quieren/no pueden hacer la Ausbildung, pero tienen experiencia en el trabajo con niños o competencias adecuadas para el trabajo en Jardines de infantes, está el camino de “sonstige geeignete Person”. Si se dan por aprobados los requisitos, tras completar un curso de capacitación se recibe un reconocimiento ilimitado como Quereinsteiger. Los puntos en contra son el salario, que es más bajo que el de Erzieher*in, y la dificultad de conseguir un puesto permanente en un Jardín, en parte por la falta de financiación para contratar una sonstige geeignete Person en la praxis y en parte por los cupos limitados dentro de la Kita (sólo puede haber un veinte por ciento de Quereinsteiger*innen).
Apliqué a varias Kitas para comprender las chances reales de que me contrataran como sonstige geeignete Person. Recibí ya sea respuestas negativas (“Buscamos staatliche anerkannte Erzieher*innen”, o sea, personas con ese título en mano, era el mensaje más frecuente), o bien no recibía respuesta en absoluto. Sólo obtuve respuesta positiva de una Kita…
… pero claro, en la entrevista me ofrecieron un contrato laboral por tres años a condición de hacer la Ausbildung como berufsbegleitende Erzieherin, que es la modalidad de estudio part-time combinado con trabajo. Consiste, generalmente, en dos días de estudio y tres días de trabajo semanales, que son remunerados.
Segunda etapa: la resignación
Con un contrato en mano y la necesidad de tener estabilidad laboral, no me quedó otra que la resignación y empezar a juntar papeles y elegir la “Schule” (así se llama a las “escuelas” de formación profesional) donde iba a estudiar.
Hay una serie de requisitos para comenzar la formación en una casa de estudios, entre otros, tener un contrato de trabajo en una institución sociopedagógica (con un mínimo de 20 horas semanales), un título de finalización de estudios intermedios, y para extranjeros, acreditar nivel de idioma alemán B2. La oficina pública para el reconocimiento del título de bachiller realizado en el exterior es el Senat. Allí partí. En mi primer intento, me dijeron que ya se habían acabado los números para atenderme. En mi segunda tentativa, fui con varias horas de antelación y al atenderme me informaron que al tener también estudios de grado y de posgrado, el Senat no podía hacer el reconocimiento de mi título de bachiller. Debía dirigirme a “die Zentralstelle für ausländisches Bildungswesen (ZAB)”, que es la oficina central para la evaluación de las cualificaciones extranjeras en Alemania, para obtener una clasificación comparativa de mi formación universitaria en el extranjero. Es un trámite costoso económicamente, la copia del título debe estar autenticada, a lo que debe agregarse el certificado de notas. Al menos no pedían la traducción al alemán. Apliqué online, envié las copias por correo, y esperé. En mi caso demoró cuatro meses, quizás porque coincidió con el comienzo del primer lockdown por el covid.
En mi etapa de resignación, y justo antes de que aterrizara el coronavirus en nuestras vidas, tuve dos fuentes principales de información. Por un lado, el Berlin-Tag, una gran feria (que este año se realiza de forma digital) acerca del sector educativo con presentaciones del Senat, Jugendamt (Oficina de Protección de Menores) y del GEW (Sindicato de Educación y Ciencia), con stands de “escuelas” y organizaciones de ayuda a la infancia y juventud. Si se solicita con tiempo, también se puede recibir un asesoramiento individual. Por otro lado, obtuve información en los “Tag der offenen Tür” de las escuelas de formación profesional. Ese día una banda de estudiantes y profesores me recibieron en sus instituciones a puertas abiertas con café y torta a la gorra, me contaron sobre la carrera de Erzieher*in, y hasta me sumé a una visita guiada (por el taller de arte, la biblioteca, el gimnasio y la sala de música, donde nos invitaron a tocar la canción infantil “A Ram Sam Sam” en el xilofón). Así conocí por dentro a varias “escuelas”. Algunas me llamaron la atención por su infraestructura, otras por la calidez de sus profesores, otras por el relato de los alumnos y otras por la cercanía a mi domicilio. Después de poner en una tabla de doble entrada los pros y contras de cada escuela de estudios, me tuve que decidir por una (muy a mi pesar), dejando de lado otras con propuestas también interesantes. Además me sirvió hablar con conocidos que estaban cursando la formación (sobre todo con aquellos que, como yo, tienen una lengua materna diferente al alemán) para conocer su experiencia, y especialmente si tuvieron desafíos lingüísticos durante la cursada.
