Estoy asustada. Me dice la secretaria que la médica prefiere verme hoy. Es por los resultados, aclara. Entonces le pregunto si hay algo mal, pero ella dice que no puede responder a eso, y me adelanta la cita para las tres de la tarde. Corta. Su voz metálica resuena en mi cabeza. Tan formal, tan… ¿fría? ¿Qué esperaba, que me consuele por algo?, pienso.
Mi día ya no va a ser el mismo. Demasiado temprano para digerir una mala noticia. Me pongo nerviosa. Tengo ganas de vomitar. Pero ¿por qué me apresuro? Sólo dijo que quiere verme antes. Y mencionó la palabra “resultados”. Es obvio que hay algo que está mal. Me lavo la cara. Me miro a los ojos, en el fondo del espejo. Me acerco mucho, como si quisiera encontrarme: ¿estoy ahí? ¿Soy la misma que ayer? La toalla envuelve mi cara y me quedo ahí adentro respirando. Respiro entonces en la toalla como si fuera una máscara. Empiezo a asfixiarme. Tengo miedo.
Preparo café. El café fuerte siempre me calma. Abro la pequeña ventana de mi pequeña cocina. Desde allí se ven los autos pasar. Me gusta que el departamento sea el último del edificio. Desde aquí parece todo más lindo, a veces me gusta imaginarlo como una maqueta. A veces, paisaje irreal. Silba la cafetera. Sirvo el café. Regreso al baño. Me peino y me maquillo. Pero no sé si tengo ganas de ir trabajar. Debería tomarme el día, tomar aire. No quiero estar en esa oficina hoy. Me haría tan mal. Dudo si dar aviso. Me tomo el café primero; después la decisión.
El día está soleado. Desde acá se ve lindo. Podría ponerme un vestido, pienso. Para recibir la noticia, completo. ¿Qué noticia?/ ¡Morbosa!/ ¿Y si es cierto? ¿si es cierto que algo salió mal y entonces me voy a morir?/ Te vas a morir, me retruco. Tarde o temprano, me digo. Pero eso no me tranquiliza. Yo no quiero morir ahora.
Voy al cuarto. Abro un poco las cortinas para que entre el sol. Es lindo como el sol aquí arriba refleja todas las cosas. Me desnudo. Busco en el placard un vestido que me quede lindo, que sea colorido además. El espejo que está en la puerta me refleja accidentalmente. Me miro. Antes de vestirme, me miro. No parece que hubiera nada malo. No parezco enferma. Con temor acerco mi mano a mi pecho izquierdo. Ahora un dedo. Lo introduzco, y algo siento, como si hubiera podido penetrar algo de la materia. Me asusto, porque siento algo, veo algo.
Negro.
Caigo.
Estoy. En. El. Piso. Tirada. Desnuda.
Me sobrevuelo desde el techo, como un ave rapaz. Me merodeo. Con ojos de contemplación, con ternura, miro a la mujer que está tirada en el suelo. No está muerta; sólo se desmayó. Puedo ver que en su pecho izquierdo esconde un tumor, y un temor, más adentro, en el pecho, en el corazón. El tumor es azul, y el temor es negro.
La mujer ahora está inconsciente, pero está consciente, sabe lo que hay adentro suyo, sabe lo que le va a pasar. Una verdadera transformación de putrefacción, y lo vive todo junto ANTES: el desmoronamiento, la desintegración y la muerte. Muere mil veces por cada cosa que no hizo, se despide de todo, y agradece. Vive mil días horribles, sin matices, porque no puede imaginar otra cosa. Pierde el pelo, y las ganas, odia al mundo y a todos. Se ve en el cajón, y en el entierro. Se da cuenta de que más allá no hay nada.
Negro.
Sigue ahí la dureza. Es real. El miedo otra vez. Mejor me visto. Elijo una solera con flores, unos zapatos bajos. Sé que voy a caminar mucho. Pasaré por la oficina, pero no me voy a quedar a trabajar. Voy a tomar tiempo libre, antes de ir a la cita. Voy a pensar o a no pensar. Voy a disfrutar el día. Por si te morís después, me digo con sadismo. Y sí, por eso. Cada acto va tomando como otra densidad, porque estoy nerviosa y porque estoy consciente. Cada cosa que hago tiene otra espesura. Estoy viva, estoy viva ahora. La vida se construye de a pequeños momentos. Pase lo que pase nunca voy a olvidar este día.
Salgo.
Bajo por el ascensor hasta el sexto piso. Lo detengo, y decido seguir bajando por las escaleras. Me gusta el fresco de las escaleras de los edificios, me gusta ese aire como de frigorífico, las luces blancas, las paredes pulcras. ¿Cómo será morir? Pasar la noche en la morgue, tapado con una sábana verde. Tanto silencio como el de ahora/ ¿Por qué no pensás en cosas más lindas?/ No puedo y no tengo ganas. Quiero hacerme a la idea/ ¿A la idea de qué?/ Y es obvio, estoy hablando de morirme. Pero es estúpido: todos nos vamos a morir, y en segundo lugar, nadie me dijo a mí todavía que me voy a morir/ Morir está bien, pero no estar enferma, pienso. No quiero afrontarlo. No quiero hacer tratamientos, ni vivir visitando médicos. No quiero pudrirme joven. No estoy preparada para eso.
