Silencio. Cruzo el bosque, cruzo la noche y entro en la cueva. Sé que estoy aquí por algo; estoy nervioso y alerta, sé que debo continuar. Siento que es lo correcto. Un brío solemne, de compromiso y melancolía me hace avanzar. Me convence que la vida no vale tanto, y morir, no sería tan terrible mientras lo haga en este camino. El olor a piedra mojada predomina y la oscuridad me permite ver sólo tonos de negro: el de mi entorno, el de las rocas y mi destino, mi camino.
Abrir o cerrar los ojos da igual, es todo oscuro, mientras intento agudizar mis otros sentidos con la urgencia de un monje. Si estiro los brazos completamente, con la punta del dedo medio de cada mano, logro arañar a penas la pared de la cueva. Camino con mis brazos extendidos como un crucificado. Conozco mi orden, conozco mis proporciones y sé que la dimensión de mi cuarta – es decir, desde la punta del pulgar a la punta del meñique, con la mano extendida – es de 22 centímetros. Mi antebrazo es aproximadamente dos veces mi cuarta y mi estatura coincide con la extensión de mis brazos abiertos; como el hombre vitruviano de Leonardo, proporciones humanas, conocer el orden de tu cuerpo, te permite ser una herramienta errante. Camino por un túnel de aproximadamente 180 centímetros sin poder ver. Me detengo, me imagino desde lejos, soy un hombre vitruviano en la oscuridad, mis proporciones no se ven, solo yo las puedo sentir. Ya olvidé si tengo los ojos abiertos.
Al frente veo aparecer un pequeño punto blanco, no estoy seguro si lo estoy viendo o lo estoy imaginando. Una brisa muy suave sopla y la siento sobre los párpados, me entero que tengo los ojos cerrados. Con ese suspiro el punto blanco crece un poco más, no estoy seguro si está lejos o cerca, ya que no ilumina el interior de la cueva, sigo en plena oscuridad. Camino con los ojos cerrados y la confianza abierta. El circulo blanco. Lo veo, es del porte de mi puño, trato de tocarlo y no puedo y siento que estoy en un estado de vigilia, pero dormido. Me intriga, estoy triste, todavía no se porqué tengo una sensación de compromiso por continuar, se aprieta mi pecho y no hay nada que me entregue una pista, alguna respuesta de donde estoy.
El circulo blanco se duplica, se triplica, tres círculos blancos, dos de ellos toman color, uno violeta y otro amarillo. Cada circulo se ablanda, como gotas de aceite en el agua y se divide en dos, y cada mitad en otras dos mitades y así comienzan a deshojarse los círculos poco a poco. Los colores en la oscuridad, el violeta y el amarillo, dos colores complementarios. Están enfrentados, según el orden de la rueda cromática, tal como el verde con el rojo, o el naranja con el azul. Un color secundario y uno primario. Los círculos se han dividido en varias partes, pero siguen reunidas en torno a un núcleo, sus pétalos se hacen tersos y cambian sus tonalidades dentro de sus colores y de a poco se asemejan a flores pequeñas, como flores silvestres, blancas, amarillas y violetas, pequeños ramilletes de flores que aparecen en el fondo de la caverna.
Esos colores, los racimos, flores, pensamientos, oscuridad, piedras y olor a humedad; círculos de colores, el hombre vitruviano de Leonardo, pecho apretado, la dimensión de mis brazos extendidos, el orden del cuerpo, el orden del alma. Cada una de estos estímulos, o recuerdos, se superpone con el siguiente, como disparos de una cámara de fotos, tac, tac, tac, caverna, tristeza, violeta y amarillo, circulo, antebrazo, rojo y azul es violeta, pena, compromiso, el bosque, verde de noche, verde es amarillo y azul, las hojas, el brillo, blanco. Silencio.
Silencio. Respiro fuerte, respiración refleja e involuntaria y lleno mis pulmones de aire, el aire es húmedo y frío. Un estallido de brillos y blancos de realidad me embargan, estoy desorientado y mareado, sigo inmóvil y veo blanco encandilado con el ceño fruncido y los ojos entreabiertos. Entremedio del blanco se hacen color el violeta y el amarillo. Estoy sentado mirando hacia abajo con mi cabeza colgando entre mis piernas. Vi flores. Silencio, piedras y flores. También siluetas opacas, bajo el fulgor de un medio día veraniego. Siluetas tan negras que se funden con sus propias sombras, como una masa informe de ausencia de luz; el contraste es radical y los perímetros son animales salvajes e indefinidos. Vi flores, siluetas y flores, y las flores son el opuesto a las siluetas, son lúmenes, unidades de luz. Una escena contradictoria, opuesta y silenciosa, porque eso comparten la luz y la oscuridad, ambas pueden ser insoportablemente silenciosas. Veo flores por todos lados, detrás mío siluetas de personas, ya no estoy solo, pienso. Comienzo a reconocer cuando una mano aprieta mi hombro desde atrás, levanto la vista lentamente y sigo viendo flores. Suspiro y más flores que me quitan el aliento. He vuelto. Mi amigo ha muerto, estoy en su funeral.