Tercera etapa: el descubrimiento
Con el comienzo de clases (en general es en agosto, aunque algunas “escuelas” empiezan también en febrero), empezó un ritmo de vida bastante agotador. Las tardes luego de la cursada (que era de ocho horas cada día) las usaba para traducir palabras del alemán al español de textos que iban desde la infancia a partir del siglo XVIII y sus consecuencias pedagógicas, hasta la protección de datos en el día a día de una Kita. Los fines de semana eran de preparación de trabajos y exámenes, y los días que terminaba de trabajar en el Jardín, eran para Feierabend (esa palabra mágica con la que se indica el fin de la jornada laboral) y punto, porque no daba más.
Al principio pensé que se trataba de una formación para maestra jardinera, pero en realidad abarca mucho más que eso. Si bien la mayoría de los estudiantes de mi camada que cursan la Ausbildung en Teilzeit (tiempo parcial) trabajan en Kitas, otros tienen puestos laborales en los llamados Hort (espacio extracurricular, donde los niños de escuela primaria reciben atención pedagógica después del horario escolar), Heim (hogar para niños) o en asociaciones para personas con discapacidad, entre otros.
La cursada implicó la activa participación en clase, el trabajo en grupo e individual, la escritura de tres Klausuren(exámenes), la entrega de trabajos prácticos y la exposición en clase (desde la educación antiautoritaria en boga a fines de los años 1960, hasta la Kuno Bellers Tabelle, un instrumento que ofrece una visión general de las competencias del niño en distintas áreas de desarrollo). La formación de seis semestres finaliza con exámenes escritos y orales, así como con la redacción de un trabajo final (Facharbeit) y un coloquio.
Todavía tengo las etapas de negación, resignación y descubrimiento superpuestas. Lleva tiempo cambiar la identidad profesional por una nueva. Tengo la esperanza de poder combinarlas en un futuro cercano. Hoy me considero una “neo-generalist”, término utilizado por Mikkelsen & Martin para describir a los que, a diferencia de los especialistas, son multidisciplinarios y eternos estudiantes. En este primer semestre de cursada aprendí, entre otras cosas, sobre el desarrollo de las formas básicas del juego infantil según las edades, modelos para dirigir grupos en actividades físicas, cómo impulsar el lenguaje a través de la música y el movimiento, técnicas aleatorias de pintura para el desarrollo de la creatividad, los procesos de adquisición del lenguaje en niños entre 0 y 6 años, el modelo berlinés de adaptación de los niños al Jardín, los derechos de los niños y los derechos y obligaciones de los padres.
Busqué continuamente aplicar el nuevo conocimiento a la práctica, como cuando me basé en un texto sobre comunicación y lenguaje para documentar las habilidades lingüísticas de cada niño/a. O cuando discutimos en clase un texto sobre el uso de materiales que si bien no fueron fabricados como juguetes, son aptos para el juego y ofrecen al niño/a el desarrollo de la imaginación. Al día siguiente de esa clase llevé al Jardín grandes potes de yogur vacíos que los niños/as más pequeños/as interpretaron como baldes o carteras, qué sé yo, y los llenaron de bloques de construcción.
Mi actual trabajo no se trata sólo de cuidar y cambiar a los niños/as, sino, entre otras cosas, de ser su figura de referencia en esa primera separación de los padres, de acompañar al grupo, de promover oportunidades de desarrollo en cada niño/a, de hacer observaciones de comportamiento, de trabajar en conjunto con los padres, madres y/o tutores, de generar actividades acordes a las distintas edades. La primera infancia es un momento fundamental del desarrollo del niño/a, y por eso el trabajo pedagógico debe hacerse a consciencia y con mucho respeto.
Mariana Nardone
Socióloga, Doctora en Ciencias Sociales. Desarrolló su trayectoria profesional en Argentina, Australia y Alemania. Su trabajo incluye la docencia, la investigación y la consultoría. Reside en Berlín desde hace cuatro años, y está enamorada de esta ciudad desde hace más de veinte.