Afuera hace mucho calor. El sol está inclemente, pero no me pongo los anteojos, no me quejo. Lo disfruto. No tomaré el metro. Voy a caminar hasta la oficina, para ir reconociendo las calles, las casas, la gente. Porque este día es único, sí. Por eso voy a tomármelo. Voy a dejar unos papeles para irme después a un parque. A tomar el aire. A pensar un poco. ¿Por qué te adelantás?, me digo/ Porque yo y vos lo sabemos, me contesto, como si yo misma fuera dos personas. Lo sabemos, continúo diciendo. Vamos a hablar de esto, me propongo, como si hubiera que comunicar la decisión de una ruptura a una pareja. Me detengo. Decido ir al parque ahora, sentarme en un banco, tener esa conversación conmigo misma.
Lo sabemos, sabemos del resultado. Sabemos que no es bueno. Sabíamos de las posibilidades, y cuando escuchaste a la secretaria, sólo confirmaste lo que ya sospechábamos. Sabemos que hoy el día es distinto, porque entonces cuando por fin te lo diga, se va a volver real, y la vida va a cambiar.
Sí.
Silencio. Un silencio de hojas en el suelo, las primeras que empezaron a caer por el otoño. Los árboles tiemblan apenas con la brisa, que de repente se levanta, y mueve las hojas debajo de mis pies que están en el aire, haciendo círculos imaginarios adentro de esos zapatos que me acompañaron tanto. Bailan los zapatos verdes; como fondo el follaje ocre. Sólo las piernas, apenas una parte del vestido floreado, el medio cuerpo de la mujer joven que soy, el medio cuerpo de abajo. Arriba, no hay torso entonces, no hay pecho, ni corazón, ni cabeza, y entonces tampoco ojos, no hay nada que ver, no se puede ver. Sólo sentir. La media mujer raíz, se funde y se une a la tierra, absorbe el agua, se revitaliza. Es parte de. Me anulo, y me redefino en esa mitad, y renuncio al mundo tal como era y cómo lo conocía hasta ahora.
Los pies me llevan lento, se arrastran, se desfiguran entre el mar de hojas tibias, y es hermoso. Sé que voy barriendo hormigas, ramitas, musgocidades. Y entonces todo se vuelve tan pictórico, tan espeso… me siento adentro de un óleo. Patino entre amarillos, y distintos tonos de marrón, y entonces el camino se va manchando. Son mis pies los que lo manchan, los zapatos verdes como pinceles que lo van surcando, o lo abren, lo aparecen, lo posibilitan, me llevan hacia. El parque se extiende, se agranda (yo lo extiendo, lo agrando y lo embellezco), y borro límites, posibles fronteras con la calle. Borro la ciudad. Todo parque y todo árboles, todo naturaleza, algunos bancos, pero cubiertos por enredaderas que les han ido ganando (a todo: al tiempo, a la piedra) y entonces ya no se ve el gris, ni el vestigio del cemento devorado por las plantas, las flores, los ligustros. Todo es de una belleza conmovedora, mustia, surgida de las hojas antes muertas, ahora abono, ahora vida. El paisaje me absorbe, me invita y me retiene aquí, en esta dimensión más propia. Y entonces aquí me quedo.
Creo olvidar lo que tenía que hacer. ¿Adónde iba? …una cita, me parece que era importante, pero creo que no iré. Mi reloj quedó del otro lado, más arriba, adonde no puedo llegarme. No dudo en que subiré. No voy a hacerlo. Ya no pertenezco a ese mundo, no lo conozco. Ahora es mía esta tibieza bucólica, los claros entre los pinos, el crujir de las ramas. Soy la dueña de estos pies y de los nuevos caminos, y así avanzo, orgullosa. Tengo la potestad de todo, y he perdido la memoria.
Mariela Anastasio
Escritora, dramaturga y docente. Prof. de Comunicación Social, egresada de la UNLP. Participó en festivales internacionales teatrales (Colombia, Perú, Bolivia, El Salvador, Brasil, Venezuela y Ecuador). Estrenó 12 obras en Argentina, 1 en Venezuela y 2 en España. Invitada 3° Encuentro de Dramaturgia Femenina, Atenas 2021. Seleccionada por Ed. Manticore, Certamen “Migrantes” (Gran Canaria 2019), Publicada en “La Patria de los Parias”, Ed. Invasoras (2019, Madrid) 1° Premi I Certamen de Microteatro de Horeca (Zaragoza, 2018) Seleccionada Microteatro Oficial de Barcelona (2018) Becaria del Fondo Nacional de las Artes (2018) Publicó: “Miscelánea de obras dramáticas” (2013); “No será lo mismo” (2017); “Breves domésticas” (2019) Facebook – Web