La figura del compositor catalán Enrique Granados, su música y viajes por Europa y Nueava York, son la base del último documental de la realizadora madrileña, Arantxa Aguirre. En su cinta, El amor y la muerte. Historia de Enrique Granados, de 2018 retrata la vida del artista español con imágenes de archivo inéditas y testimonios de expertos. En entrevista en exclusiva con Lado|B|erlin, la directora dialoga con Charo García Diego sobre su cine, la pasión por el documental y la vida del enigmático compositor. (n.dE).
Dicen los cronistas de la época que el día que España perdió sus últimas colonias – Cuba, Filipinas y Puerto Rico – el pueblo se fue a los toros como cualquier otro día y celebró con entusiasmo la vuelta de los jóvenes soldados vivos.
Las últimas dos décadas de vida de Enrique Granados estuvieron presididas por nuevas vías de investigación artística que propiciaron formas de expresión diferentes hasta el momento. Romanticismo y postromanticismo hacen que vuelva una veneración olvidada por la cultura popular que espontáneamente devuelve el alma nacional. Todo ello está presidido por el poder de la burguesía que controla economía y gusto artístico. El músico, en su viaje formativo a Francia, convive con los pintores modernistas que se fueron a París – Santiago Rusiñol, Ramon Casas y Miguel Utrillo -, quienes rápidamente se convierten en los artistas de las clases acomodadas. A finales del siglo XIX y principios del XX, Cataluña es poseedora de una arquitectura modernista que le da un rasgo identitario en ese presente, que permanece en el futuro. El Art Nouveau triunfa con la fuerza de la personalidad de Antonio Gaudí.
El compositor, fue hombre de carácter tímido, portador de largas melenas caprichosamente al viento, alto, de ojos entornados, susurrante en el habla, de mente diligente, sensible y de costumbres refinadas. Su evolución personal le conduce hacia un estilo inconfundible. Destacado pianista, gran concertista y compositor de “Goyescas” – subtitulada “Los majos enamorados”-, suite para piano obra de 1911.Profesor insigne, hábil en el trato con sus alumnos. Junto al musico Isaac Albéniz son los dos fuertes pilares de la Generación del 98.
¿De dónde parte su interés por el cine documental?
Mi interés por el cine se remonta a mi infancia y tiene que ver con mi interés por la literatura, la música y todas las artes que me asombraban y me enriquecían. El cine, además, tenía la virtud de reunirlas: todo aquello que me apasionaba tenía cabida en el cine. Más adelante, elegí el documental como forma de expresión porque me permitía trabajar de manera más libre e independiente que si tuviera que lidiar con los múltiples engranajes del cine de ficción (que conozco bien gracias a mi experiencia como ayudante de dirección). Me gusta la artesanía del documental, que te permite (hasta cierto punto) no tener que negociar el control de tu trabajo,
¿Qué rasgos humanos resaltaría de la figura de Enrique Granados?
Me ha llamado la atención la amistad tan leal y duradera que mantuvo con colegas como Isaac Albéniz, Pau Casals, Ricardo Viñes, Apelles Mestres o Amadeo Vives. La lectura de su Correspondencia, publicada por Miriam Perandones cuando empezábamos a rodar el documental, me descubrió hasta qué punto cuidaba y quería a sus amigos Enrique Granados, que fue correspondido de la misma manera.
¿De qué manera siente que influyó el viaje del compositor a París para ampliar sus conocimientos y convivir con la bohemia?
Siendo muy joven, él hizo lo que debía, que era irse a la capital del mundo artístico y musical. Eso sin duda le hizo crecer, no sólo como compositor sino como artista y hombre de su tiempo. Granados elige volver a Barcelona en lugar de quedarse en París, pero, como decía Kavafis, vuelve enriquecido de lo que aprendió en el camino, sabio con tantas experiencias. París marcó un salto cualitativo en su vida.
¿La importancia de la Barcelona de la época en España y Europa contribuyeron al triunfo del artista?
Es evidente que Barcelona le proporcionó un espacio propicio para formarse y llegar a ser quien fue. Además de su pujanza industrial y económica, Barcelona era una ciudad en plena ebullición cultural y con una enorme afición por la música (el Teatro del Liceo, por ejemplo, había sido levantado en 1845 por suscripción pública). Allí estudió con maestros como Juan Bautista Pujol o Felipe Pedrell y pudo también escuchar a grandes intérpretes tocando las obras emblemáticas del repertorio y también las últimas novedades. Además, allí encontró a los mecenas que sostuvieron su carrera, primero Eduardo Conde, dueño de los Almacenes El Siglo, que sufragó su viaje de estudios a París, y luego el célebre Doctor Andreu, que le ayuda a abrir su Academia y más tarde le construye la Sala Granados para hacer conciertos. Es bastante probable que, en otra ciudad con menos tradición musical, sus dotes hubieran acabado pasando desapercibidas.
¿Piensa que su película puede animar a los productores a realizar otras de características similares?
Yo creo que sí. Cuando la gente ve el resultado final -producto de mucho esfuerzo y trabajo que no es tan evidente- en seguida surgen personas que quieren hacer o encargar algo parecido. Una vez estrenadas, las películas dejan de ser tuyas y pasan a tener vida propia y a generar reacciones y consecuencias de las que no siempre eres consciente.
Enrique Granados fue un excelente pedagogo. ¿Qué argumentos se le ocurren para convencer a educadores y programadores de cultura de la idoneidad formativa de su película documental?
Bueno, el mejor argumento que se me ocurre es que vean la película. Y que después saquen las conclusiones por sí mismos. Personalmente, pienso que es muy importante que los jóvenes que se están formando accedan a la cultura porque la cultura es un arma que les va a permitir defenderse mejor en la vida (tanto desde un punto de vista práctico como desde un punto de vista más metafísico).
Documentos gráficos, dibujos de animación, actuaciones musicales y danza, junto a estudiosos de la vida y obra de Granados conviven en la realización este film. ¿Cómo se las arregló para ofrecer coherencia y verdad?
La verdad es algo que ni se compra ni se vende. Corresponde a un compromiso moral del cineasta y es algo que se explica muy mal pero que el espectador percibe sin ningún género de dudas. En cuanto a la coherencia, es algo que en efecto me preocupaba cuando empecé a recurrir a fuentes tan diversas. Supongo que la unidad estaba en el propósito: cada elemento del documental debía estar al servicio de la historia. Todo debía contribuir a que la historia estuviera contada de la mejor manera posible. Eso hacía que los recursos se apoyaran unos a otros y dotaba de coherencia al conjunto.
Música y danza marcan sus realizaciones cinematográficas. ¿Qué personaje desearía llevar al cine en un futuro próximo?
Cualquiera que despierte mi interés y mi imaginación. En estos momentos estoy trabajando en un proyecto sobre el pintor del siglo XVII Francisco de Zurbarán. Eso es lo que ocupa hoy casi todos mis pensamientos, planteándome nuevas ilusiones y nuevos desafíos.
Charo García Diego
Charo García Diego (Salamanca 1961) es Pedagoga, Socióloga y Psicóloga Social. Organizadora, coordinadora y difusora en los medios de comunicación de actividades culturales desde 1990 en España. Desde sus inicios universitarios, estudia, investiga y escribe crítica de cine. En su currículo consta la organización de diversos festivales de cortometrajes y la semana de cine independiente español. Promueve encuentros entre narradores, poetas y músicos. Sus intereses giran en torno a la difusión de culturas transversales, multipluridisciplinares y versátiles que aporten enriquecimiento formativo a las nuevas generaciones.